La nueva diáspora del peronismo

Como un músico obligado a tocar en la orquesta del Titanic, Alberto Fernández insinuó que aspira a su reelección. Lo hizo con la frase “En este, mi primer mandato…”, pronunciada como al pasar durante un acto en el conurbano bonaerense, escenario, a la vez, de los triunfos peronistas y de la mayor tragedia social que recuerde la historia argentina.Ocupada en el drama de la guerra en Ucrania, inquieta por el impacto de nuestra propia crisis, la opinión pública no prestó demasiada atención a la insinuación que, fuera de contexto, tiró al aire el Presidente.”La adversidad de gobernar sin un rumbo preacordado se suma a la escasez de fondos para consumar la receta populista de la dádiva disfrazada de redistribución de ingresos” Las expectativas del mandatario flotan como parte de un naufragio sobre el mar tormentoso de la inflación y la pobreza. Son los restos de peronismo que reunificó para derrotar a Mauricio Macri en 2019 y que ahora vuelven a separarse, entre desacuerdos y rencores.La adversidad de gobernar sin un rumbo preacordado, con un capitán que no tiene el mando y estuvo siempre condicionado por Cristina Kirchner, se suma a la escasez de fondos para consumar la receta populista de la dádiva disfrazada de redistribución de ingresos.La pandemia y la baja calidad técnica de un conjunto de funcionarios que además responden a los mandos de sus líneas internas antes que al Presidente terminaron por generar la derrota electoral de noviembre pasado. Y, por sobre todo, una nueva división del peronismo.Ese divorcio torna más inviable la gobernabilidad justo en el momento en el que la Argentina tiene que decidir si sigue perteneciendo al sistema económico global o vuelve al desierto al que está condenada si desconoce sus obligaciones.El acuerdo con el Fondo Monetario, doloroso e inevitable, expone las diferencias entre las distintas facciones del peronismo, pero sobre todo detonó una corrida desesperada para tratar de salvar la parte de cada uno.En esa fuga se esconde el riesgo de que, otra vez, el peronismo cometa la locura de desgajarse en oficialismo y oposición a la vez. Una pretensión con antecedentes funestos de un pasado todavía cercano.Fernández trató de administrar una convivencia con Cristina Kirchner que siempre fue imposible. Ahora que el kirchnerismo lo abandonó a su suerte con la excusa de no asumir el costo del acuerdo con el FMI, el Presidente quedó obligado a lanzar el “albertismo”, una ilusión que muchos asumieron como recurso para volver a votar al peronismo.El 17 de noviembre pasado, cuando celebró como un triunfo la dura derrota electoral que había sufrido días atrás, Fernández ya había avanzado en fijar las elecciones primarias como criterio de la futura selección de candidatos. Justo él, que fue designado por un posteo en Facebook, propuso volver a las PASO en 2023.”Más de un año y medio antes del próximo turno electoral, la precipitación de una interna peronista es un reflejo de las especulaciones detonadas por el fracaso” No dejaría de ser una gran novedad en el peronismo, que solo una vez seleccionó por el voto popular su fórmula presidencial. Ocurrió en julio de 1988, cuando Carlos Menem-Eduardo Duhalde derrotaron a Antonio Cafiero-José Manuel de la Sota.Más de un año y medio antes del próximo turno electoral, la precipitación de una interna peronista es un reflejo de las especulaciones detonadas por el fracaso. Máximo Kirchner se fugó de la jefatura de la bancada peronista de la Cámara de Diputados como un refugiado que espera regresar para denunciar los errores del gobierno que acaba de abandonar. En su intención, el jefe de la Cámpora expone su visión y la de su madre vicepresidenta sobre el ingrato futuro que les espera a los argentinos.Inmejorable blanco para una fuerza populista son los gobiernos argentinos condicionados por el Fondo Monetario. El problema es que este gobierno fue creado por quien ahora trabaja para cuestionarlo. ¿Cómo despegarse de lo que uno inventó sin pagar el precio político de haber generado el error que se pretende cuestionar?Primero lo más grave y perentorio. Antes que proyectar su candidatura a la reelección, Alberto Fernández tiene por delante tratar de cumplir y hacer cumplir las medidas negociadas con el FMI como parte del acuerdo de refinanciación del crédito que, en mala hora, le legó al país el gobierno macrista.Los ajustes prometidos deben ser ejecutados por una administración en gran parte ocupada por kirchneristas que responden a un sector que se opone al acuerdo, pero que no parece dispuesto a ceder sus puestos de mando. En la estratégica área energética, por caso, el Presidente no pudo echar ni siquiera a un subsecretario bancado por el Instituto Patria.En el Congreso, en el que el Gobierno necesita de sus adversarios para cumplir el objetivo de hacer votar lo negociado con el Fondo, el trámite resulta complejo y enrevesado, cruzado por presiones de última hora y cambios de vereda. Más difícil aún parece que Fernández pueda llevar adelante los cambios que necesita con medio equipo pateándole en contra. ¿Tiene todavía margen para sacar a quienes dijeron irse, pero se atornillaron a sus cargos en el Poder Ejecutivo?La administración de una crisis y el ensayo para empezar a domesticarla a regañadientes no parecen un trabajo fácil para un gobierno dividido y derrotado por una oposición que quiere volver, un presidente con el poder menguado desde su postulación, una parte de la ciudadanía acostumbrada a recibir todo del Estado y otra parte harta de pagar cada vez más impuestos.Fernández apuesta a la reactivación de la economía y a reponer su moderación como opción a la radicalización kirchnerista. El futuro es un lugar incierto a prueba de presidentes optimistas.Sergio SuppoConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de IdeasDe Wuhan a Villa Crespo: ¿cómo tratamos a las personas no humanas?La decisión rusa es reconstruir su imperio al precio que seaEstá en juego el mundo por venir

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