Presupuesto 2025, la regresividad no es la única opción

Presentacion del presupuesto Nacional en el Congreso de la Nacion (SENADO ARGENTINA/)Tras la visita del presidente Javier Milei al Congreso el domingo 15 de septiembre -con una puesta en escena bastante impropia para un acto meramente administrativo-, varios legisladores comenzamos a cuestionar su verdadera disposición para llevar adelante el proceso de discusión de la ley de presupuesto, tal como lo exige la Constitución Nacional y la Ley de Administración Financiera.A su habitual retórica confrontativa con el Poder Legislativo, se suma ahora un proyecto de presupuesto que, siendo indulgentes, tal como está, no parece ser votable. Se pretende una fortaleza (de ahí el acto celebratorio con los héroes de la Cámara de Diputados) fundada en la confirmación legislativa del veto presidencial a una mínima integración del haber jubilatorio para impedir la pérdida de 8 puntos del mes de enero. Casi monedas mirando los números del conjunto. Una negación con poca racionalidad y más de capricho de quien todo quiere ganar.¿Estará dispuesto el PEN a evaluar alternativas para aprobar la Ley de Presupuesto, o preferirán seguir prorrogando el del 2023 para mantener una discrecionalidad absoluta sobre el manejo de los recursos públicos?, es la pregunta clave.El presupuesto es la ley madre. Es el mecanismo que permite a todos los representantes electos, desde el Presidente hasta los legisladores, y a actores clave como las provincias, los gobernadores y los sectores sociales y económicos, participar en una legítima puja por la distribución de los recursos escasos en políticas y programas públicos. Es también la explicitación del proyecto de país desde las diversas miradas de quienes van a participar en esa conversación.¿Es este un debate sencillo? Definitivamente no, pero es indispensable. En muy pocas ocasiones un gobierno ha fracasado en la obtención de una ley de presupuesto por problemas con el Parlamento. En esos pocos casos, el propio PEN forzó la situación para poder manejar el Presupuesto de manera discrecional y con la libertad de asignación de recursos que esa situación le permite.Como han señalado numerosos líderes parlamentarios, analistas y periodistas, el proyecto de Presupuesto enviado por el presidente Milei confirma un rumbo claro: la búsqueda del equilibrio fiscal a través de recortes regresivos que afectan principalmente a jubilaciones, educación, y la investigación científica.Después de años de gobiernos que han ignorado deliberadamente las ventajas de la sostenibilidad fiscal, creo que existe un consenso social y político sobre que el Estado no puede financiar su déficit mediante la emisión monetaria, ya que eso contribuye a una espiral inflacionaria que destruye la cohesión social. Reducir la inflación se ha convertido en el principal objetivo para ordenar la economía familiar y los mercados, y es el eje central de las discusiones parlamentarias en torno al presupuesto: ¿Cómo transitamos ese camino? ¿Cómo repartimos la carga de los esfuerzos?El ministro de Economía, Luis Caputo (Agustin Marcarian/)En ese camino, sostenemos que el mantenimiento del equilibrio fiscal es un objetivo compartido. De la misma manera que reconocemos la desaceleración de la inflación como un logro de este gobierno que también es imprescindible acompañar. Pero también, de la misma manera que lo hicimos en la oportunidad de considerar el último Presupuesto, vamos a volver a proponer que si la meta fijada (19%) es sobrepasada en el primer semestre del año correspondiente, eso debe disparar la obligación del Ejecutivo del envío de un nuevo proyecto que se adecue a las pautas reales de los indicadores de precios para que sea el Congreso el que discuta y asigne los recursos excedentes. Y el mismo procedimiento también debería aplicarse para aquellos otros indicadores del Presupuesto para el caso que quedaran desfasados de la realidad en un tiempo prudencial.En este contexto, me propongo reflexionar sobre dos preguntas cruciales: ¿Cómo gestionar de manera eficiente tanto el gasto público como los ingresos? ¿Cómo queremos crecer como país?Respecto a la primera pregunta, el debate público suele enfocarse exclusivamente en el gasto, dejando de lado la cuestión de los ingresos. Es indignante e ineficiente que mientras se ajustan las jubilaciones mínimas y se golpea a los docentes —especialmente a los universitarios, los más afectados—, la alícuota de Bienes Personales para los más ricos se ha reducido. Es saludable bajar la carga impositiva. ¿Pero a costa de licuar poder de compra de las jubilaciones? Gobernar implica elegir entre las opciones disponibles. Bajar impuestos a los sectores de altos ingresos y compensar esa baja reduciendo el poder de compra de los sectores de ingresos medios o bajos es injusto, regresivo y contraproducente. Resulta vergonzoso que aquellos a quienes se les otorgan blanqueos, a quienes prefiero llamar “evasores seriales”, también reciban reducciones impositivas. Cada vez que se lanza un blanqueo, los más acaudalados aprovechan para exteriorizar los fondos con los que han evadido al fisco.La norma proyectada elimina el piso del 6% de financiamiento para Educación Primaria y Secundaria. Frente a eso se mantienen intocables 52 regímenes especiales que generan un agujero negro tan inexplicable como secreto en algunos casos. La única razón que se ha esbozado alguna vez ha sido “los derechos adquiridos”. ¿Por qué entonces existen y se sostienen para algunos casos o para algunas familias? ¿Por qué no se puede cambiar una ley, mientras sí se está cambiando un recurso que también se había asignado por ley, como la Educación? ¿No tienen docentes y estudiantes adquiridos sus derechos basados en la respectiva ley, votada de manera unánime por todas las fuerzas políticas, sostenida por años como una verdadera política de estado? Las familias de jubilados, las familias que mandan sus hijos a la Escuela Pûblica, ¿ellos no tienen derechos adquiridos? ¿Hay leyes que se pueden violar y cambiar y otras que no?A la par, el nivel de las tarifas de los servicios públicos con sus subsidios asociados es parte de esta discusión parlamentaria. ¿En quiénes se focalizan los subsidios? ¿En quienes los necesitan o en quienes más consumen? Es cierto que los gobiernos anteriores congelaron las tarifas, pusieron en riesgo la calidad de los servicios, afectaron la balanza comercial y las cuentas públicas. Pero el otro extremo, un ajuste sin coordinación fiscal, también es perjudicial, ya que golpea aún más a salarios ya erosionados por las políticas de austeridad.No es cierto que no haya otra manera de alcanzar el equilibrio fiscal. Cuando alguien afirma que “no hay otra manera”, “es esto o se cae el gobierno”, lo que se busca es imponer una agenda, que deviene autoritaria si se la acompaña con la descalificación y el insulto de quienes piensan diferente.Debemos encontrar un equilibrio en la consolidación fiscal: evitar un ajuste brutal y cruel sobre los sectores más vulnerables, y buscar una mayor contribución de quienes están en la parte alta de la pirámide social. No se trata de no hacer nada, se trata de balancear las cargas, y fundamentalmente evitar ajustes innecesariamente regresivos. ¿Otra vez vamos a dejar pasar la oportunidad de discutir los privilegios fiscales de unos pocos, que encarecen los bienes que consumimos y el único desarrollo que promueven es el de sus herederos?Esto nos lleva a la segunda pregunta: ¿Cómo queremos crecer? Nuestro país lleva años sin lograr un crecimiento sostenido, y seguimos aplicando las mismas recetas fallidas de siempre. Como bien describió Marcelo Diamand, alternamos entre un populismo que genera inflación con una economía cerrada, y un autopercibido liberalismo que busca el orden macroeconómico a través de ajustes fiscales regresivos que recaen sobre los sectores que ya vienen siendo los más desfavorecidos.¿Es posible crecer con políticas fiscales tan regresivas? Sí, pero a costa de profundizar la desigualdad social.¿Se puede crecer en la actual coyuntura sin un presupuesto equilibrado? No. Por eso, debemos discutir cómo alcanzar ese equilibrio sin aumentar la desigualdad.En definitiva, cada vez que debatimos un presupuesto, debemos mirarlo en su totalidad: ¿Qué país queremos construir? ¿Qué sociedad promoveremos? Y, en última instancia, ¿cómo moldeamos el futuro de nuestra nación?

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