escucharescucharLos conflictos son inherentes al ser humano, pero hay enormes posibilidades de solucionarlos si se los atiende a tiempo, con voluntad y eficacia. De lo contrario, se convierten en enfermedades crónicas, muy tóxicas que tienden a agravarse en patologías más profundas que terminan destartalando hasta lo que funcionaba bien. ¿Les suena?Sucede en todos los órdenes de la vida: en una pareja, en las relaciones padres e hijos, en una empresa o en un grupo de amigos. Es usual que aparezcan problemas de distinto tenor, pero lo recomendable es resolverlos rápido para evitar que, por no tratarlos y naturalizarlos, se complejicen.El enojo inicial puede ser un buen combustible para tomar el toro por las astas. Pero el enojo permanente lleva al fondo de un pantano donde nadie gana y del que cada vez es más difícil salir.No hubo en este país peor y más sangrienta grieta que el choque entre unitarios y federales, en el siglo XIX. Tapándose la nariz, gruñendo por lo bajo y aún con el estómago revuelto por el esfuerzo de tener que dialogar con los que hasta un rato antes eran acérrimos enemigos, representantes de ambas vertientes se sobrepusieron a sus mutuos odios y marcharon hacia San Nicolás de los Arroyos, en 1852. Allí echaron las bases de un sólido acuerdo que dio sus frutos un año más tarde con la sanción, en Santa Fe, de la Constitución Nacional que desde entonces nos rige a los argentinos.En coincidencia con el 170° aniversario del nacimiento de nuestra Carta Magna, que se celebrará mañana, el exministro de Educación y exsenador Esteban Bullrich lanza una nueva convocatoria nacional. “Hace falta más coraje para conversar con el que piensa diferente -asegura el político de Juntos por el Cambio- que para insultarlo. Ya probamos la pelea y no dio resultado.”“La grieta”, como tal, fue rotulada por Jorge Lanata, en la edición 2013 de la entrega de los Martín Fierro. Dijo que la “grieta irreconciliable” trascendía la política, que se estaba volviendo algo cultural y vaticinó que perduraría en los gobiernos posteriores. Acertó: llevamos diez años de grieta formal (porque en realidad ya existía sin ese nombre desde el conflicto con el campo, en 2008). La dinámica blanco/negro de las redes sociales, que empezaron a aparecer en esa época, acentuaron el fenómeno.Todo empeoró sensiblemente en estos años y solo le fue bien, precisamente, a “la grieta”, que se amplió: ya no suceden solo peleas sin fin entre oficialismos y oposiciones, sino que en las propias filas de cada uno de esos dos bandos se naturalizaron disonancias y desplantes internos. Y también permeó en una manera más indignada de hacer periodismo y en el sesgo confirmatorio que buscan las audiencias, como forma de validación, o no, de cualquier noticia.Frente al agravamiento de todas las variables políticas, económicas y sociales, embanderarse con la grieta (la militan desde distintas ideologías) se convierte en un ejercicio retórico, banal, repetitivo, estúpido y meramente virtual. Lo peor es que resulta del todo funcional para el oficialismo, que se maneja mucho mejor con chicanas y humo de todos los colores e intensidades con tal de tapar con ese ruido su inoperancia para resolver los problemas cruciales.Como la palabra lo indica, los acuerdos se establecen entre personas que piensan distinto y que, inclusive, no se caen simpáticas. Entienden que es más importante dejar atrás esos escollos para seguir adelante en vez de permanecer atrapadas para siempre en el mismo lugar.Pudieron hacerlo unitarios y federales. A Bullrich le vienen a la memoria los acuerdos de Camp David entre enemigos irreconciliables como eran el presidente egipcio Anwar el-Sadat y el primer ministro israelí Menájem Beguin. Con los buenos oficios como mediador de Jimmy Carter, entonces presidente de los Estados Unidos, en su momento, esos tratados significaron un enorme avance en las conflictivas relaciones entre los países de Medio Oriente.No hace falta aclarar que nadie pide acordar con quien no quiere, es tramposo y no está dispuesto a honrar su palabra. Si no están capacitadas las primeras líneas partidarias para hacerlo por vanidad, capricho o intereses espurios, pues deberán intentar acordar las segundas o las terceras.Los más intransigentes defensores de la grieta, ¿piensan vivir dentro de ella definitivamente o sueñan con la extinción total del bando al que enfrentan? ¿No es iluso y, al mismo tiempo, autodestructivo pensar así?Es paradójico que Esteban Bullrich que, por culpa de la Esclerosis Lateral Amiotrófica (ELA) se encuentra totalmente inmóvil y sin habla -se comunica solo tipeando palabras con sus ojos en una tablet-, sea quien esté desde hace meses craneando un texto, tras recibir propuestas y cotejarlas, para mañana, a las 12, desde la Casa del Acuerdo, en San Nicolás, lanzar su propuesta que espera suscriban los candidatos presidenciales, las cámaras empresariales, la Iglesia y la central obrera.Entre los doce puntos que Bullrich pondrá a consideración se incluyen reformas del Estado y del sistema impositivo, leyes de estabilización económica y de fomento del empleo, plan energético, sistema de boleta única, promoción de exportaciones y de pequeños productores, plan de capacitación para el trabajo público privado, actualización de la Ley de Educación y política de seguridad. San Nicolás se prepara para volver a hacer historia.Pablo SirvénConforme a los criterios deConocé The Trust Project
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