Las dunas que inspiraron a Saint-Exupéry a escribir “El principito” y la leyenda del hotel elegido por símbolos de la literatura

Odiaba el cemento de las ciudades y amaba la paz de los campos, las montañas, los valles y sobre todo el mar. Por eso cuando llegó a Buenos Aires en octubre de 1929, Antoine de Saint-Exupéry, aviador, periodista, poeta y escritor nacido en Lyon, Francia, en 1900, uno de los sitios que buscó para relajarse y pasar sus momentos de descanso y concentración para escribir fue una playa que potenciara su creatividad.En la Argentina permaneció durante quince meses. Y encontró en el Viejo Hotel Ostende su refugio ideal para pasar dos veranos como a él le agradaba. Se había enamorado al llegar al país de una salvadoreña, Consuelo Suncín, artista y escritora, en quien se inspiró mientras observaba las olas desde la ventana de su cuarto en medio de las dunas, para escribir El Principito, personaje emblemático que aprende como él que el amor es cuidado y protección, no posesión.Como piloto, Antoine colaboró en el progreso de la aviación civil argentina. Llegó al país contratado por Aéropostale, empresa francesa que aspiraba a manejar un mercado económicamente creciente y fructífero por aquellos años, el del correo aéreo. A nivel letras ya contaba en su haber con su primer libro, Courrier Sud. Y además de ese privilegiado lugar de nuestra costa, también visitó Tierra del Fuego y varias ciudades de la Patagonia. Motivado por ese recorrido escribió Vuelo Nocturno, en el que cuenta un viaje fatal de un piloto francés por esos lares.Antoine pertenecía a una familia aristócrata y no se sentía bien con esa carga. Luego de cumplir con el colegio secundario quiso ser marino pero no pudo ingresar a la escuela naval y entonces fue aviador mientras hacía el servicio militar en Estrasburgo.En una playa junto al marEn su página de internet, el Viejo Hotel Ostende describe así la presencia de Antoine: “El VHO estuvo desde siempre ligado a la literatura, y es asiduamente visitado por escritores y lectores que encuentran aquí tanto la tranquilidad como el misterio necesarios para dejarse llevar. Conservamos intacta la habitación número 51 del primer piso en la que se alojó el escritor francés, autor de El Principito, quien se hospedó en el hotel durante dos veranos consecutivos a principios del siglo XX”. La leyenda sugiere que, incluso, el autor escribió sus primeros textos en un papel con membrete del hotel.Desde el 19 de diciembre comenzarán allí las visitas guiadas que representan un viaje al pasado para los turistas que podrán recorrer esa habitación mágica y contemplar cada detalle como la cama de hierro pintada del verde original de otrora y decorada con cisnes, el escritorio donde se sentaba a redactar cada detalle de la novela infantil donde luce una tinaja de la época, una variedad de cuadros con ilustraciones del libro, y sobre la mesa de luz, distintas ediciones de la obra en diversos idiomas. Para los visitantes resulta una experiencia única y nadie se retira sin registrar cada detalle con su cámara.La presencia durante los dos veranos que disfrutó allí el escritor resultó tan importante para la ciudad, que en el año 2000, en coincidencia con los cien años de su nacimiento ocurrido el 29 de junio de 1900, Antoine de Saint-Exupéry fue distinguido como ciudadano ilustre por la Municipalidad de Pinamar.Pero Antoine no fue el único artista destacado que disfrutó de las comodidades del hotel y de esas extensas playas. También los escritores argentinos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo abrevaron ideas en esos médanos vírgenes para desarrollar la novela policial Los que aman odian, cuya foto de portada es nada menos que una imagen del hotel.“Los escritores argentinos Adolfo Bioy Casares y Silvina Ocampo conocieron el hotel en la década de 1940, y se inspiraron en este entorno para escribir su novela policial Los que aman, odian, en la que el VHO aparece como una imagen fantasmagórica entre las dunas, suscitando todo tipo de fabulaciones”, puede leerse en la web del hotel a manera de detalle y descripción.Un poco de historiaEl 21 de marzo de 1913 nacía Ostende, flamante villa balnearia y la Revista Fray Mocho lo reflejaba con un completo relato. El Viejo Hotel Ostende así lo describe en su página: “En 1908, el Ferrocarril del Sud habilita una parada ferroviaria con el nombre de Estación Juancho dentro del campo de José Guerrero, a unos 29 km del mar. La zona, desde General Madariaga hasta Ostende, se denominaba Montes Grandes de Juancho y estaba habitada por enormes e indómitas dunas. Al contar con un medio de transporte cercano, surge la idea de aprovechar turísticamente la zona, sólo poblada por mar, dunas y médanos. Entonces, los pioneros Ferdinand Robette (belga) y Agustín Poli (italiano) deciden comprar una fracción de 14 km2 de dunas. A partir de 1909, una compañía belga al mando de Robette encara el ambicioso proyecto que da empleo a trabajadores japoneses que residen a un km, en el puesto de estancia Colonia Tokio. Los belgas, nostálgicos, llamaron Ostende al lugar, pues les recordaba al balneario del Mar del Norte. Ya en el proyecto original estaba previsto un hotel de más de 80 habitaciones, Termas, que luego se convertiría en el Viejo Hotel Ostende. Ofrecía amplios salones, espacios para juegos, lectura y esgrima, fábrica de pastas y repostería, restaurantes y jardines de invierno”.Entre sus atractivos, el hotel ofrecía a sus visitantes las excursiones de Pedro Perico Estanga, también encargado de trasladar a los huéspedes desde la estación Juancho y con el correr de los años a Pinamar. En su carreta tirada por caballos con ventanillas para disfrutar del paisaje llevaba a sus pasajeros de paseo hasta el faro o la estancia de los Martínez Guerrero, lo que en la actualidad representa Cariló.Literatura y mucho másAdemás de sus tradicionales instalaciones, su piscina, el histórico restaurante y el servicio de playa que ofrece a sus huéspedes, otra atracción del Viejo Hotel Ostende son sus actividades culturales, ya que cuenta con una completa biblioteca con centenares de obras que abarcan desde la mítica colección Robin Hood, pasando por relatos de ciencia ficción de Bradbury, hasta los clásicos y contemporáneos de la literatura argentina y extranjera.A su vez, el VHO tiene un microcine que representa un viaje a la nostalgia por la calidad de su decoración, además de ofrecer cine en la playa, diversidad de talleres, charlas de escritores, muestras artísticas, y una actividad tan atractiva como exitosa llamada La noche de las Ideas, una invitación a la creatividad. Otro detalle que sobresale, se desataca y contagia a quienes se alojan allí, es observar que el hotel representa una biblioteca en sí mismo ya que en cualquier sitio que se recorra aparecen huéspedes leyendo algún texto. En su libro de huéspedes pueden encontrarse escritos increíbles de Mariano Llinás, Cristian Alarcón, Guillermo Saccomanno, Juan Forn, Mariana Mariasch, Pedro Molina Temboury, Dani Umpi, Cecilia Pavón y Mariana Enríquez.Además, los renovados viajeros aportan lo suyo con sus relatos y recuerdos vividos allí. Está el que cuenta que nació en el hotel el día que una ballena quedó varada en la playa. Hoy esa quijada del mamífero más grande que existe en la tierra puede verse en una de sus galerías. O el relato del hijo de uno de los albañiles que ayudaron en la construcción del hotel siendo pioneros, que afirma que Rosa, su hermana, fue la primera mujer nacida en el hotel y que estuvo a punto de llamarse Ostendina. Todavía sorprende también la historia que habla de la pareja que cuando se sentaba a la mesa del restaurante acompañados por su perro, exigía que a él también le sirvieran su comida en la vajilla del hotel.Hace años las leyendas, relatos y cuentos surgidos en esta mítica casa de huéspedes donde se suceden uno tras otro se han convertido en un clásico. Todo eso representa y simboliza su mágico atractivo bagaje cultural, potenciado por sus ilustres visitantes siempre relacionados con el arte.

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