¡Sáquenle el celular al Presidente!

escucharescucharA Javier Milei deberían sacarle el celular de las manos. Todo lo que construye su gente en el Congreso, el Presidente lo destruye con un post en las redes. Acaso considere que sus misiles representan un avance en la batalla cultural de los libertarios. A fin de cuentas, con esas intervenciones intempestivas ganó las elecciones. La cuestión es que esos ataques que lanza o replica no impactan solo en lo que él considera la casta, sino también en quienes quieren apoyar sus iniciativas y en uno de los presupuestos esenciales de la democracia: el diálogo y el consenso. Se dispara en los pies, salvo que esté buscando consolidar un liderazgo populista, que por definición descree de las instituciones y las formas. En este presente tan agitado y confuso, hay elementos que podrían confirmar esta hipótesis, pero también existen otros que la desmienten.Milei logró despertar el apoyo –del electorado primero, de las fuerzas republicanas después– respecto de su plan de reforma estructural. Aunque expresado en términos extremos, su proyecto iba en el sentido de lo que había que hacer: desarmar décadas de corporativismo delictivo para terminar con un déficit fiscal que supone una herida letal en la economía y, en consecuencia, en la calidad de vida de los argentinos. La cuestión entonces no es el fondo, sino la forma. El cómo. Es decir, el estilo. Y el estilo, que es una extensión de la personalidad y determina el fondo, es muy difícil de cambiar. No es algo de lo que uno pueda abdicar de la noche a la mañana, porque expresa lo que somos. Lo extraño es que a Milei no se lo votó a pesar de su estilo incendiario, sino precisamente por eso. El voto que Milei cosechó en las PASO y en la primera vuelta fue una reacción a veinte años de kirchnerismo. Y he aquí la broma de la historia: Milei representaba las antípodas de los K en cuestiones de fondo, pero compartía con Cristina Kirchner, a su manera, varios aspectos relativos al estilo: la pulsión confrontativa, la tendencia a polarizar, el dogmatismo, la estigmatización y el menosprecio de quien piensa distinto. Este es el problema que tenemos ahora, pues la democracia reside en las formas. En la política, como en el arte, en el estilo está la obra.”Pocos exponentes más acabados de la casta que Daniel Scioli. Pone su cuota de fe y esperanza al servicio de quien corresponda” Difícil que Milei deje el celular. El Presidente es un producto de las redes, que se nutren del agravio y suelen simplificar lo complejo, incluso al punto de banalizarlo. El post que subió a Instagram el jueves por la tarde, en medio del debate en el Congreso por la ley ómnibus, roza el mal gusto. “Oíd mortales el grito sagrado. Libertad, Libertad, Libertad”, escribió, y acompañó el texto con una foto, generada con inteligencia artificial, de un león en la plaza del Congreso que abre una jaula y libera a los argentinos. Si su autoestima se mide por el tamaño de la fiera en relación al pobre rebaño de argentinos liberados, estamos en problemas. View this post on Instagram A post shared by Javier Milei (@javiermilei)
Sin embargo, hay que apoyar su plan. No solo porque expresa la voluntad de una mayoría del electorado, sino porque los que intentan socavarlo son los mismos que empujaron al país a esta crisis agónica y representan la peor de las alternativas. Mientras en la calle los manifestantes caldeaban los ánimos, los diputados kirchneristas impostaron la defensa de la república, a la que ignoraron por completo cuando fueron gobierno, e intentaron reeditar el boicot al cambio perpetrado a pedrada limpia en 2017. No tuvieron éxito, pero su hipocresía alcanzó alturas inéditas. La expuso de manera contundente Silvia Lospennato durante su alocución. El apoyo constructivo, que no supone un cheque en blanco, lo expresó con claridad Rodrigo de Loredo. El Gobierno debería valorar estos gestos y aceptar que los necesita para llevar adelante la transformación que propone respetando las formas de la democracia. Antes que la economía, aquí hay que rescatar la política. Difícil lo uno sin lo otro.Como si las contradicciones escasearan, entró Daniel Scioli al Gobierno. Pocos exponentes más acabados de la casta que el motonauta. Desde los años 90, pasó por todos lados. Parece la antítesis de Milei: sin convicciones, vacío, disponible, eterno. Pone su cuota de fe y esperanza al servicio de quien corresponda. En el vértigo de la realidad nacional, olvidamos que el nuevo secretario de Deporte, Turismo y Medio Ambiente fue en 2015 el candidato a presidente de Cristina Kirchner, elegido a dedo por ella misma, aunque lo ungiera tapándose la nariz. Es decir, el Alberto Fernández que no pudo ser. Pero Scioli es inmune a las derrotas. En su ingravidez, flota siempre hasta el nuevo puerto, y ahora es un soldado de la causa libertaria. Este alarde de resiliencia trajo de los archivos otro dato curioso. Milei, que vino a acabar con el kirchnerismo, trabajó para Scioli en la fundación Acordar, el think tank del entonces candidato de Cristina Kirchner. Dicho de otro modo: en aquella elección el Presidente no estaba con Mauricio Macri y el cambio, sino que se unió a la campaña del candidato del kirchnerismo, después de que el intento de su jefa de ir por todo naufragara. ¿Será una muestra de lo que le importa a Milei la calidad institucional? Esperemos que no.Héctor M. GuyotConforme a los criterios deConocé The Trust Project

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