La lealtad vale oro; la obsecuencia, solo lo que pagues

Hace mucho tiempo vengo insistiendo con la idea de que lo incierto es peor que lo malo. Una mala noticia es una mala noticia mientras la estás esperando. Cuando el hecho sucede, no queda otra que adaptarse.Creo que, desde hace mucho tiempo, como sociedad estamos esperando que algo malo nos suceda. Perdimos nuestra eterna capacidad de generar esperanza. Me cuesta mucho escribir esta nota, porque no encuentro motivo para que las cosas mejoren en los próximos meses.Mientras el dolor sea soportable iremos por la vida, como cuando éramos chicos, pateando la piedra del piso hacia adelante, mirando para abajo, con las manos en los bolsillos. Lo triste es, quizás, que la plata perdida sea recuperable. Pero el tiempo, nunca lo es.La parodia política irresponsable y egoísta vivida la última semana expuso cómo ellos patean también la piedra hacia adelante, tratando de ganar tiempo, vaya uno a saber para qué.La avaricia imperdonable de nuestros dirigentes le causó mucho daño a la economía real, al romperse todas las referencias de precios de los activos que transamos. La situación provocó peleas entre clientes y proveedores, ante el dilema de cambiar los precios o no entregar productos por miedo a no poder reponer posteriormente los bienes vendidos.La frase que es título de esta nota está para recordarnos que los obsecuentes no permiten ayudar a cambiar el rumbo, porque no ayudan a cambiar cuando hay que cambiar. Y lo cierto es que mantener el actual rumbo nos da algunas tristes certezas.1) Si el principal motivo de la pérdida de calidad de vida de nuestra sociedad es la falta de credibilidad, pues ahora tenemos la certeza de que estamos peor que hace una semana. La brecha cambiaria será más alta este trimestre, puesto que representa el reflejo de la desconfianza que genera nuestra dirigencia, que no toma ninguna decisión para que las cosas cambien.2) La inflación será más alta porque, por sobre todas las cosas, al Gobierno le sirve para recaudar y cree que puede manejarla sin llegar a una hiperinflación.3) La reactivación económica se va a detener, porque no existe la inversión necesaria para poder crecer. La falta de insumos ya es notoria y el salario de los trabajadores no logra mantener el nivel de consumo (estamos en el nivel mínimo de poder de compra referido a cantidad de kilos de carne con nuestros salarios).4) Nos fuimos acostumbrando día a día a tener una obligación más y un derecho menos y eso es algo que lastima.La causa de la inflación se conoce desde hace siglos y es la suba sostenida y persistente de todos los precios de los productos que compramos, y eso es el resultado de que la masa monetaria aumenta más rápidamente que la producción de esos productos. Y tal cosa sucede cuando el Gobierno financia el déficit fiscal con emisión monetaria o con emisión de deuda, que no es otra cosa que patear el problema para adelante.Siempre en mi querida universidad les planteo a los alumnos un simple ejercicio: les doy 100 pesos de cotillón a cada uno y licito una entrada para Coldplay. El que más me pague, se la lleva.Los alumnos empiezan ofreciendo 20, 30… hasta que sucede lo de siempre, la entrada termina valiendo 100. Luego les doy 200 pesos de cotillón a cada uno y la entrada termina valiendo 200, y para terminar el ejemplo distribuyo 500 pesos a cada uno y… ¿adivinen qué? La entrada para el recital termina valiendo 500 pesos.¿En serio vamos a seguir discutiendo si la emisión genera o no genera inflación?Tenemos un gran problema. Nuestro Gobierno cree que no. Tenemos un gran déficit fiscal que nadie quiere financiar; entonces, van a emitir dinero para poder hacerlo. Pero cada vez hay menos productos. Tenemos entonces, algo al menos certero: va a subir mucho más la inflación.No debemos confundir inflación con precios altos afectados por un evento o una causa, como, por ejemplo: el conflicto bélico, la sequía, o un faltante ocasional. En esos casos suben esos precios, pero no constantemente.El petróleo y la soja subieron de precio, pero se estabilizaron e incluso ya bajaron 20% este mes.El problema no es que nuestra dirigencia no sepa cómo eliminar la inflación. El problema es que no ha querido eliminarla, porque no tiene incentivos para resolverla.Porque para eliminar la inflación hay que bajar el déficit fiscal, y eso representa, en el fondo, perder su poder de decisión sobre el gasto público. El gasto del Estado no se usa para mejorar la calidad de vida de la gente, sino que se lo direcciona en busca de votos que los mantengan en ese lugar de privilegio (poder de decisión, buenos salarios, choferes, asesores, etcétera).Crear más dinero artificial es la forma más fácil para que el Gobierno obtenga más poder para sí mismo.Voy a usar un ejemplo que leí del economista Dwight R. Lee: considere la situación en la que usted tiene el derecho legal de imprimir dinero y ponerlo en circulación, gastándolo. Todas las noches puede poner en marcha su imprenta y sacar montones de billetes de 200, 500 y 1000 para las compras del día siguiente. ¿Para qué va a ir a trabajar? Ya no hay incentivo a esforzarse.Esto trae un daño colateral: al haber dejado el trabajo, se producirá menos oferta de bienes y servicios con, al mismo tiempo, más dinero en circulación.¿En serio vamos a seguir discutiendo si la emisión genera inflación?La única diferencia entre nosotros, como individuos, y el Gobierno, es que el Gobierno está realmente en posición de decidir sobre nuestros esfuerzos y recursos.Lo más irónico es que la gente culpará por el aumento de los precios a quienes venden bienes y servicios. Resulta paradójico que quienes contribuyen al sistema, arriesgando su capital, produciendo, empleando trabajadores, sean los más propensos a ser culpados por la inflación.Los gobiernos son los grandes responsables de la inflación; al menos, son mucho más responsables que los empresarios.La política es indispensable para resolver nuestros problemas estructurales, pero es necesario controlar el comportamiento de nuestros representantes mediante una efectiva división de poderes. Es para protegernos como ciudadanos de la arbitrariedad de los dirigentes, es imposible sin instituciones independientes, desde el Poder Judicial hasta el Banco Central.Alberto Benegas Lynch me recordó un cuento que escribió en 1975 Jorge Luis Borges, llamado Utopía de un hombre que está cansado, que quiero compartir con ustedes, para justificar mi columna de hoy.El cuento narra la conversación de dos extraños. Se trata de una charla sobre el futuro visto desde el presente, pero también se trata de una reflexión del presente analizado desde los ojos de quien ha visto el futuro.“Es un tiempo sin fecha, donde los gobiernos parecen haber caído y el mundo se ha vuelto un lugar más equilibrado […] y los políticos ¡ah los políticos! han tomado la decisión de dejar de serlo para convertirse en payasos, comediantes y curanderos de una sociedad que no los necesita.–¿Qué sucedió con los gobiernos?–Según la tradición, fueron cayendo gradualmente en desuso. Llamaban a elecciones, declaraban guerras, imponían tarifas, confiscaban patrimonios, ordenaban arrestos y pretendían imponer la censura y nadie en el planeta los acataba. La prensa dejó de publicar sus colaboraciones y sus efigies. Los políticos tuvieron que buscar oficios honestos”.Alberdi lo diagramó tan bien para nuestra Constitución, que se generó una sociedad pujante. Cuando le empezamos a meter mano a ese contrato social comenzamos a decaer en nuestra calidad de vida. Por eso, insisto que es una respuesta política la que necesita la economía para estabilizarse y crecer. Si no, el cuento de Borges será más una descripción que un cuento.Claudio ZuchovickiTemasNota de OpinionComunidad de NegociosInflación y preciosConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Nota de OpinionLo que viene. Realidad y evidencias que ponen en jaque a la agenda verde europeaOpinión. Con los precios de la soja se corre el riesgo de caer en el espejismo de lo nominalLa tierra de las oportunidades perdidas

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