Soledad Aquino, sobre el delicado estado de salud que atravesó: “Mi médico me tuvo que revivir como en las películas”

En 2021, Soledad Aquino, la primera esposa de Marcelo Tinelli, volvió a ser noticia. La madre de Micaela y Candelaria, que mantiene desde hace décadas un muy bajo perfil, atravesó un delicado estado de salud del que su exmarido y sus hijas dieron cuenta en las redes sociales. Este viernes, Aquino habló sobre el trasplante de hígado al que debió ser sometida y contó como es su presente.La idea era contar con ella como “angelita” invitada en LAM, pero finalmente Aquino se echó atrás y accedió a ser entrevistada desde su casa. “Sorry por no haber ido, pero me cuesta todavía arrancar y me cuesta estar mucho tiempo en un lugar”, se disculpó, con una sonrisa.Ángel De Brito comenzó la entrevista comentando que tanto sus hijas como Tinelli y su familia estuvieron muy presentes durante su internación. “Me acompañaron todos. Fue increíble. Para mí era poco tiempo, porque quería estar todo el tiempo con ellos. Mis amigos, mi familia y mis hijas, ni hablar. Todos estuvieron presentes”, recordó Aquino. Y reveló: “Mi familia tenía un grupo de WhatsApp en el que se ponían de acuerdo para venir a verme. Ahí estaba Marcelo, también. No me llamó para nada la atención que él y Guillermina [Valdes, la actual pareja de Tinelli] hayan estado presentes. ¡Pobre Guille! Me maquillaba, me sacaba el maquillaje… ¡Qué paciencia! Me trajo todos sus productos; no tenía más lugar en la mesa”, recordó la entrevistada.Y, explayándose sobre la relación de la familia ampliada, indicó: “A mí me encanta ver la relación que tienen mis hijas con sus tres hermanos. Anoche estuve en la inauguración de la nueva colección de Mica y estaba la novia de Francisco, que se quedó un montón conmigo y me dijo cuánto me quería él. Y es mutuo. ¡Hay toda una energía que fluye con tanta naturalidad y tanto amor! No es algo que hayamos tenido que trabajar; fue algo natural. Cuando uno anda por la vida con la verdad… El corazón es un músculo y lo tenés que ejercitar de verdad todo el tiempo”.Luego, dio precisiones sobre cómo comenzaron sus problemas de salud. “Es algo que me pasó toda la vida… Es como el cáncer. Acudí a todo tipo de tratamientos, pero cuando las cosas tienen que ser, son. Todo empezó con una hepatitis C. Mucha gente la tiene y a todos les aconsejo que se la curen ya”.“No hay síntomas. Yo salí del sanatorio, Marcelo me vio y estaba totalmente amarilla. Cuando me dijeron que tenían que hacerme un trasplante me re asusté, creí que me moría. Estábamos en plena pandemia, venía de estar encerrada todo el día. Sumado a toda esa situación de miércoles, empecé a sentirme mal. En ese mismo momento me di cuenta de que algo estaba realmente jorobado y que era serio. Hasta que me descompuse, me fue a buscar una de mis hermanas y ahí quedé todo un año entero”, rememoró.Siguiendo con su relato, precisó: “El momento en el que sentí más miedo fue la tarde en la que me dijeron que estaba disponible el órgano. Yo les pregunté cuándo me lo iban a poner y me dijeron: ‘¡Ahora!’. Después, tuve más miedo aun cuando me dijeron que sufrí dos paros cardíacos y que mi médico me tuvo que revivir como en las películas. No fue con máquinas, me tuvieron que revivir manualmente. Eso me pareció increíble”.También hubo espacio para la autocrítica: “No soy una paciente fácil… Yo sé que jodí. Un día les pedí perdón a las enfermeras. ¡A todo el mundo le rompí las bolas! Pero era difícil la situación, se me caían los anteojos, no veía y no me los podía poner… Por supuesto que siempre agradecí todo lo que hacían por mí, pero estás ahí solo y estás muy demandante. Un día me ratée… Agarré una silla de ruedas y me escapé. Me senté en la confitería, algo que no podía hacer, me tomé una gaseosa y sentía que me salía el gas hasta por los ojos. ¡Necesitaba una gaseosa! ¡Mirá la boludez! ¡Quería algo de la humanidad!”Aquino precisó, también, como continuó su vida luego de haber sido trasplantada: “La vida pos trasplante es durísima. El otro día les dije a mis médicos, dos eminencias: ‘¡Desgraciados! ¡No me dijeron que iba a ser para tanto, que era tanto dolor!’. Estaba con cables por todos lados… Es un trasplante durísimo, muy jodido. Supongo que con todos los trasplantes pasará lo mismo, pero es muy larga la recuperación; tu cuerpo se rearma y todo se tiene que acostumbrar a este órgano nuevo que no es tuyo. La palabra paciente va perfecta. Somos pacientes. Lo que tuve que aprender fue eso. Tenés que aprender todo de cero, hasta a cortar una papa”.“Después de salir de la internación en La Trinidad empezó la recuperación en el Santa Catalina. ¡No podía ni siquiera agarrar el celular! Pesaba 49 kilos; no tenía fuerzas ni para levantarme y lavarme los dientes. Fue muy dura esa parte. Pero yo sabía que todo iba a salir bien. Intentaba ponerle onda a todo. Si no le ponés buena vibra a la vida estás sonado. Tenés que intentar reírte con la misma boludez. Lo mejor que puede pasarte en el día es matarte de risa de vos mismo”, recomendó.“Recién tomé conciencia de que mi vida había vuelto a empezar la primera vez que entré a mi casa. ¡Volvía a estar en mi mundo! Sentir los olores de mi casa, estar con mis animales… Ese día fue la gloria del cielo. A veces me levanto a la mañana y estoy hipersensible… Muchas amigas yoguis me dicen que cuando estás tan cerca de la muerte se abren muchos umbrales distintos y por eso tengo cosas muy premonitorias, estoy un poco allá, acá, no sé dónde estoy. Tengo una sensación distinta de la vida. Ahora agarro mi cepillo de dientes y me parece muy loco, porque durante un año estuve dependiendo de los demás para todo. Fue una guerra todos los días, todo el tiempo”, indicó.Luego, indicó cómo son sus días en la actualidad y reveló un fuerte deseo que todavía no se atrevió a concretar: “Tengo ganas de escribirle una carta a esa familia que me donó el órgano. Algunos me dicen que es zarpado porque por ahí toco la sensibilidad de esas personas, pero es una necesidad que siento, porque no saben lo importante que fue para mí. ¡Volví a vivir! Gracias a esa persona yo volví a vivir. Es impresionante el cariño que siento por parte de la gente en la calle. Me siento Messi, Maradona. Un amor tremendo. Me largo a llorar con la gente. Y recibo muchísimas consultas y creo que es la parte más relevante que estoy haciendo ahora. A todos les aconsejo que se agarren del amor, que es lo que más vale, que recen, que abracen. Siento que me fui y volví”.LA NACIONTemasSoledad Aquino+infoConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de PersonajesSebastián Francini. 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