Pasaron de parar durante 24 horas y de subir la apuesta amagando con una huelga de 36 horas a la pasividad casi total, sin protestas y ni siquiera reuniones. Fue curiosa la transformación de los gremios del transporte, que el 30 de octubre hicieron una medida de fuerza a espaldas de la CGT que le dio autonomía y capacidad de presión al ala dura del sector en la escena política y sindical, pero que luego se fue desdibujando hasta llegar a la encerrona en la que quedó atrapada en estos días.En principio, la Mesa Nacional del Transporte, creada el 19 de septiembre para compensar la quietud de la CGT ante el Gobierno, ya no existe más. Sus socios fundadores fueron Pablo Moyano y Omar Pérez (Camioneros), Mario Caligari (UTA), Omar Maturano (La Fraternidad), Juan Carlos Schmid (Fempinra), Pablo Biró (APLA), Juan Pablo Brey (aeronavegantes) y Raúl Durdos (SOMU), quienes decidieron unirse por la actitud tolerante ante la Casa Rosada del titular de la Confederación Argentina de Trabajadores del Transporte (CATT), Sergio Sasia (Unión Ferroviaria).La mayoría de esos sindicatos provenían de la CATT mientras que la UTA y La Fraternidad pertenecían a una entidad rival como la Unión General de Asociación de Trabajadores del Transporte (UGATT), pero el feroz conflicto en Aerolíneas, que mantenía a los sindicatos aeronáuticos en pie de guerra, sumado a la postura de la CATT y la vocación dialoguista de la CGT, logró el milagro de juntarlos.Pablo Moyano encontró en la Mesa una herramienta para atacar al Gobierno por fuera de la CGT y así se gestó el paro de 24 horas que se hizo el 30 de octubre, aunque para entonces ya habían tenido una baja clave: Roberto Fernández, el líder de la Unión Tranviarios Automotor (UTA), tomó distancia de los combativos del transporte para negociar un aumento salarial con el Gobierno y finalmente no adhirió a la medida de fuerza. Fue el primer golpe a una estructura de sólo 7 sindicatos y tuvo un fuerte impacto: ningún paro de transporte es efectivo si no lo cumplen los choferes de colectivos.Ese distanciamiento de la UTA fue una de las razones que explican por qué fracasó la intención de la Mesa del Transporte de que una huelga sectorial como la del 30 de octubre se convirtiera en un paro general, pese a que se habían sumado los piqueteros, los ultrakirchneristas y la izquierda.Pese a su discurso triunfalista, los integrantes de la Mesa empezaron a tener diferencias apenas terminó la medida de fuerza. Algunos querían organizar un nuevo paro, mientras que otros preferían esperar porque creían que no había margen para una protesta. La CGT, en tanto, miraba para otro lado. Ninguno de los referentes dialoguistas dio una opinión sobre el paro del transporte y tampoco hubo un comunicado de prensa para solidarizarse con los gremios del sector en conflictoEl 4 de noviembre, la noticia surgió desde la CATT: Sasia renunció a liderar la confederación pocas horas después de la reunión que, sin avisarle, tuvieron Moyano, Schmid, Biró, Brey y Durdos, quienes se habían apartado de la entidad para lanzar la Mesa Nacional del Transporte:La convocatoria corrió por cuenta de Schmid, secretario adjunto de la CATT, y a Sasia no lo invitaron ni lo informaron sobre la reunión, que tuvo un carácter informal, aunque sus organizadores aseguraron a Infobae que participaron 20 de los 26 gremios de esa confederación. En su transcurso, se analizó la problemática del sector y particularmente el congelamiento de la actividad de la CATT: entre las quejas de los presentes, se dijo que Sasia no llamaba a ninguna reunión del Consejo Directivo desde hace meses y que incluso no atiendía los llamados de sus integrantes.La parálisis de la Mesa se mantuvo hasta que se firmó el acuerdo en Aerolíneas, el 13 de noviembre, pero lo que siguió fue una sentencia de muerte de esa estructura sindical que fue firmada por uno de sus miembros. Maturano vaticinó en un plenario de su sindicato que la Mesa del Transporte “se va a desarmar” por “sindicatos que no tienen historia, que no tienen lucha” y apuntó contra los dirigentes aeronáuticos: “Son pilotos de avión, muchachos, son aeronavegantes, que no conocen el verdadero sindicalismo y que no conocen la verdadera pobreza, y eso nos va a romper”.Aunque es cierto que esos ataques inusitados se habían hecho a puertas cerradas, era obvio que alguno de los presentes en el plenario iba a filmar el discurso con su celular. Así, la imprudencia del jefe de La Fraternidad concretó el pesimista vaticinio sobre la ruptura de la Mesa del Transporte, justo, además, cuando el propio Maturano impulsaba un paro de 36 horas contra el Gobierno, que Pablo Moyano avalaba, pero que el resto de sus colegas resistía porque “no había clima” para hacerlo.Sin embargo, contrariamente a lo que se preveía, el final de la Mesa no reactivó en un 100% a la CATT. Tras la renuncia de Sasia, su lugar fue ocupado por Schmid, su secretario adjunto, un experimentado dirigente de impronta dura, pero racional. En esos días, parecía que la confederación del transporte iba a sumarse a los sectores kirchneristas que promovían un paro o una movilización para el 5 de diciembre, tal como quería Pablo Moyano. Pero el dirigente de Camioneros se quedó solo en su propuesta de realizar una nueva protesta contra Javier Milei. En principio, en la CGT, cuya mesa chica, decidió el 19 de noviembre no hacer más paros y apostar al diálogo con el Gobierno.Esa decisión derivó en la renuncia a la CGT del dirigente de Camioneros, luego de que Hugo Moyano, su padre y líder del sindicato, habló con los dialoguistas para desautorizar a su hijo mayor y aclararles que prefería negociar con la Casa Rosada y no hacer por ahora ninguna nueva medida de fuerza.Pablo Moyano tampoco tuvo aliados en el transporte: la CATT ni se reunió para debatir un paro o una movilización y la protesta del 5 de diciembre sólo fue impulsada por las dos CTA, piqueteros y agrupaciones ultrakirchneristas, más sindicatos K entre los que estuvieron bancarios y SMATA.Ahora, la CATT está en modo de espera. Todavía no hubo nuevos contactos con la confederación de sindicatos de la industria (CSIRA), que encabeza el kirchnerista Ricardo Pignanelli (SMATA), ni con la confederación de gremios del sector energético (CATHEDA), dirigida por Guillermo Moser (Luz y Fuerza), pese a que la idea original era unir fuerzas para oponerse a las reformas libertarias.Este jueves, la CATT al menos emitió un comunicado de prensa en el que expresó “su enérgico cuestionamiento a la desregulación del transporte en Argentina”, reglamentada este martes a través de la Resolución 57/2024 de la Secretaría de Transporte de la Nación. En la declaración, le exigieron a las autoridades del Gobierno “que tomen medidas urgentes para regular y controlar el transporte en Argentina” y “priorizar la seguridad de pasajeros y trabajadores”.