Al día siguiente de su expulsión de Twitter, los 10 periodistas suspendidos el jueves por la noche y sin previo aviso por el nuevo dueño y señor de la red social, Elon Musk, seguían sin tener del todo claras las causas de su veto fulminante, que fundió sus cuentas a negro sin opción a réplica o defensa. Las consecuencias, en cambio, fueron cristalinas: la decisión del magnate generó una alarmada reacción global por parte de usuarios de la plataforma, estamentos periodísticos, asociaciones en defensa de la libertad de prensa, la Organización de Naciones Unidas y autoridades desde Washington a Bruselas, donde Vera Jourova, vicepresidenta de la Comisión Europea, dijo que la medida violaba la Ley de Servicios Digitales de la UE y amenazó con algo más que palabras. “Hay líneas rojas. Y sanciones, pronto”, tuiteó la alta funcionaria el viernes por la mañana.Seguir leyendo