“Nosotras lo que hacemos es diseñar recuerdos”, asegura Eme Carranza, la encargada de darle vida a algunos de los restaurantes más llamativos de los últimos años. Niño Gordo, La Gintonería, Tigre Morado y el recientemente inaugurado Cochinchina son algunos de los locales que forman parte de su lista de trabajos realizados.Con el objetivo de que cada visita quede guardada en la retina (y en el feed de Instagram), ella piensa estratégicamente conceptos creativos que estén alineados con los menús. Selecciona los muebles para cada rincón y balancea los colores y las texturas para crear espacios cómodos pero que, a su vez, garanticen una cierta rotación para el recambio de clientes.CONOCÉ A EME CARRANZA, LA DISEÑADORA DE NIÑO GORDO, DIVISADERO Y LAS PATRIOTASSi bien por su trabajo muchos piensan que es arquitecta, lo cierto es que Carranza, en realidad, es diseñadora gráfica. Tiene 32 años, se recibió en la Facultad de Arquitectura, Diseño y Urbanismo de la Universidad de Buenos Aires (FADU), en donde también se desempeñó como docente, y luego se animó a sumergirse en el mundo del cine nacional como vestuarista y escenógrafa.¿Cómo definiría a su trabajo? ¿Es ambientación? ¿Es look and feel? Ella resume: “Si yo tuviera que ponerme un rótulo, utilizaría el de directora de arte, porque se aplica a un montón de disciplinas. Nosotras, junto con el equipo de su estudio, hacemos proyectos integrales”.Impacto onírico en Fabric, el reducto especializado en sushiGentilezaEl primer acercamiento de Carranza a la gastronomía fue “realizar la identidad” a nivel gráfico de varios locales. En ese momento, se dio cuenta de que se producía un desfasaje entre el concepto que ella y su estudio creaban y el trabajo que posteriormente realizaban los arquitectos dentro del local.“Lo que me pasaba era que nuestro concepto solo quedaba plasmado en las piezas gráficas, como el logo, el menú, una marquesina, pero después venía el arquitecto y hacía algo que no tenía nada que ver con esa idea. Entonces, lo que sucedía era que los locales terminaban siendo híbridos”, recuerda.El primer local en el que comenzó a “meter bocadillos” sobre cómo debería ser la ambientación fue Boticario, un bar ubicado en Palermo que está decorado como si fuera una antigua farmacia. “Fue el primer trabajo en el que excedí la identidad gráfica en gastronomía. Me empecé a meter en todo, hasta que el dueño me preguntó si quería encargarme de la estética del lugar en general”, cuenta. Luego de esto, realizó una intervención en los baños del bar Florería Atlántico, en donde anteriormente había colaborado con el arreglo de una vidriera. Tras realizar este proyecto con éxito, Tato Giovannoni, el dueño, la contrató para que ambientara La Gintonería, ubicado en Rosario. En este caso, se inspiró en la película Metrópolis, y al tratarse de la venta de un gin nacional, también tomó como referencia a los trabajadores industriales y al sindicalismo argentino.Fascinante puesta en Tigre Morado, la esquina palermitana dedicada a la cocina peruana de fusión asiáticaGentilezaTras estos primeros trabajos, Eme comenzó a recibir encargos de todo tipo por parte de empresarios gastronómicos de emprendimientos que iba desde la comida asiática y peruana hasta otros de venta de donas, churros y choripanes.Fiel convencida de que las ideas “no aparecen solas”, la diseñadora asegura que “cree en el método de trabajo” para lograr conceptos creativos. “Haber sido docente en la facultad me dejó eso. No se prende una lamparita y viene la idea sola, sino que hay que ir a buscarla. Lo que hacemos es proponer ejercicios todo el tiempo para estimular la creatividad. Yo tengo ese método muy incorporado y se lo transmito a mi equipo”, explica. Actualmente, su estudio está formado por cinco personas de su máxima confianza, entre ellas, su hermana y su mejor amigo.4 RESTAURANTES QUE SE DESTACAN POR SU ARQUITECTURACarranza asegura que el método le sirve para garantizar ideas originales a sus clientes: “Cuando tengo una idea y quiero hacer la investigación, me cuestiono si realmente es buena o de dónde viene porque podría estar influenciada por algo que vi, por ejemplo, cuando viajé a Nueva York. Para saber que esa idea es nuestra y de nadie más, el proceso tiene que ser genuino”.Gracias a este método, asegura que nunca se queda sin ideas y que jamás le ha pasado no saber qué hacer frente a la apertura de un nuevo restaurante. De todas maneras, aunque a simple vista podría no parecerlo, Carranza admite que el local en el que más le costó trabajar fue El Preferido de Palermo. Este bar forma parte de la lista de Bares Notables de la Ciudad de Buenos Aires y fue destacado, entre otros motivos, porque Jorge Luis Borges lo visitaba durante su infancia en el barrio.Niño Gordo, un viaje por OrienteGentileza“Ahí aparecieron un montón de otros factores que no tienen que ver con nuestra capacidad de proyectar, sino con que era un espacio que ya existía con su gente. Estábamos haciendo la obra y las personas pasaban y decían: ‘¿Qué están haciendo? ¡Este lugar era del barrio!’. O decían que lo íbamos a arruinar. Yo me iba con una angustia…”, se lamenta.“Fue difícil sentir que la gente tenía expectativas sobre lo que estabas haciendo, no es lo mismo que un cliente. La gente es la que tiene que querer ir. Entonces, para mí fue un desafío total. Después, cuando abrimos las puertas, vinieron personas que decían: ‘Yo vengo acá desde hace cuarenta años’. Para mí eso fue un éxito absoluto”.Detallista al máximo, asegura que está atenta a todo lo que sucede dentro del salón: desde la sonoridad, las luces, los muebles y hasta la vajilla. “Creo que lo que tiene que pasar es que vos puedas reconocer ese espacio fácilmente sin que eso sea literal”, arriesga.“Nosotras trabajamos con símbolos y elementos que la gente reconozca fácilmente para que se sienta identificada con el espacio, pero proponiendo algo nuevo”. Uno de los casos en los que cree que logró ese sentimiento de pertenencia fue en Chori. “Se convirtió en una especie de club de barrio. Hay gente que hasta se ha tatuado al personaje de Chori, que aparece en la gráfica. Chori hoy es de los pibes”, cuenta entre risas sobre este restaurante especializado en choripanes gourmet.SUSTENTABLE. CREARON UN RESTAURANTE QUE SE PUEDE DESARMAR, MUDAR Y RECICLARPara la diseñadora, un local perfecto debe cumplir requisitos muy claros: “Cuando pasás por la puerta de un restaurante, tenés que hacerte una idea de más o menos qué valor puede tener el cubierto; de cómo me tengo que comportar cuando entre; qué es lo que voy a comer, y de qué es lo que va a pasar ahí. Hay un montón de preguntas que uno se hace inconscientemente y se las tiene que poder responder. Si eso no pasa, es que hay algo en la comunicación que no está funcionando. Es como el póster de una película, con sólo verlo ya tenés que entender de qué género es el film”.Además de la calidad del menú y de los chefs que cocinan, otra de las cuestiones que define hoy si se visitará o no un restaurante es cuántas selfies o fotos se podrán compartir en las redes sociales. Sobre cómo es el proceso para pensar aquellos espacios que puedan generar interacción, la diseñadora explica: “Tenemos muy en claro que los locales son un negocio que tiene que funcionar y que hoy las redes son el medio de comunicación principal, así que las tenemos en cuenta totalmente”.La Gintonería, en Rosario, del bartender Tato GiovannoniGentilezaEn este sentido, la diseñadora expresa que siempre realizó las ambientaciones con la intención de generar un universo onírico, y que hubo una anécdota divertida que vivió en el restaurante Niño Gordo que le aportó una importante lección. “Pusimos ciento cuarenta lámparas en el techo y, cuando empezamos a ver qué fotos se sacaba la gente, la mayoría eran selfies con el techo de fondo. Ahí pensé que tenía sentido, porque la persona a la que le da vergüenza sacarse una foto, agarra la cámara, la apoya sobre la mesa y se saca una selfie de sí mismo. Dije… ¡esto es para tímidos!”A raíz de este accidente positivo, la diseñadora comenzó a trabajar más profundamente con esos puntos de vista impensados, como pueden ser el piso o el techo. “Son los últimos lugares en los que pensábamos que alguien querría sacarse una foto. Entonces, empezamos a pensar cómo hacer para que se vea la marca en esos espacios. No hace falta que sea el logo, pero sí algo icónico que hiciera referencia al lugar”.Eme confiesa que ella y su equipo se sacan fotos desde esos ángulos especiales y los comparten para “educar a la gente sobre cómo se tiene que ver el lugar para después compartir”.Su originalidad a la hora de darles vida a los restaurantes le valió que la nominaran en los Restaurants and Bars Design Awards, un concurso internacional que premia la excelencia en el diseño. El local elegido fue el de la sucursal de Fabric Sushi de Puerto Madero, que se basó en morfologías que remiten a la naturaleza, a los arrecifes y a los corales, pero desarrolladas con materiales como el cemento y la madera, que denotan el ingenio y la mano del hombre.Este impulso hizo que Carranza recibiera varias propuestas en el exterior para trabajar durante 2020, pero a raíz de la pandemia sus planes en Miami, San Pablo y Ciudad de México quedaron pausados. De todas maneras, gracias a cierta flexibilización en los controles y protocolos en Estados Unidos, este año la diseñadora recibió una propuesta para trabajar en un local ubicado en la Gran Central de Nueva York.Las Patriotas, una taberna especializada en platos argentinos, ubicada cerca del BotánicoGentilezaEme confiesa que no sigue demasiado las tendencias en cuanto a la estética en otras partes del mundo, porque lo que ella crea “no parte de lo que se usa ni de lo que los otros hacen”. De todas maneras, sí reconoce estar atenta a lo que sucede en materia gastronómica.“Me interesa ver qué productos se ponen de moda, en qué formato se consumen, por ejemplo si en platitos, platos elaborados o grandes, si hay barras, tapeos, gente adentro o afuera”, detalla, y agrega que en su último viaje a Nueva York, descubrió que abrieron una gran cantidad de bares para tomar sake. “Todo el mundo va a tomar esta bebida. Esto va a llegar a la Argentina, como pasó antes con las vermuterías y las cervecerías”, y destaca que existe una “mayor conciencia sobre el producto, la estacionalidad y sobre el trabajar con lo que hay. Creo que la gente está volviendo a conectar con el producto de una forma más simple y austera”.CON 22 AÑOS, CREÓ UNA APP PARA REEMPLAZAR LAS CARTAS DE LOS RESTAURANTESA la hora de visitar restaurantes que no fueron diseñados por ella, reconoce que le encanta conocerlos, pero confiesa que los analiza con ojo clínico, porque le gusta entender qué es lo que la convoca de ellos. “Lo que me fascina es ver los resultados, ver cómo ese lugar llega a la gente y cómo trasciende. Me pasa con Don Julio, yo ahora trabajo ahí, pero ellos empezaron mucho antes. Era una parrilla de barrio y hoy es el número uno de Latinoamérica. Pero sigue siendo esa esquina para los vecinos. Esos son los lugares que me enloquecen. Me pasa también con Sudestada, que es un lugar que está hace veinte años y que entrás y sigue siendo moderno. Eso me parece increíble. No hay moda, hay algo atemporal que perdura”.La idea que sobrevuela en el trabajo de Eme es su interés por crear espacios que se transformen en clásicos. “A las personas nos gusta identificarnos. Nosotros empezamos a comer en las cocinas de nuestras casas, con nuestras abuelas cocinándonos. Hay algo íntimo y de amor que, cuando vos salís a comer afuera, tiene que estar por más que no sea tu casa. Si vos sentís que estás en un lugar que te identifica, automáticamente, te sentís refugiado y a gusto, y vas a querer volver. Cuando te conocen, y ya sabés quién te va a servir la comida, lográs que se genere una gran empatía con el cliente y fidelidad con el espacio”.Tras ambientar más de quince restaurantes a lo largo del país, Carranza cuenta que comenzó a recibir consultas a través de las redes sociales de personas que querían adquirir los muebles elegidos por ella para los locales. Por eso, a mediados de año, lanzará su tienda online en la que venderá su propia línea de mobiliario. Además, también se animará a trabajar por primera vez para una familia, ambientando los distintos espacios de su casa.Si hay algo que queda claro tras hablar con Carranza, es que le escapa al encasillamiento y que día a día intenta destrabar un nuevo nivel en lo que respecta a su campo laboral. “Es hora de agitar de nuevo el avispero y sumergirnos en otros rubros, otros desafíos y otros tipos de clientes”, reflexiona sobre su futuro cercano, que también la encuentra trabajando en la ambientación de la fábrica de la marca Quilmes.María Eugenia MastropabloTemasLifestyleLA NACION revistaGastronomíaDecoraciónDecoDecoideasRestaurantesRestaurantes y BaresConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de LA NACION revistaPortobellos: el chef de El Faena, aconseja salarlos después de la cocción.No hay lugar. Cuáles son los restaurantes porteños en los que no se consigue mesa y cómo lograrloRelación tóxica. 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