>LA NACION>LifestylePara superar a la competencia, su dueño exigió al barco más allá de lo permitido, ocasionó el hundimiento del vapor América en aguas uruguayas y la muerte de 141 pasajeros 11 de febrero de 202502:5310 minutos de lectura’Augusto VitoresEscuchar NotaEl 24 de diciembre de 1871, el Río de la Plata fue escenario de una de las tragedias marítimas más cruentas de la historia argentina: el hundimiento del vapor América. Se cobró 141 vidas y es denominado “el Titanic argentino” por su similitud con el famoso accidente que ocurriría casi cuatro décadas más tarde. Se destruyeron cientos de familias; algunas desaparecieron por completo y en otras solo sobrevivieron algunos miembros, presenciando la agonía final de sus afectos. Pero una historia en particular se lleva el protagonismo a la hora de recordar esa noche, un sacrificio heróico que salvó la vida de una mujer y su embarazo.“El vapor se había traído de Estados Unidos como una adquisición moderna, realizaba el trayecto de Buenos Aires a Montevideo y estaba orientado a un público de clase alta. En aquel entonces viajar era un privilegio poco accesible y el interior del barco era sumamente lujoso. Muchos de ellos se trasladaban por negocios y otros por placer, aunque en este caso en particular probablemente haya sido por la proximidad a navidad”, explica a LA NACION Carlos Campana, historiador y periodista especializado en asuntos históricos.Ilustración de la tragedia, graficada en un medio contemporáneo.Autor desconocidoEl América zarpó a las 6 de la tarde del día anterior, llevando a bordo 208 pasajeros. Los sobrevivientes afirmaron en diversos medios que el ambiente era de absoluta alegría y tranquilidad, muy lejanos a predecir lo que ocurriría más tarde. A bordo se encontraban figuras destacadas de la sociedad porteña como Alejo Arocena, presidente del Banco de la Provincia de Buenos Aires; Augusto Marcó del Pont y su esposa embarazada, Carmen Pinedo Quesada; y Luis Viale, un comerciante y cofundador del Hospital Italiano de Buenos Aires. Un diario uruguayo de la época describía a la embarcación como “un palacio flotante”.Luis Viale tenía planificado viajar hacia Uruguay en su competencia directa, el vapor “Villa del Salto”, pero poco antes de partir decidió modificar su pasaje para subirse al América junto a sus amigos Ignacio Gómez y Juan Martín. Se registra que otros pasajeros también realizaron este fatídico cambio de último momento, desde ya sin imaginar las tremendas consecuencias que acarrearía para ellos y sus familias.Los vapores Villa del Salto y América tenían una marcada rivalidad, ya que compartían trayecto y competían por los mismos clientes. “En aquel entonces la velocidad era un asunto considerable, era normal que se corrieran carreras para tratar de llegar antes a destino. Les importaba mucho porque acortaba los tiempos de viaje y eso le daba más prestigio a la empresa”, narra Francisco Savino, experto en navegación de la Fundación Náutica Deportiva.El Vapor América, traído de Estados Unidos, similar a las embarcaciones q navegaban en el Río Misisipi.Archivo Carlos CampanaEn esta feroz batalla entre las dos empresas, el capitán y dueño del América, Bartolomé Bossi, había decidido superar a su enemigo y mostrarse como el servicio definitivo para esta ruta. A pesar de diversas advertencias de seguridad por parte de los tripulantes, Bossi estaba dispuesto a lo que sea para mantener una gran velocidad y llegar primero a Montevideo, humillando a su rival. No se imaginaría que su barco no sólo no llegaría antes, sino que no llegaría en lo absoluto. “Exigir al barco para navegar a la máxima velocidad posible implicaba un exceso de temperatura y presión, lo que claramente jugó un papel crucial en el hundimiento”, afirma Savino.La tragediaA la 1:30 de la madrugada, el vapor navegaba con viento favorable por las aguas del Río de la Plata cuando un estruendo sacudió la embarcación. La explosión provenía de la sala de máquinas: uno de los tubos de la caldera había estallado. El sonido seco y la vibración inmediata generaron inquietud entre la tripulación, pero el show debía continuar y el capitán no pensaba reconocer el riesgo ni aminorar la marcha.Bossi descendió al sector de máquinas para evaluar los daños y, al regresar, comunicó a los pasajeros que no había motivo de preocupación. “Solo se trata de un tubo”, afirmó con tranquilidad, asegurando que llegarían sin inconvenientes a Montevideo alrededor de las nueve de la mañana. Pero la situación era mucho más grave de lo que el capitán admitía. La explosión había comprometido la estructura interna de la caldera, provocando fugas de vapor y fuego en la bodega.El episodio fue un tema muy presente en la agenda de los medios.Facultad de Información y Comunicación, Universidad del UruguayMinutos después, las llamas encontraron combustible en la madera y los materiales inflamables que transportaba el buque. Esto provocó que el humo comience a filtrarse por las cubiertas. Algunos tripulantes, conscientes de la gravedad del incendio, sugirieron reducir la presión y buscar la manera de contener las llamas, pero el capitán insistió en mantener el curso.Cuando el fuego se extendió más allá de la sala de máquinas y alcanzó las cubiertas superiores, la situación se volvió incontrolable. Los pasajeros, muchos aún en pijama, salieron aterrorizados al notar que las llamas consumían al barco a un ritmo alarmante. Se desató el caos: algunos intentaron arrojarse al agua, otros forcejeaban por alcanzar los botes salvavidas, que en su mayoría estaban inutilizables o ya habían sido alcanzados por el fuego. En ese momento, quedó claro que la decisión de subestimar la explosión inicial había sentenciado al América y a muchos de sus pasajeros.Dos explosiones más erradicaron cualquier duda posible. La desesperación se apoderó de todos a bordo. Los sobrevivientes relataron escenas de pánico, con personas desesperadas y golpeándose por obtener un salvavidas. Algunos hasta se tiraron sin ningún objeto al mar, donde nadaron tratando de mantenerse a flote hasta que sus músculos dejaron de responder.Las llamas ardieron por todo el Vapor después de las explosiones, causando todavía más conmoción.Archivo General de la NaciónEl “Villa del Salto” pasó a unos 300 metros y siguió de largo, lo que le valió muchas críticas a su capitán. Recién fue alertado de la catástrofe por una pasajera que avistó las llamas ya a lo lejos. Tras más de una hora de navegación, llegó al lugar del siniestro e hizo labores de rescate durante dos horas, logrando salvar a casi 70 personas, entre ellas Carmen Marcó del Pont, que se mantenía en superficie gracias a un sacrificio fatal.Héroe suicidaSi bien no se puede precisar con total seguridad el diálogo o los detalles de la situación, las investigaciones coinciden en destacar la actitud de quien se convertiría en un ejemplo de solidaridad y empatía. Cuando el incendio se propagó y el caos se apoderó de la embarcación, Luis Viale observó a la pareja conformada por Augusto Marcó del Pont y su esposa, Carmen Pinedo, quienes se habían arrojado al agua sin salvavidas. Al percatarse de su estado, Viale decidió quitarse el suyo y entregárselo a Carmen, pronunciando palabras de aliento antes de ser tragado por las olas.El monumento a Luis Viale, aún hoy presente en la Costanera.Gobierno de la Ciudad de Buenos Aires“Usted es joven y tiene otra vida que salvar”. Este acto de valentía le costó la vida, ya que poco después fue tragado por las olas. Augusto intentó resistir, pero sucumbió al cansancio, mientras que Carmen fue rescatada y logró sobrevivir. “Luis Viale tuvo un gesto absolutamente altruista en uno de esos momentos donde se vé la verdadera esencia de una persona. Incluso lo considero un ejemplo a nivel personal, me marcó mucho conocer su historia”, reflexiona Carlos Campana.También narra que la admiración que generó su generosidad en la sociedad de la época fue tal que se lo honró con un monumento que hoy en día aún se encuentra firme. En 1872, la colectividad italiana en Buenos Aires recaudó fondos para erigir el busto, símbolo de heroísmo y solidaridad. Inicialmente ubicado en Recoleta, hoy se encuentra en la Costanera Sur, mirando al río que fue testigo de su sacrificio.Donde manda capitánPero para que todo héroe pueda existir es necesario también un villano. Cuando el fuego consumía gran parte del América y el caos se apoderaba de la nave, Bartolomé Bossi, el capitán y propietario del barco, tomó una decisión que sería señalada por muchos como un acto de cobardía. Gran cantidad de sobrevivientes afirmaron que, en lugar de coordinar un plan de evacuación para los pasajeros, muchos de los cuales estaban atrapados en la cubierta, Bossi optó por salvar su propia vida. Narran que se dirigió a la borda y, sin dudarlo, se lanzó al agua, abandonando a su tripulación y a los viajeros en medio del desastre. Su acción contrastaba con la desesperación de quienes, sin salvavidas ni embarcaciones auxiliares, se veían condenados a perecer en las llamas o ahogarse en el río.Retrato de Bartolome Bossi, quien también incursionó en el arte plásticoVintage Library / Alamy Stock PhotoMientras decenas de personas luchaban por mantenerse a flote, Bossi logró sujetarse a los restos del naufragio y fue rescatado por uno de los pocos botes que pudieron ponerse a salvo. Su supervivencia, lejos de ser un testimonio de resistencia, se convirtió en una de las mayores controversias de la tragedia. En la tradición naval, el capitán es el último en abandonar el barco, y su deber es garantizar la seguridad de los pasajeros antes que la propia. Sin embargo, Bossi incumplió este principio fundamental.Tras ser rescatado y llegar a Montevideo, Bossi fue detenido y sometido a juicio, aunque finalmente resultó sobreseído. No es posible afirmar la certitud del proceso judicial, aunque sí se conoce que Bartolomé era una personalidad influyente en aquel entonces gracias a su fortuna, conexiones y negocios. El historiador Carlos Campana logró registrar su pertenencia a una logia masónica, donde pretendían comandar los destinos del país.Pero incluso el veredicto judicial favorable no logró limpiar su imagen ante la sociedad. Para la opinión pública, su conducta había sido imperdonable: un capitán que abandona su barco en el peor momento no merece volver a comandar una nave. La presión fue tal que Bossi decidió alejarse del Río de la Plata y continuar su carrera en el exterior, donde murió años después sin haber logrado redimir su nombre.A la distancia se pondera si su culpabilidad y malicia fue efectivamente tan marcada como lo grafica la leyenda o en realidad deberían considerarse algunos matices. Francisco Savino argumenta: “era normal que, en aquella época, los capitanes no prestaran demasiada atención a los maquinistas cuando les advertían sobre un problema en la sala de máquinas, incluso muchos barcos naufragaron por esa causa. Hoy en día se profesionalizó mucho su labor, por lo que se le da mayor consideración.”Acto de homenaje a Luis Viale en la Costanera Sur.Archivo La Nación“Aun así, se demoró mucho en dar la orden y no apreció la situación con la suficiente seriedad. Como dueño de la empresa, priorizó hasta último momento el prestigio de la misma, entonces muy marcado por la velocidad de las embarcaciones”, continúa.Tras las fuertes críticas, Bossi publicó un efusivo comunicado para defenderse y contar su versión contra el escarnio público. Culpó al maquinista que se encontraba en la sala de máquinas que, según su relato, le comunicó que era solamente un problema en los tubos y no había otro inconveniente por el cual preocuparse. También acusó al capitán del vapor Valle del Salto por no haber frenado y brindado auxilio cuando le realizó señales de advertencia.“Ya debía haberme habituado a los ataques de mis gratuitos enemigos, que no pierden momentos para hincarme su venenoso diente, seres sin conciencia propia que no respetan a sus semejantes ni en la desgracia; almas corrompidas y depravadas en quienes no germina un solo sentimiento de justicia: reptiles de la humanidad en quienes solo está la idea del mal impelida por la envidia que les causa, ya sea la posición, inteligencia ó el valor de sus víctimas”, afirmó Bossi contra sus detractores.Sin dudas esta tragedia dejó una marca indeleble en los familiares y allegados de las víctimas así como en el mundo de la navegación argentina. Impuso una figura de aspiración ética en contraposición a su opuesto: el infame que entregó a quienes debía proteger. Carmen Marcó del Pont no pudo hablar sobre lo sucedido hasta el fin de sus días.Por Augusto VitoresTemasHistorias LNConforme a los criterios deConocé másMás notas de Historias LN”Fue educada de una manera distinta”. El balneario que nació de un sueño heredado y la perseverancia de una mujerCon más de 100 años de historia. El hotel que fue el refugio de escritores y viajeros, desafió el paso del tiempo y hoy sigue vigente“Si tuviera la oportunidad, volvería a Argentina”. Tiene éxito en Europa, pero ahora ve de otra forma al país