El margen para soñar que tiene una niña de un pueblo en el ultraconservador sur de Egipto es muy limitado, se mire desde la perspectiva que se mire: temporal, material, social, espacial. Construir un futuro rompedor podría parecer a su alcance a una edad temprana, pero los pasos que hay que dar a partir del momento en el que se empiezan a vislumbrar los primeros indicios de madurez están muy acotados por la comunidad —y sobre todo los hombres— que las rodean.Seguir leyendo