Hace poco más de un año, con brackets todavía en los dientes, Stephanie y Susej reían a bordo de un dinosaurio de plástico dentro de un centro comercial. Salen abrazadas en la puerta de un cine, frente al espejo, en Teotihuacán, en unos recreativos, formando un corazón con los brazos en la playa. Juntas, “hasta que se seque el mar”, escribían con corazones en Facebook hace unas semanas. El 30 de julio, sus cuerpos aparecieron quemados en un paraje de la alcaldía Tlalpan, al sur de Ciudad de México. El brutal feminicidio de las dos jóvenes, procedentes de Maracay (Venezuela), ha destapado las cloacas de las redes de trata sexual en la capital mexicana.Seguir leyendo
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