Keir Starmer despertó serios recelos entre las organizaciones que combaten el cambio climático cuando antes de las elecciones dio un severo tijeretazo a su compromiso de poner en marcha una “economía verde”. Había anunciado una inversión de más de 33.000 millones de euros. La prudencia fiscal, ante una inflación galopante, le llevó a reducir a la mitad (unos 17.000 millones de euros) esa futura financiación. En los primeros días de Gobierno, las medidas anunciadas buscan disipar cualquier duda respecto a la firmeza del Partido Laborista en la batalla contra el calentamiento global.Seguir leyendo