CompartirEscucharMADRID.- Francia está dividida en tres: un bloque de izquierda, otro de centro y otro de extrema derecha. Su futuro depende de cuánto se odien entre sí. Los resultados de la ocurrencia electoral macronista sitúan al país en un récord de triangulares: hablamos de alrededor de 300 distritos donde se pasaría a la segunda vuelta con tres candidatos. Esto se hace evidente en que la formación de Marine Le Pen podría aspirar a la mayoría absoluta o no, dependiendo de la capacidad del resto para dejar de odiarse haciendo causa común con la oposición en apoyo a candidatos democráticos. La retirada de los aspirantes en tercera posición con consignas claras desde sus principales liderazgos sería fundamental. Parece que la izquierda va en esa línea, pero la derecha no tanto.Hablemos claro: el acceso de la extrema derecha al poder constituye el mayor peligro al que se enfrentan los países occidentales. Y hoy las democracias se destripan, se quiebran, se vacían de contenido por la senda electoral. No hacen falta generales o soldados asaltando palacios presidenciales. Y, sin embargo, no estamos asistiendo a una revuelta del pueblo contra la democracia: son las elites políticas las que parecen estar abandonándola. Lo dice uno de los grandes teóricos del populismo, Jan-Werner Müller, que denuncia también el oportunismo de los partidos de centroderecha por copiar o incluso colaborar con la ultraderecha, como hemos visto durante esta acelerada, loca y comprimida campaña –otro efecto colateral de la ocurrencia de Macron– con el inefable episodio de Eric Ciotti, el presidente del partido de Los Republicanos.RecuerdosPero con todo, el ejemplo más flagrante de desbarre de la elite política liberal en Francia ha sido la huida hacia adelante de Macron desde unas coordenadas que recuerdan demasiado a las del Brexit. Lo contaba el editorialista de Le Monde Philippe Bernard: “Cameron y Macron son el resultado de la arrogancia de unos líderes lo suficientemente cínicos como para poner en juego el futuro de su país”. Las democracias liberales se están erosionando por el ensimismamiento de su clase dirigente. La obcecación de Biden y el cierre de filas de los demócratas es otro ejemplo.Pero volvamos a Francia. Macron no solo no ha conseguido frenar el avance de la ultraderecha, como se propuso al comenzar su primer mandato presidencial. Con una retórica en campaña que roza la violencia verbal, ha declarado incluso tener miedo de una guerra civil en Francia en caso de que gane el partido de Le Pen y el Nuevo Frente Popular. No solo no ha reconstituido el equilibrio de fuerzas políticas desde su preciado centro, sino que lo ha dinamitado.Si la ultraderecha no consigue mayoría absoluta, no gobernará, según ha declarado el delfín de Le Pen, Jordan Bardella.¿Qué pasará entonces? Porque es posible que cualquier otra opción pueda conducir al bloqueo o a una situación de caos que igualmente pondrá la alfombra roja a la victoria presidencial en 2027 al partido de Le Pen, que será visto como la única y verdadera oposición y, por tanto, la alternativa. Al final va a ser cierto que hoy Francia empieza a tomar el camino opuesto a los valores de la revolución. Por supuesto, el responsable de esto tiene un nombre: Emmanuel Macron. © El País, SLMarian Martínez BascuñánEL PAISConforme a los criterios deConocé The Trust Project
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