Javier Milei. EFE/ Juan Ignacio Roncoroni
(Juan Ignacio Roncoroni/)El triunfo de Riquelme en Boca expresa más de lo que parece. Milei va al comicio y recibe su bautismo de fuego en el rechazo de eso que él, enamorado de la escuela austriaca, desprecia denominando -como todos los enriquecidos- “populismo”. El “riquismo” está en el pensamiento de la masa de economistas empleados de los poderosos que conciben la opinión de los “mercados” por sobre las necesidades de los habitantes. Imaginan un mañana donde solo voten los mercados, el resto molesta. Son contadores de los ricos que viven imaginando maneras de achicar los gastos sociales para incrementar las ganancias de los “inversores”, conjunto de personajes más cercanos al delito que a la industria, que se quedaron con las propiedades colectivas. Ellos cobran de los grupos de poder, y cada tanto, son enviados a un cargo del Estado para ayudar a su vaciamiento.Por otro lado, los kirchneristas se ocuparon de usurpar al Estado y al hacerlo, dejaron de representar a los humildes para sustituirlos por diversas formas de marginalidad. Ahora, se niegan a aceptar la derrota, como si prefirieran culpar al votante antes de asumir sus errores. Tanto recurrieron a la mención de una dictadura desconocida para ellos que terminaron siendo más repudiados que los mismos monstruos que realmente vinieron a destruir el país, torturando, asesinando y apropiándose de niños para vaciar al país. Se olvidaron de lo importante, que era terminar con el saqueo, con la ley de entidades financieras, entre otros detalles.Riquelme expresó lo popular contra la concepción privatista de los ricos parasitarios, intermediarios de siempre, endeudadores desde que somos o intentamos ser nación.Con Menem, se llevaban a la casa, el Estado, es decir, lo que les pertenecía a todos; con los Kirchner, lo convertían en un Arca de Noé para sus creyentes. Una degradación de la política en manos de oscuros personeros que decían haber sido perseguidos sin que en su mayoría esas cucardas tuvieran otra raíz que la explotación de algún carguito estatal.Milei , Macri y sus seguidores dicen que fueron cien años de errores económicos los que nos trajeron hasta aquí, cuando en rigor de verdad , son cincuenta. Los cincuenta años transcurridos desde el golpe del 76 y la ejecución de las políticas económicas de Martínez de Hoz y sus secuaces. Y como no paran de mentir y tergiversar la historia, el nuevo presidente de la Cámara de Diputados, de apellido Menem, para completar el nefasto ciclo, atribuye la responsabilidad de nuestras penurias a los radicales. Debería saber Martín Menem que los peronistas devenidos liberales, los peores traidores que tuvo la Argentina, al unirse al pensamiento de la Dictadura, son el verdadero origen del mal cuando no, el mal en sí mismo. Por eso, le recuerdo que el estallido de 2001 es responsabilidad absoluta de Domingo Cavallo y que nada tuvo que ver en ello el mejor presidente de la democracia, Raúl Alfonsín. Da la impresión de que por ahí pasa el cuestionamiento de este variopinto conjunto ideológico liberal libertario: es la democracia lo que los estorba.El movimiento nacional, esa vocación de ser patria que encontramos todavía en algunos de nuestros países vecinos, en nosotros está en riesgo de disolución, infiltrados como estamos por los grandes grupos de estafadores extranjeros que, en rigor, son los nuestros que, de puro traidores, se disfrazan de extranjeros para llevarse las fortunas que roban. Cuando ganó Alfonsín era por ser sin duda mucho más cercano al pueblo que Luder. Milei lo era más que Massa, a su peculiar modo, y Macri, a quien solo le queda el Bridge -donde no será perseguido por los pobres ni por los amigos que supo traicionar solo por divertimento como buen hijo de rico- fue expulsado de su último rincón del poder.El movimiento nacional, esa voluntad de ser patria que contuvo a lo mejor del radicalismo y del peronismo hasta la muerte de su líder, la voluntad de volver a ser un país respetado, por ahora no tiene quien lo exprese. En las elecciones no tuvo candidato, y para el futuro no asoman jóvenes promesas. Los ricos tienen exceso de empleados y defensores, el resto de los argentinos, sin nadie que los represente aún, podemos esperar que vengan tiempos mejores. Por el momento, en lo económico, todo es tristemente igual a las reiteradas dictaduras. Eso sí, se apuran porque saben que ganaron de casualidad, que nunca más podrán volver a tener semejante suerte. Nada nuevo bajo el sol.
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