escuchar>LA NACION>LifestyleVivieron en Miami y tuvieron motivos para regresar, pero el choque cultural inverso fue fuerte; dispuestos a transformar su vida una vez más, emigraron a Quebec, donde emprendieron un negocio exitoso de la mano de un Estado que ayuda a mejorar29 de noviembre de 202302:23Carina DurnPARA LA NACIONescucharDesde el océano de Mar del Plata, Eugenia siempre tuvo la mirada puesta afuera. Criada en el seno de una familia de inmigrantes, para sus padres era prioridad que estudiara idiomas y que viera al mundo como un lienzo en blanco lleno de posibilidades para crecer, más allá de la Argentina. Santiago, por otro lado, tuvo una experiencia opuesta. Lejos de pertenecer a una familia de viajeros, no podía imaginarse una vida lejos de su suelo natal.Pero entonces, a pesar de sus perspectivas dispares, se conocieron en la Escuela de Hotelería, se enamoraron y decidieron caminar juntos. En ese transitar, las historias de Eugenia como viajera por tierras extranjeras llegaron atractivas y en Santiago comenzó a crecer una curiosidad por conocer qué había más allá de los límites conocidos: “Pero nunca pensó en irse”, asegura Eugenia. “Eso es algo de lo que lo terminé de convencer yo”.La joven tenía puesta su mirada en Estados Unidos, un país que conocía bien gracias a diversos road trips familiares. ¿Por qué no probar con vivir en Miami? El padre de Eugenia celebró la noticia, el corazón de su madre, en cambio, sintió la punzada anticipada del dolor de la distancia. La familia de Santiago lo tomó como la mayoría lo hizo, con la certeza de que se trataba de una aventura pasajera, un “van y vuelven”.“Pensaron que no íbamos a durar nada, pero entonces, ya en Miami, llegó nuestra primera hija, después la segunda y el reconocimiento de que no era pasajero. Corría el año 2001 cuando nos fuimos, no había redes sociales como ahora, y la distancia fue más difícil de digerir”.María Eugenia Coedo.Cambio de vida: “Yo creo que demora unos tres años aclimatarse”A Eugenia nada le parecía extraño, ella conocía bien las costumbres de su nuevo hogar. Para Santiago, en cambio, significó transitar nuevas experiencias. Sin embargo, ambos tuvieron que atravesar el proceso de adaptación al clima, no era lo mismo ir de vacaciones, que vivir en el calor y la humedad casi permanentes de Miami.Pero a pesar de sentir familiaridad con su nuevo entorno, Eugenia se descubrió extrañando, en especial a su abuela, que aún vivía y siempre había ocupado un rol crucial en su vida. Fue la llegada de sus hijas al mundo que menguaron, poco a poco, su añoranza: “Yo creo que demora unos tres años aclimatarse y dejar de extrañar como en los comienzos”, reflexiona Eugenia.“Mis hijas empezaron a ir a danza, están las celebraciones y tanto más que te lleva a conocer gente y a sentirte parte de ahí”, continúa. “Las fiestas se viven distintas. Son más austeras, nada de reunirse de a treinta personas, es todo más familiar, empieza temprano, ver alguna película navideña y levantarse el 25 a abrir los regalos, cosa que me parece bien porque es más lindo para los chicos, que a la mañana tienen energía y lo disfrutan, no están dados vuelta”.“Lo que vivimos como negativo es que en Miami no se puede estar sin auto, no hay eso de barrio donde podés caminar a todos lados. La escolaridad para las chicas, por otro lado, tampoco nos convencía demasiado”.Miami y su arquitectura Art Déco.Los motivos para volver a la Argentina: “Teníamos todo, pero no realmente lo que queríamos”Siete años pasaron. Tal vez el calor pesaba un poco, aunque la escolaridad de sus hijas lo hizo más. A Eugenia no la terminaba de convencer el sistema educativo estadounidense, en especial en Miami. Pero había otro escollo, a pesar de contar con una visa y hasta conquistar objetivos como la casa propia, los papeles de residencia nunca llegaban: “Teníamos todo, pero no realmente lo que queríamos. Es un trámite que demora, tengo una amiga que estuvo once años hasta obtenerla”, observa.La falta de residencia permanente los limitaba. Dependían de un jefe cuando lo que deseaban era tener una empresa propia, y nadie parecía poder ayudarlos. Los colegios privados eran inaccesibles y los públicos tenían una reputación muy variada, un puntapié final para decidirse por volver a su país de origen de manera transitoria, aunque, tal vez, Santiago tenía la fantasía de que podría transformarse en un regreso permanente.“La idea era volver para hacer desde Argentina los papeles correspondientes para probar suerte en otro lado”, cuenta Eugenia. “En Canadá, uno de los países que teníamos en mente, te exigen que tramites la documentación en tu país de origen”.Santiago y Eugenia.Volver a la Argentina y el choque cultural inverso: “Recuerdo a una señora que colgaba su ropa en el balcón, con la montaña de basura casi tocándola”Para Eugenia, el impacto del regreso fue fuerte. Apenas llegó añoró las palmeras, la arquitectura de colores y art déco de Miami. A Buenos Aires arribaron en un día gris, en una jornada en la que los recolectores de basura habían decidido hacer paro. Abordaron la combi que los trasladó a Aeroparque para volar a Mar del Plata, y durante el camino el corazón de Eugenia se contrajo mientras observaba los pilones de basura, los perros callejeros, los barrios desmejorados e incluso pasajes en los que experimentó cierto temor: “Ya no había fachadas rosas y amarillas, sino grises, y recuerdo a una señora que colgaba su ropa en el balcón, con la montaña de basura casi tocándola”.Aquel 2008 transcurrió descolorido. Al choque cultural inverso, a Eugenia se le sumó la realidad de que sus padres ya se habían separado y fue con aquella división, más la suma de la familia política, que el regreso atravesó asimismo las dificultades de vivir las fiestas “tironeados”.“Fue pasar de vivir la Navidad tranquilos con una película a tener que atravesar peleas porque no se puede estar en todos lados y alguien siempre sale ofendido”, dice pensativa. “Aun así, pasamos unos años divinos en Mar del Plata. Pusimos un restaurante en la playa y hubo momentos muy gratos. Pero del 2001 al 2008 noté mucha desmejoría. Se podía ver en las calles, en las carpas instaladas por las quejas, con gente viviendo ahí, comiendo choripán en la calle. Impacta mucho”.Un nuevo comienzo en Canadá.Los beneficios de vivir en la parte francesa de CanadáEstaban entre Australia y Canadá, pero decidieron quedarse en América. Hicieron los cálculos y concluyeron que tardarían un año en obtener la residencia. Pero también tenían el interrogante acerca de qué lugar elegir en el país del norte. La lógica les decía que era conveniente instalarse en la región de habla inglesa, sin embargo, tras leer varios blogs, descubrieron que la parte francesa otorgaba mayores beneficios para la vida en familia, como, por ejemplo, una doble asignación por hijo: “Hasta los 18, se recibe por parte de Canadá y por parte de Quebec, el lugar que elegimos para vivir”.Tanto Santiago como Eugenia, traían algo de francés de la Escuela de Hotelería. A ella, por otro lado, era un idioma que siempre le había fascinado, por lo que le había sumado tres años más de estudios.Aun así, no alcanzaba con anunciar que dominaban el idioma, debían rendir un examen, por lo que en sus dos años en Argentina se dedicaron a mejorar su francés con intensidad, en especial durante los inviernos, cuando su local en la playa permanecía cerrado.Eugenia tiene tres hijos.Las bondades del Estado, un negocio exitoso y una grata solidaridad: “El vecino me vio luchando y enseguida sacó su pala y se puso a mi lado a despejar mi camino”Aterrizaron en Canadá envueltos en la ilusión del nuevo comienzo. Pronto descubrieron en Quebec y en el país en general una tierra colmada de oportunidades en los rubros más variados. Asimismo, develaron las bondades de un Estado muy presente, en especial a la hora de brindar herramientas de aprendizaje, como cursos, talleres y actividades llamadas “programas de aprendizaje” para que la comunidad mejore sus conocimientos día a día.Eugenia y Santiago decidieron emprender en el rubro de la pastelería, donde crecieron lo suficiente hasta convertirse ellos mismos en proveedores de programas de aprendizajes para toda aquella persona que no tiene un diploma en el área y desea obtenerlo y crecer en aquel universo gastronómico: “Se perfeccionan con nosotros, a fin de año obtienen el título de pastelero y el Estado los premia con unos 4 mil dólares”, cuenta Eugenia. “A mí, por otro lado, me lo descuentan de los impuestos”.Una familia pastelera“En relación a la calidad de vida, acá no pasa por tener lo último en tecnología, acá pasa por el hecho de salir, dejaste la puerta abierta y nadie va a entrar en tu casa. Pasa cualquier cosa y está el vecino ahí, predispuesto, todos te ayudan. A mí me pasó, estaba con el bebé sola, tenía que sacar nieve y el vecino me vio luchando y enseguida agarró su pala y se puso a mi lado a despejar mi camino”, continúa. “Clientes de la pastelería me regalaron todo para mi bebé: carritos, bolsas de ropa, todo espontáneamente”.“Pero no todo es color de rosas. Acá en Canadá se respira una cierta discriminación. No es violenta, no es evidente, pero hay, aunque no es algo por lo que uno se ponga a llorar. No te impide trabajar, no es grave, pero existe. Sin embargo, si ponemos en la balanza, ese tipo de gente es un puñado. Son personas más ignorantes, que no salieron de su provincia, o que ya están más grandes. De esa hay en todos lados”.“Se perfeccionan con nosotros, a fin de año obtienen el título de pastelero y el Estado los premia con unos 4 mil dólares”@_becsucre_Pérdidas y ganancias en el camino: “Tus hijos aprenden a evolucionar también, a no quedarse estancados”En la pastelería de Santiago y Eugenia se puede escuchar música ecléctica, en especial de toda Latinoamérica. El espíritu de la fusión de dos almas se siente, la mezcla del arraigo y el alma nómade, la idea de lo permanente como algo relativo y el movimiento como parte natural de la vida. Al ingresar, los clientes expresan su alegría, producto de una atmósfera que recrea la sensación de estar de vacaciones.En definitiva, para Eugenia, las fronteras nunca existieron, sí el enriquecimiento, la suma de las experiencias en el camino, que incluyen la crianza en Argentina, la brisa de Mar del Plata, las palmeras de Miami y todos los viajes por otros destinos del mundo.“Mi camino de vida me enseñó acerca de la tolerancia. Aprendí a adaptarme, nunca pensé que podía adecuarme al frío al calor, a diferentes idiomas. Esto te lleva darte cuenta de que uno puede irse a Japón y todo va a estar bien”, dice pensativa. “Entendí que no hay límites, el único límite somos nosotros mismos y el miedo. Si uno entiende que, como decía mi abuela, cuando estás en el baile tenés que bailar, se puede. Uno tiene que enfrentar las cosas, en especial las que más miedo dan. En ese momento hay que respirar e ir para adelante. Si no te equivocás, ¡fabuloso!, si no, estás aprendiendo. En realidad, si es algo que vos querés, nunca te estás equivocando, sin importar el resultado”.”Uno tiene que enfrentar las cosas, en especial las que más miedo dan”.“Aprendí también que uno pierde. Estando lejos perdí lo que más quería: mi abuela murió mientras estaba en Miami; mi papá biológico también, mi mamá murió cuando estaba embarazada de mi último bebé y yo nunca pude estar cerca. Tampoco estuve para bodas importantes… son decisiones”, manifiesta pensativa.“Pero gané mucho. Hice una familia donde no la había, mis amigos son mi familia. Lo cierto es que uno evoluciona y tus hijos aprenden a evolucionar también, a no quedarse estancados, paralizados en un solo lugar, a que hay que moverse, que el mundo es muy grande, que el idioma se aprende y que, en el fondo, no hay fronteras”, concluye.*Destinos Inesperados es una sección que invita a explorar diversos rincones del planeta para ampliar nuestra mirada sobre las culturas en el mundo. Propone ahondar en los motivos, sentimientos y las emociones de aquellos que deciden elegir un nuevo camino. Si querés compartir tu experiencia viviendo en tierras lejanas podés escribir a destinos.inesperados2019@gmail.com . Este correo NO brinda información turística, laboral, ni consular; lo recibe la autora de la nota, no los protagonistas. Los testimonios narrados para esta sección son crónicas de vida que reflejan percepciones personales.Carina DurnConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectTemasDestinos inesperadosTodo es historiaMás notas de Destinos inesperados”Tardamos 18 años en volver a casa”. Un atentado, la Navidad lejos y nieve, así fue el nuevo comienzo en MadridEl éxito a los 56. Cambió Merlo por el Mediterráneo y se reinventó de manera impensada: “Hasta el aire era diferente”“Salgan, atrévanse”. La historia de un argentino que se animó a transformar su peor fantasma en un aliado
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