Se debe señalar que, en principio, se trata de una nueva película de Martin Scorsese. Es una sencilla y milimétrica información, pero debería bastar para que aquellas personas que aman el cine incorporen la ansiedad a la geografía natural de sus percepciones. Porque, ¿qué habrá hecho ahora el director de Taxi driver, de Casino, Toro salvaje, Cabo de miedo, La última tentación de Cristo, Buenos muchachos, El lobo de Wall Street, y El irlandés, entre otras? Es decir, ¿qué se habrá mandado esta vez el director de tantos clásicos del cine (él mismo es un cinéfilo apasionado y un preservador y restaurador de obras fílmicas de todo el mundo a través de The Film Foundation) y que nos ofrece a nos, este público que aguarda con expectativas, una película más de Marty —así le decimos los amigos—, quien ya cumplió más de ochenta de vida?Y nos brinda esto. Los asesinos de la luna (“The killers of the flower moon”). Hay que consignar el título original, ya que desborda de poesía y misterio intraducibles al español —Borges decía que la palabra “moon” implicaba el misterio en su pronunciación y en la prolongación de esa /u/ cuando la palabra se dice, que no es aplicable a nuestro vocablo “luna”; menos serviría agregarle al título aquello de “flor lunaria” o “luna floreada”, pero que no es la exacta traducción. Una gran película, sí. Incluso si no fuera porque de verdad es una gran película, su extensión de tres horas veinte admite el adjetivo “grande”.El argumento es así: fines de la Primera Guerra Mundial, comienzos de la segunda década del siglo 20 en los Estados Unidos. Lugar: una reserva indígena en el estado de Oklahoma. Protagonistas: los aborígenes Osage, una etnia guerrera y que había dominado durante miles de años su territorio hasta la llegada de la colonización anglofrancesa a Norteamérica, y sus matadores silenciosos. El motivo: el dinero.La película está basada en el libro de David Grann que lleva el mismo nombre
(Courtesy of Apple/)Los Osage habían sido confinados —así se plantea esa combinación de preservación zoológica y a la vez de tradiciones étnicas en los Estados Unidos, en una reserva con límites geográficos, con una calidad de segundos ciudadanos (sólo una porción mínima era reconocida así, la gran mayoría necesitaba tutores caucásicos para realizar un simple trámite bancario)— en una región rocosa y áspera. Pero petróleo había. Y hubo riqueza para los Osage.Así empieza el film de Scorsese protagonizado por Leonardo DiCaprio, Robert de Niro y Lilly Gladstone, entre otros miembros de un reparto maravilloso, y que da comienzo mediante una furibunda sucesión de imágenes que da cuenta del arribo de los Osange a su lugar de confinamiento, pero que luego lo sería de riqueza: el petróleo que se descubriría en esa región perdida de Oklahoma los haría dueños de mansiones, choferes, personal blanco, mientras tratan de preservar su identidad originaria en esa vorágine de la sed mineral del oro negro. Ernest Burkhard (DiCaprio) llega en tren a la región: había estado en la Primera Guerra, busca albergue en el hogar de su tío William Hale (De Niro), que le pide que lo llame “King” (rey), ya que así es conocido en ese lugar: “El rey de los valles Osage”. Un hombre afable, que dice amar a esa etnia y admirarla, conocer su inteligencia y sagacidad, respetarla. Y que le da conchabo a su sobrino llegado del frente, con las mejores intenciones para él. Y para sí mismo.Se trata de una historia real. En aquellos años transcurrieron una serie de asesinatos y muertes jamás investigados seriamente por las autoridades del Estado ni del condado y que iban reduciendo el número de los Osage primitivos, la primera línea ancestral que conservaba además el peso de la historia y su tradición de pueblo guerrero. Estaban siendo asesinados y nadie sabía cómo ni por qué.Martin Scorsese dijo que lleva casi toda su vida queriendo hacer un western
(Courtesy of Apple/)Y es que el Estado, en ese pequeño lugar de Oklahoma, estaba en manos de Hale, que controlaba médicos, policías, sacerdotes, medios de prensa y todo. Y los Osage, afortunados por el petróleo, iban siendo eliminados por la maldición del capitalismo que había caído sobre ellos.El film es hermoso. DiCaprio ofrece una actuación memorable como ese hombre que finalmente se enamora de Mollie, que adopta su apellido Burkhard; una luminosa interpretación de una mujer en la encrucijada, que ve morir a su madre y sus hermanas, pero que no puede sospechar de la conspiración alrededor. Ernest está enamorado de ella. Pero también la envenena, literalmente, y se envenena, simbólicamente, por obra de su tío, The King.Son tres horas veinte de un film inclasificable, porque no es un true crime story, ni un western, ni un film de horror (aunque muchas veces el espectador querrá dejar de ver la pantalla, por ejemplo, cuando se realice la autopsia a cielo abierto y ante el público de Anne, la hermana de Mollie), pero que no resultan “largas” o “pesadas”: la narración fluye de modo que el espectador se sumerge en ese mundo al que hubiera querido explorar durante más horas, incluso.Robert De Niro y Leonardo DiCaprio en una escena de “Killers of the Flower Moon” (Melinda Sue Gordon/)Es una película sobre el capitalismo. Sobre la extracción mineral del petróleo, su reverberación cósmica en fortuna, la codicia que lleva al crimen y a la muerte.Y es una película sobre un amor bastardo, que es amor, pero que está condicionado por el marco del dinero. Quizás el espectador pueda recordar en la interpretación sensacional de Leo DiCaprio como Ernest Buckhard, aquel concepto de Hannah Arendt acerca de “la banalidad del mal”. No es necesario ser un monstruo para cometer crímenes monstruosos, sólo basta dejarse dominar por el mecanismo del mal.Creo que este film no puede sino remitir a la situación de las poblaciones originarias en la Argentina, paradas sobre tesoros naturales expuestos a la extracción capitalista, sometidos a la expoliación de sus territorios, a la enajenación de aquellos pedazos de tierra que les corresponden luego del saqueo de la conquista, primero, y de la constitución de los estados nacionales, como el argentino mediante el genocidio de la Conquista del Desierto del general Roca —un presidente que habría sido modélico por no haber cometido esos crímenes indescriptibles para darle tierras a sus amigos de la oligarquía, que aún los mantienen—.Purmamarca: Pese a la represión policial, continúan los cortes de ruta y las protestas en Jujuy
(Télam) (Valera Edgardo/Télam/)Los Osage y el petróleo, los mapuches y el petróleo y el gas; los Osage y el petróleo, los kollas de Jujuy y el litio. Todos reprimidos, apartados de la discusión y, en el mejor de los casos, sobornados para luego abandonarlos en pos de obtener la “licencia social” de los recursos naturales. Hay un entrenamiento capitalista en cómo obtener, de esos pueblos, la perdición.Vayan a ver el film, que además muestra esa sociedad actoral entre un director y un actor de tantos años y películas. Esas cosas hermosas que pasan en el cine. Vayan a ver la película porque estamos asistiendo a la historia del cine, que será luego estudiado, entre tantas, con este film, este director, esos actores.Y vayan porque habla de nosotros. De las riquezas naturales que quieren ser expoliadas a costa de la destrucción medioambiental y por sobre los poseedores históricos de esas riquezas. En Jujuy se mostró cómo enfrentar la ambición capitalista en las calles y en las rutas, frente a esa propuesta de que multinacionales se lleven el litio, dejando el tres por ciento de sus ganancias a la colonia sudamericana. Sobre esto también habla la película. Vayan a verla.[Fotos: Gentileza Apple TV; Edgardo Valera / Télam S. E.]
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