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El último show de los Beatles, entre la sombra del Ku Klux Klan y el acecho del futuro asesino de Lennon

Tocaron en condiciones casi amateurs: en un escenario precario, con un sonido horrendo, tapados por los aullidos y asustados por las amenazas“No quería volver a hacer una gira después de haber sido acusado de crucificar a Jesús, cuando sólo había hecho un comentario frívolo. No quería tocar con el Ku Klux Klan afuera ni con petardos estallando adentro. No pude aguantarlo más”, dijo John Lennon, recordando el final del tour de 1966 por los Estados Unidos, en el que los Beatles habían quedado cercados por el odio de grupos ultrarreligiosos y la devoción chillona de la grey propia. Nada peor para la música beatle que la beatlemanía. El último concierto de aquella gira, el 29 de agosto en Candlestick Park, San Francisco, terminó siendo el último de la banda (a excepción de la imprevista terraza de Apple Records, el 30 de enero de 1969). Ringo Starr lo recordó así: “Se habló mucho, en Candlestick Park, de que teníamos que dejar de tocar en esas condiciones. Todo indicaba que era la última vez que tocaríamos en vivo. No me sentí seguro de que fuera así hasta que regresamos a Londres. Pero John repitió que quería renunciar a eso. Dijo que ya había tenido suficiente”.Cincuenta y siete años después, desde otra perspectiva histórica, aunque coincidente con la que tenía Lennon en 1966, el concierto de Candlestick -una despedida que se anticipó tres años y medio a la separación del grupo- resulta un disparate. A días de haber lanzado “Revolver”, un disco sofisticado, experimental, psicodélico, tocaron en condiciones casi amateurs: en un escenario precario, con un sonido horrendo, tapados por los aullidos, asustados por las amenazas, ante 25.000 espectadores -la gran mayoría, chicas- en un estadio con 42.500 disponibles localidades disponibles. ¿El precio de las entradas? Lloren: entre cuatro dólares y medio y seis dólares y medio. La banda inglesa cobró 90.000 dólares, el 65 por ciento de lo recaudado; la empresa organizadora, Tempo Productions, fue a pérdida. Los Beatles abandonaron el estadio en un camión blindado: se terminaba el tercer tour norteamericano y la carrera de la banda en vivo.Te puede interesar: Los secretos de May Pang, la amante que Yoko Ono le presentó a John Lennon para su “fin de semana salvaje”Jesucristo superstarEl 4 de marzo de 1966, el diario británico “London Evening Stendard” publicó una de las frases más recordadas de Lennon, la que lo jaqueó para siempre y probablemente lo llevó a la muerte: “Somos más famosos que Cristo”. El músico tenía 25 años, los Beatles seis; Lennon había declarado eso en una charla sobre la crisis que atravesaba la Iglesia en Inglaterra y la creciente idolatría juvenil hacia artistas tratados como semidioses. Apuntaba a la reflexión social, no a la polémica publicitaria. De hecho, pasó desapercibida en Gran Bretaña. Hasta que, el 29 de julio, la revista juvenil estadounidense “Datebook” -cuya línea editorial estaba a favor en de la justicia social, las parejas interraciales y los derechos LGBT- replicó aquellas declaraciones y publicó en tapa un textual de Lennon: “No sé qué desaparecerá antes, si el rock o el cristianismo”. En agosto, los Beatles fueron demonizados por parte de la prensa estadounidense y por grupos religiosos. Una iglesia de Ohio anunció que excomulgaría a los feligreses que escucharan a la banda hereje; en los puntos más conservadores de los Estados Unidos se organizaron quemas públicas de sus discos.El último concierto de aquella gira, el 29 de agosto en Candlestick Park, San Francisco, terminó siendo el último de la banda (a excepción de la imprevista terraza de Apple Records, el 30 de enero de 1969) (AP)El 6 de agosto, Brian Epstein, manager de los Beatles, se vio obligado a dar una conferencia de prensa en Nueva York. Cinco días después, Lennon habló públicamente en Chicago, donde dieron el primer concierto, sobre su frase supuestamente sacrílega. “Si hubiera dicho que la televisión era más popular que Jesús, no habría pasado nada. Hablando con una amiga (la periodista Maureen Cleever) usé la palabra Beatles como un ejemplo abstracto y remoto, porque así es como el público nos percibe en Inglaterra. Dije que en este momento tenemos más influencia sobre los jóvenes que cualquier otra cosa, incluido Jesús. No me expresé debidamente. No era mi intención ofender. No nos estaba comparando con Jesucristo”. La verdad, como hoy, no le hizo mella al fanatismo.La gira se dio en medio de disputas entre los/las groupies de la banda y grupos radicales que les gritaban: “Beatles, vuelvan a sus casas”. El Ku Klux Klan, grupo terrorista de ultraderecha, amenazó con hacer piquetes en el recital de Washington, aunque un puñado de miembros de la secta supremacista blanca quedó eclipsado por la multitud de fans. Antes de uno de los dos recitales en Memphis, el 19 de agosto, a través de un llamado anónimo, alguien prometió que los cuatro de Liverpool serían asesinados en escena. Durante el show, se escuchó una detonación que paralizó a todos. Tony Barrow, jefe de prensa de la banda, contó: “Los que estábamos al lado del escenario, incluidos los Beatles, que estaban sobre él, miramos inmediatamente a John Lennon. No nos habría sorprendido verlo desplomarse”.Se trataba de un petardo. Pero, en medio del ambiente paranoico y con razón, hubo corridas y heridos leves. El público estaba indignado con los fundamentalistas que habían provocado pánico. Al margen, algunos combinaban ambas características: adoraban a la banda inglesa y eran, a la vez, extremistas religiosos. Uno de ellos, Mark Chapman, destrozó discos de la banda de Liverpool durante aquella gira de 1966, aunque idolatraba a Lennon. El huevo de la serpiente. El 8 de diciembre de 1980 lo asesinó a balazos en Nueva York, a la entrada del edificio Dakota. Lennon tenía, apenas, 40 años.El concierto del miedoLa última escala de la banda fue San Francisco. El concierto se programó para el lunes 29 de agosto a las 8 pm. A pesar del verano boreal, esa noche fue fría, con niebla y ventosa, sobre todo en la cancha de béisbol de los Gigantes, en el Candlestick Park. El escenario, envuelto por una suerte de jaulón alambrado, fue armado detrás de la segunda base del campo de juego. Al lado, un camión blindado, en el que algunos pensaron que estaban los Beatles. Primero tocaron los teloneros: The Remains, Bobby Hebb, The Cyrkle y The Ronettes. DJ Gene Nelson, conocido como “Emperor Gene”, era el presentador oficial. En el camarín, donde sí estaban los Beatles, se sucedían las estrellas, como Joan Baez. “Ese vestuario era un caos. Estaba repleto de celebridades. Armaron una especie de fiesta antes del show. La estaban pasando genial, mientras se me congelaba el culo en la segunda base”, declaró Nelson.La última escala de la banda fue San Francisco. El concierto se programó para el lunes 29 de agosto a las 8 pm. A pesar del verano boreal, esa noche fue fría, con niebla y ventosa, sobre todo en la cancha de béisbol de los GigantesMientras los glúteos del presentador se tornaban gélidos, el público pidió una y otra vez por los Beatles, pero enfocando los gritos hacia el carro blindado. Igor Davis, corresponsal del diario London Daily Express, que seguía la gira, explicó: “Los Beatles estaban asustados de verdad. Iban a usar ese carro para irse del estadio. Lo de Memphis los había inquietado mucho. En 1966, la seguridad les preocupaba más que nunca. Esa noche habían decidido irse en ese vehículo, por las dudas. En otros recitales se habían ido en una ambulancia. No querían un auto común. Estaban de verdad muy nerviosos”. Si analizamos esos tiempos históricos, aquella tensión tenía fundamento: entre 1963 y 1968 ocurrieron cuatro magnicidios históricos en los Estados Unidos: los de John Fiztgerald Kennedy, Robert Kennedy, Martin Luther King y Malcolm X.Circo beatA las 9.27 pm, los Beatles subieron por fin al escenario, envueltos en alaridos. Tocaron once canciones, entre ellas “Yesterday”, “I Wanna Be Your Man” y “Nowhere Man”. Lennon y Paul McCartney colocaron una filmadora sobre un amplificador: precursores de las selfies, se tomaron fotos con el público de fondo. Le pidieron a Barrow que registrara el recital con un grabador común. Pero Barrow se olvidó de dar vuelta el cassette; por esa torpeza, la humanidad se perdió una grabación histórica, aunque, hay que admitirlo, el sonido era pésimo y, si bien los músicos se hicieron chistes entre tema y tema, no estaban para nada cómodos, como sí lo habían estado en 1964 y 1965.“Para empezar, ni siquiera podían escucharse -recordó Davis-. En esa gira se perdían en medio de una canción. Le pasó a Ringo, que ya no sabía qué tema estaba tocando. John me comentó en aquel entonces que nadie iba a los conciertos a escuchar a Los Beatles, sólo los querían ver. Los equipos de sonido eran terribles, el estadio no estaba preparado, todo parecía amateur. Aquella noche ellos ya sabían que era el fin de la gira y la única diferencia con los otros conciertos fue que hablaron entre ellos un poco más entre canciones y se hicieron comentarios divertidos sobre el escenario. La realidad es que ya estaban cansados de las giras y querían irse a trabajar al estudio para hacer música, buenos discos y material de calidad, en lugar de seguir participando de lo que se había convertido en un circo”.Los Beatles llegan al Aeropuerto Internacional John F. Kennedy de Nueva York el 7 de febrero de 1964. Éste fue el año en que la Beatlemanía se extendió por los Estados Unidos (AP)Mantel y demoliciónDespués del recital de Candlestick Park, que fue breve, los fanáticos se quedaron para recoger recuerdos: talones de entradas, el cable de un amplificador e incluso colillas de cigarrillos del escenario. Joe Vilardi, propietario de una empresa que había manejado el catering de la banda, se quedó con un mantel que los cuatro fantásticos habían manchado con salsa, y en el que habían hecho garabatos -que Vilardi juzgó “psicodélicos”- y estampado sus firmas. El empresario gastronómico colgó el mantel en la vidriera de su negocio, pero a los seis días se lo robaron. Hasta que el año pasado, sus descendientes anunciaron que lo habían recuperado, que incluía un boceto de Lennon de “una criatura peluda en una bicicleta” y que se disponían a venderlo. Tufillo a piratería beatlemaníaca extendida en el tiempo.Lo cierto es que McCartney fue protagonista, el 14 de agosto de 2014, del acto final en el Candlestick Park, antes de que el estadio fuera demolido. “La última vez que estuvimos acá con los Beatles nos cabreamos tanto que nunca más volvimos a hacer un recital”, bromeó, ante 49.000, más calmas que las de aquel entonces. Después tocó canciones suyas y de los Beatles.Seguir leyendo:Se creía un personaje de Salinger y asesinó a Lennon por “gloria personal”: radiografía de una mente siniestra“Si me pasa algo, no será un accidente”: las teorías conspirativas detrás del asesinato de John LennonLuces y sombras en la vida de John Lennon: del desamparo de sus padres a la simbiosis con Yoko Ono y su trágico final

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