escucharescucharCÓRDOBA.- “Budismo en zapatillas” es la marca registrada de Lucas Casanova, un argentino que vive en Noruega, que se formó como terapeuta transpersonal, estudió neuropsicología y psicotraumatología y practica y difunde el budismo laico. El sufrir un tumor cerebral lo hizo poner en práctica lo que había estudiado e incluso lo que venía realizando, acompañar a personas en el tramo final de su vida. El budismo “laico, urbano” que propone es abierto, no tiene dogmas y apunta a trabajar con los pensamientos, a transformarlos con la meditación.Su primer contacto con el budismo fue cuando tenía 20 años -hoy tiene casi 52- y asegura que “no estaba listo, estaba sumido en el vorágine de la vida y de tener 20. Era un poco pronto”. Una década después ya se identificaba más con ese estilo de vida, “con otra mirada”. El nombre de su podcast se lo dio un monje, de casualidad. Fue cuando él quiso “refugiarse” en un convento y el budista le dijo: “Los problemas del mundo lo van a perseguir y, estando encerrado, lo van a alcanzar. Vuelva al mundo y, cuando lo resuelva, tendrá más sentido su decisión. Haga budismo en zapatillas”.”Budismo en zapatillas” difunde el budismo laico, urbano.En diálogo con LA NACION repasa porqué y cómo el budismo laico puede ayudar a vivir mejor. “Hay mucha evasión, hay un amor y apego por las soluciones mágicas, por modelos terapéuticos que prometen soluciones instantáneas. Nuestro cerebro es naturalmente vago, nos gusta no tener que hacer nada, se enamora de esas soluciones”, describe y advierte que la mente debe ir al gimnasio, entrenar.-¿El camino del budismo laico comienza con la enfermedad?-El tumor fue mucho más reciente; apareció cuando tenía 45 años y estoy por cumplir 52. Me sirvió saber que era una buena alternativa para aplicar en mí. Me formé en España como terapeuta transpersonal y trabajé acompañando a personas en su etapa final, un acompañamiento para ordenarse espiritualmente en los últimos años de su vida. A veces los seres humanos necesitamos espacios espirituales que no sean religiosos, hay quienes buscan reconciliarse con sus afectos o con ellos mismos y el budismo puede ser una gran puerta. Nunca pensé que, a la larga, iba a aplicar lo que enseñaba.-Hay un proverbio sioux que dice que la religión es para quienes tienen miedo de ir al infierno y la espiritualidad para los que ya estuvieron, ¿coincide?-Muchos budistas laicos lo ven así. Las religiones hacen más foco en la idea de infierno, de huir de lo desagradable, en la fe, en el temor de Dios. El budismo laico pone más que el foco en el bien común, en el mayor bien, en que todos podamos estar felices. Me crié en un hogar religioso, mi abuela materna nos llevaba a la iglesia. Me resultó difícil. Por ser gay, porque nunca estuve dentro de la norma; como niño me fue muy difícil el ambiente. Con el budismo laico descubrí que la conexión humana no tenía q ver con la práctica religiosa sino con la espiritual. Hay algunas prácticas religiosas que son espirituales y algunas prácticas espirituales que son religiosas. Con el budismo laico vemos que hay una interdependencia, que todo está interconectado, que todos somos partes de algo grande. Tiene mucho que ver con la compasión.MEDITAR: CLAVES PARA ARRANCAR EL AÑO CON ESTA PRÁCTICA QUE TIENE UN IMPACTO POSITIVO A NIVEL COGNITIVO Y PSICOLÓGICO, SEGÚN HARVARD-¿Por qué “budismo en zapatillas”?-Esa idea nació porque en un momento quise desaparecer de mi vida y meterme en un monasterio y fui a uno. El monje me miraba de arriba a abajo y me dijo “usted puede ser budista pero no pertenece acá”. Me ofendió terriblemente, yo estaba procesando mi salida del armario y no quería sufrir yo ni hacer sufrir a los demás, andaba escondiéndome y él me dejó en claro que eso no era una heladera donde podía ir a congelarme. Puede ser un camino devocional, pero no un escondite. Volví al mundo y me enfrenté a los problemas. El budismo laico tiene aportes del neuropsicólogo (Rick) Hanson, nos ayuda a entender cómo funciona nuestro cerebro y nuestra mente y cómo podemos influir en ese funcionamiento para ser más felices.-¿En tiempos de instantaneidad y búsqueda permanente de la satisfacción los problemas se evaden?-Hay una sola forma de resolver los problemas y no es desaparecer, sino enfrentarlos. Hay mucha evasión, hay un amor y apego por las soluciones mágicas, por modelos terapéuticos que prometen soluciones instantáneas. E stamos hechos para evitar el dolor pese a que forma parte de nuestra vida. Jack Kerouac dice que el dolor es información que proviene de las terminaciones nerviosas o de las emociones y es parte de la vida, pero el sufrimiento es opcional. No sé si ese concepto es mucho, pero sí el dolor se puede trabajar de otra manera, hay que armar un gimnasio para la mente.-¿Igual que en el gimnasio para el cuerpo hay que hacer hábitos?- El entrenamiento, como todo lo que hace bien, en general es hábito, es práctica, es estudiar. Es muy interesante que te cuenten cómo es la playa pero hay que ir, no es lo mismo que ver el mar. No hay mucha alternativa, requiere sumergirse. Existía, hasta ahora, una resistencia muy grande por las ramas religiosas del budismo que parecían muy crueles en la mirada occidental al comparar la existencia de Dios con su ausencia. El exmonje budista (Stephen) Batchelor postuló un budismo laico, secular, basado en cómo funciona el cerebro, cómo nos afectan el miedo, el apego, y qué pasa cuando la mente está en calma. La neurociencia confirmó esas ideas, se empezó a documentar la intersección entre neurociencia y budismo. Lo que se va descubriendo sobre los efectos de la meditación va en esa dirección, son modelos terapéuticos de cuarta generación.-Hay quienes creen que meditar es solo para algunos, ¿todos podemos aprender?-Todos tenemos el mismo hardware. Hay más experiencia en una cultura que en otra, pero los grandes maestros del budismo hoy son occidentales, han aprendido en Asia o con asiáticos, pero son occidentales; los grandes difusores vienen del ambiente de la ciencia. Por ejemplo el psicólogo Tara Brach, un guía de la meditación, igual que otros, han sufrido grandes crisis vitales y descubrieron que los modelos que tenían para verse a si mismos y lo que pasaba alrededor de ellos no les servían más. En el budismo laico nadie se siente rechazado, acepta a todos tal como son; no hay una idea de perfección. Se fue adaptando a cada país y a cada época, apunta a la experiencia humana y a cómo se hace para dejar de sufrir por apego, por incertidumbre, por miedo.Casanova afirma que meditar entrena la mente, por eso hay que hacer el hábito-¿Por dónde empezar?-Propongo empezar por la meditación, que ayuda a ir entrenando la mente. Ver qué sucede con mi mente después de meditar…DIEZ TÉCNICAS DE MEDITACIÓN PARA APRENDER A DISFRUTAR MÁS-¿Aunque la mente, el mono inquieto, no deje de saltar?-Aunque no se quede quieto. La mente en blanco no existe. Lo que hay es un cese de los pensamientos narrativos, los que cuentan lo que está pasando. Existen las distracciones que amorosamente nos hacen dar cuenta de que tenemos que volver a prestar atención. Propongo no ir por la meditación de la ensoñación, de la relajación o la visualización. Si uno medita para desconectarse no hace que la mente esté más en foco y después se pueda sostener. La meditación budista es más árida, puede ser a ojos abiertos. También trabajar en el sufrimiento propio y ajeno, ser más compasivo. Es como ir al gimnasio, va desarrollando áreas del cerebro que generan modelos de comportamiento. Eso es, paso a paso, lo que hace la meditación. La primera vez que uno se sube a una bici se cae, pero si practica regularmente y con alguien que pueda enseñar llegará el momento en que dará la vuelta manzana, después irá a la casa del mejor amigo y después hará 50 kilómetros. Con la meditación es igual a hacer el Camino de Santiago en bici. A todos los que nos cuesta, somos cada vez menos dueños de nuestro foco mental; los dispositivos móviles nos lo quitaron. Eso es lo que tratamos con la meditación, la atención plena, la aceptación, la compasión.-Hablo de miedo, el miedo es humano.-Es cierto. El miedo a morirse es parte de todos nosotros pero hemos sido educados de espalda a la muerte y la muerte siempre nos sorprende y la enfermedad también.. Es cierto que los malos hábitos pueden matar pero los buenos no salvan. Yo como sano, solo plantas, entreno, estoy felizmente casado y tenía un tumor del tamaño de una pelota de golf. No pensé por qué a mí y eso fue por el budismo, por la aceptación. Las cosas son como son no como nos parecen que deben ser.-El apego también hace sufrir, lo dijo varias veces-Tenemos apego a la juventud, a nuestros padres, amigos, parejas. La pérdida de un padre es muy significativo, es el fin de una constante, pero sabemos que nos va a suceder a todos, la mayoría los sobrevivirá pero no estamos preparados para las pérdidas. Siempre nos toman por sorpresa y eso se puede atenuar. En México se celebra la muerte, los japoneses lo hacen con la ancianidad… algunos se han hecho más expertos en atenuar el sufrimiento. Se puede siempre y cuando podamos comprender de la mejor manera posible cómo son las cosas que vivimos. La aceptación es dejar de pelear con la cabeza lo que el corazón ya sabe. Nos enamoramos de la posibilidad de que las cosas sean distintas.-¿Creemos que las vamos a poder cambiar, nos sentimos con ese poder?-Esa fue la gran trompada que me comí cuando me dieron el diagnóstico. Cuando a mi padre lo operaron de cáncer de piel empecé con alimentación saludable, todo saludable, meditación, yoga… Creí que me iba a garantizar un resultado, me garantizó una vida saludable, me pude recuperar más rápido que otros por saber qué hacer, qué pedir, pero no pude evitar el tumor. No se evita que se sienta dolor porque eso deshumanizaría, el budismo laico no es una forma de convertirse en robot y no sentir. Ayuda a volver más rápido al eje y a volver a la conexión con los demás.Gabriela Origlia TemasSalud mentalVida sanaActualidadConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Salud mentalLa muerte de Williams Tapón. Los especialistas hablan de “la punta del icerberg” que lleva a una persona a matarse“Sentía que los cortes me calmaban”. 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