escucharescucharTengo las medias rotas. Estoy en la clase de pilates, arranqué a principios de año como un desafío al verano y a lo que está dispuesto a darme, y la media rosa con animales grises que me regaló mi amiga que se fue a vivir a Estados Unidos hace tanto tiempo que ya vivió más allá que acá está agujereada en el talón. Parece algo hecho por una gata. ¿Por qué me puse justo estas medias? Con todas las que tengo. Mi compañera en la cama de la derecha es un espectáculo: calzas negras tirantes, top blanco con la espalda cruzada, el ombligo al aire, las piernas larguísimas, el cuello, la nariz, los tatuajes en los brazos, el mundo ahí, pegado en su hombro. Es una Gatúbela en lycra. Los aros en las orejas le brillan y me hacen mirarla aún más y es que es tan mona. Ojalá no se dé cuenta de mis medias rotas. Aunque lo merezco.En mi vida compré ropa para hacer deporte. Siempre me vestí con eso que ya no visto. Soy esa mujer que entrena con descartes. Si camino en la cinta, uso descartes. Si voy a zumba, uso descartes. Si paseo en bicicleta, uso descartes. Si patino en rollers, uso descartes. Si voy a la clase de tenis también. Entreno con agujeros de polilla, costuras debocadas, dobladillos sueltos. Quizá por eso nunca perduro en ninguna actividad física.En mi primer trabajo fui recepcionista en una empresa que dirigía el padre de un amigo del colegio. Tenía 19 años y me levantaba a las seis de la mañana de lunes a viernes para llegar desde Lomas de Zamora hasta la zona porteña de Catalinas antes de las ocho. Mi tarea era esa, recibir a quienes se acercaran a dejar algo, a ver a alguien, a pagar lo que se debía. me sentaba en un mueble de madera más alto de lo esperado y acompañaba durante cinco horas que el día ocurriera. Yo era la cara del lugar. No la verdadera pero la cara del lugar. Y tenía una jefa que al poco tiempo se convirtió en la primera persona que me habló de otra manera, me mostró otras cosas. Hasta entonces yo estaba acostumbrada a juntarme con iguales; así había sido todo pero después vino ella. Y entre las cosas que me mostraba, sus formas, la música, las fotos, lo que ella entendía como disfrute, solía repetir una frase que tiene todo para ser mentira pero que al mismo tiempo cobra sentido. Ella, el andar erguido, los zapatos de taco alto y delgado, el pelo negro y corto como su tono al reclamar, decía algo más o menos así: “No nos tenemos que vestir según el puesto que tenemos sino el que queremos”. No era suya la idea, se la había robado a alguien de la oficina, lo admitía, pero le encantaba. Y la aplicaba en todo sentido.Ahora que miro mis medias rotas pienso en ella, en el ruido de sus pasos sobre la alfombra, en que me decía Chipi, pero ya no recuerdo los motivos, y en que yo no consigo ver la ropa de esa forma. Como un medio para un fin. Y me culpo por no vestirme como la divina que tengo al lado, con esas pestañas negras que le marcan el rumbo. Tal vez si lo hiciera los ejercicios me saldrían mejor. Me gustaría más venir a clase. Por qué no pensar que el camino, cuando no sale de otra manera, puede ser de esta, de afuera hacia adentro. Si me visto como esa mujer que hace deporte todos los días, tal vez me convierta en esa mujer que hace deportes todos los días. Y si así fuera, quién me pararía.Hoy sé lo que quiero, lo que ya no aguanto y lo que no tengo pero busco sin descanso, aunque a veces duela. Sin embargo, cada noche antes de meterme en la cama, cuando preparo la ropa que me voy a poner al otro día y la dejo en el living (colgada de las sillas de madera que heredé de la abuela) para no despertar a mi novio con mi rutina de madrugada, me quedo un buen rato mirando mi placard. En silencio, desenfocada, algo perdida. Como si todavía no lo hubiera decidido. O peor, como si me faltara valor.Dolores Caviglia Seguí leyendoManuscrito. Allí donde nada pueda dañarteManuscrito. Las muchas vidas de un escritor pasado de modaTemasOpiniónManuscritoGDAConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de ManuscritoManuscrito. Allí donde nada pueda dañarteManuscrito. Pasaje a la irrealidadManuscrito. Las muchas vidas de un escritor pasado de moda
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