Polo argentino: diez manifestaciones de supremacía en el mundo

“El polo argentino es el mejor del mundo”. Una infinidad de veces se dijo y se escribió eso. ¿Es real, o resulta una mera frase establecida y nunca cuestionada? ¿Es mensurable esa supuesta supremacía? ¿Hay chances de que otro país sea superior y no se lo sepa?Muchas cuestiones son opinables en el deporte, pero en otras los números y los datos son concluyentes. A continuación, diez manifestaciones de la grandeza del polo argentino.1. La disruptiva gira de 1922, antes que BocaLos primeros dos tercios de siglo de polo medianamente organizado y reglamentado en Occidente fueron dominados por Reino Unido, primeramente, y por Estados Unidos, luego de la Primera Guerra Mundial (toda coincidencia con lo externo a este deporte puede no ser casualidad). Pero en cierto momento apareció un competidor fuerte. Demasiado fuerte: Argentina se interpuso en ese duopolio, lo dejó en duda y por último lo quebró.Los militares ingleses importaron de India, colonia británica, este juego a mediados del siglo XIX. La influencia de Reino Unido lo esparció por Estados Unidos y lo llevó a las pampas, donde los primeros partidos tuvieron lugar en los años setentas de esa centuria. Tiempo después los norteamericanos rivalizaron con su madre patria por el liderazgo mundial, que se expresaba en la conquista de la copa Westchester, de disputa exclusiva entre ambos bandos. Mientras, los argentinos crecían. Y algunos equipos de esta parte del mundo se presentaron en el exterior, incluida Gran Bretaña, para afrontar algunos desafíos.El polo celeste y blanco, en plena puja interna entre su rama “británica” fundacional y la criolla, reunió dinero y caballos para visitar la Rubia Albión en 1922. No para enfrentarse con el seleccionado local, sino para participar en dos torneos contra equipos de clubes. Le fue muy bien cuando jugó “entero”, es decir, con los titulares: Juan Miles, Juan Diego Nelson, David B. Miles y Lewis Lacey. Se apoderó del certamen de Roehampton y del que era como el Abierto de Palermo inglés, el Hurlingham Open. En total, ganó sus 13 partidos, con 117 goles propios y 64 ajenos. Un campañón. Que le valió una atractiva invitación.En 1922, el espectacular club Rumson, de Nueva Jersey, fue excepcionalmente sede del Abierto de Estados Unidos, que también fue excepcional por la presencia, y la victoria, del seleccionado argentino.Desde Estados Unidos, propusieron a los sudamericanos darse una vuelta por allá para que hicieran lo que sabían hacer. Se consiguió más plata, se cambió entonces el itinerario y se enfiló hacia América del Norte. En el primer campeonato se notó cierto cansancio en los caballos (10-13) llegados desde Europa en barco, pero en el US Open los visitantes volvieron en sí: 12-6 a Shelburne en una semifinal, 14-7 a Meadow Brook en la final en Nueva Jersey y coronación en el certamen más grande del continente hasta entonces.Después, la Asociación de Polo de Estados Unidos (USPA), que los había invitado, ofreció unos test matches no oficiales entre ambas selecciones. Los huéspedes, que sumaban 30 goles de handicap (6 de J. Miles, 6 de Nelson, 8 de D. Miles y 10 de Lacey), todavía no estaban a la altura de los locales, que presentaron 37 de valorización y vencieron por 7-4 –con lluvia– y 5-4. Los argentinos podían vencer a clubes, pero aún les faltaba para alcanzar a los seleccionados de la copa Westchester. De todas formas, con esa gira que reportó los dos campeonatos de clubes más grandes del mundo, y que tuvo lugar tres años antes de la que Boca Juniors haría por Europa y que cimentaría su popularidad, los polistas albicelestes “pusieron a Argentina en el mapa”, según afirmó un cronista inglés.David Miles sufrió una torcedura en una pierna, pero completó la final del US Open, e interviene en la premiación junto a sus compañeros Juan Miles, Lewis Lacey y Juan Diego Nelson; Argentina venía de conquistar en la misma gira el Abierto de Hurlingham, el máximo certamen de Inglaterra.2. El oro olímpico: el primero del país y un invicto de 98 añosLa cosa se ponía seria dos años más tarde. París 1924 fue la primera cita olímpica en que se participó por países, sumando medallas para una bandera patria. Había habido tres competencias de polo en Juegos anteriores (París 1900, Londres 1908, Amberes 1920), pero los de hace casi un siglo fueron los primeros que enfrentaron a seleccionados nacionales oficiales.Juan Miles, Enrique Padilla, Juan Nelson y Arturo Kenny, los primeros campeones de la historia olímpica argentina: tres goleadas y una victoria in extremis en el polo de los Juegos París 1924.Participaron cinco conjuntos: Argentina, España, Estados Unidos, Francia y Gran Bretaña. Todos se midieron entre sí, con nítidos favoritos: los dos equipos americanos. Arturo J. Kenny (5), Juan Diego Nelson (7), el capitán del ejército Enrique Padilla (6) y Juan B. Miles (7) fueron los titulares albicelestes. Con sus 35 purasangres, golearon al local por 15-2 y a los españoles por 16-1. El tercer compromiso era el bravo: Estados Unidos, con 26, tenía un gol más de handicap que los argentinos. Y fue durísimo, nomás: el corto 5-5 en el último chukker parecía conducir a un suplementario, pero una corrida de “Jack” Nelson en el minuto final decretó la victoria: 6-5. La agenda ponía a los británicos en el último turno, y aunque mejores que sus vecinos europeos, no fueron lo suficientemente buenos: el 9-5 en Saint-Cloud reportó al Comité Olímpico Argentino (COA) su primera medalla dorada en la historia. Pero todavía era prematuro considerar al celeste y blanco como el mejor polo del mundo.El diploma que acredita que Kenny ganó la medalla dorada en París 1924, igual al que recibieron sus compatriotas con sus nombres.Eso sí: el entusiasmo por este deporte crecía en el país, y cuando volvió a haber polo olímpico, en Berlín 1936, el COA destinó una mitad de su presupuesto para los Juegos al seleccionado que integraron Luis Duggan (6), Roberto Cavanagh (6), Andrés Gazzotti (8) y Manuel “Paisano” Andrada (7). También fueron cinco las selecciones en la capital alemana, pero sin Estados Unidos –declinó concurrir–, los escalones de nivel fueron demasiado altos y se formaron dos grupos: Argentina, Gran Bretaña y México competirían por la medalla dorada, y Hungría y Alemania, por la de bronce contra el que resultara tercero en la otra zona. Quedaron dos encuentros, entonces, para el cuarteto albiceleste, que se mostró arrasador: 15-5 a México y 11-0 a Gran Bretaña, ante unos 30.000 espectadores en el estadio Maifeld.Luis Duggan, Roberto Cavanagh, Andrés Gazzotti y Manuel “Paisano” Andrada saludan, junto a uno de los jueces (izquierda), en el estadio Maifeld, de Berlín, donde se coronaron campeones olímpicos en 1936.Dos participaciones en los Juegos, dos oros olímpicos para Argentina. Después apareció la Segunda Guerra Mundial, y nunca más habría polo en los Juegos.3. La Copa de las Américas: inicio para un lado, dominio para el otroEl ascenso argentino pedía a gritos un lugar permanente en la discusión grande del polo internacional. Los británicos rechazaron incorporar a la Asociación Argentina de Polo (AAP) a la pugna por la copa Westchester, por ser exclusiva de ambas naciones anglosajonas, y entonces Juan Diego Nelson, el presidente de la entidad, propuso a Estados Unidos disputar regularmente un trofeo ambos países. Pedido aceptado: el Campeonato de las Américas tendría lugar cada cuatro años, con alternación de sedes, en series al mejor de tres encuentros.La Segunda Guerra Mundial, primeramente, y las dificultades organizativas inherentes al polo, luego, harían transgredir esa frecuencia, respetada al principio: argentinos y estadounidenses se enfrentaron en 1928, 1932, 1936, 1950, 1966, 1969, 1979 y 1980. Tampoco se mantuvieron los turnos: tres series se desarrollaron en el norte, y cinco, en el sur del continente.La Copa de las Américas llegó por primera vez a manos argentinas en 1936: Juan Diego Nelson (presidente de la Asociación Argentina de Polo) festeja en el centro, rodeado por Andrés Gazzotti, Luis Duggan (semitapado, izquierda), Roberto Cavanagh (semitapado, derecha) y Manuel Andrada.Sí se respetó el formato de series al mejor de tres. Y otra “regla” que se mantuvo fue que ganaba el dominador del momento en el polo mundial. Estados Unidos se impuso en 1928 como local y en 1932 en Buenos Aires; Argentina venció en 1936 como visitante, y como anfitrión en 1950, 1966, 1969 y 1979, y festejó en 1980 en San Antonio, Texas. Seis logros consecutivos, tras las dos derrotas iniciales. En las dos conquistas norteamericanas se debió recurrir a un tercer partido; en las seis albicelestes nunca fueron necesarios más de dos. Los argentinos acumularon 210 goles frente a 140 de los rivales, es decir, hicieron un tanto y medio por cada uno que recibieron.No por nada la Copa de las Américas lleva casi 43 años sin salir de las vitrinas de la AAP. Hubo algún intento de ponerla en juego en 2003, pero no hubo acuerdo. El escalón de nivel entre los protagonistas de un lado y del otro está lejos de ser un incentivo para llevar adelante semejante esfuerzo organizativo y comercial.La selección argentina que obtuvo la Copa de las Américas en 1966 y 1969 en Palermo, con medio Santa Ana y medio Coronel Suárez: Francisco y Gastón Dorignac, y Juan Carlos Harriott (h.) y Horacio Antonio Heguy.4. Los mundiales, aun con límite de handicap y sorteoEn 1983 nació la Federación de Polo Internacional (FIP), cuyo primer presidente fue el argentino Marcos Uranga, a su vez máximo directivo de la AAP. Uno de los objetivos de la nueva institución era que su deporte volviera a los Juegos Olímpicos, y para eso debía organizar campeonatos mundiales, a los que limitó a 14 goles de valorización por equipo para que pudieran jugar más países.La periodicidad no fue muy prolija, pero a diferencia de la Copa de las Américas, el torneo sigue existiendo, y al día de hoy transcurrieron doce realizaciones. Argentina participó en diez de ellas; una ausencia (México 2008) fue por decisión propia, y la otra (Chantilly 2004), por no clasificación. Sobre esas diez actuaciones, se impuso en cinco (Buenos Aires 1987, Santiago 1992, Santa Bárbara 1998, Estancia Grande 2011 y Sydney 2017) y es el máximo vencedor, seguido por Brasil, que obtuvo tres torneos, y por Chile, dos veces ganador. Estados Unidos y España completan la lista de campeones. Además, se celebró el primer Mundial femenino, en 2022 en Palermo, y las chicas locales levantaron el trofeo.Argentina, primer campeón mundial de polo de hasta 14 goles, en Buenos Aires 1987; el aún jugador de Triple Corona Alberto Pedro Heguy fue el director técnico, y su sobrino Bautista Heguy, un suplente de lujo que aportó mucho al equipo.Los partidos de los mundiales se desarrollan por handicap y los caballos, que son provistos por el país organizador, son divididos en lotes (uno por cada seleccionado) y sorteados. De ese modo –con ventaja y sin caballos propios– se emparejan notablemente las posibilidades de ganar. Pero aun en ese contexto, los argentinos se muestran dominadores.Sydney 2017: el último festejo albiceleste en los mundiales; con cinco conquistas, la Asociación Argentina de Polo es la federación más exitosa entre las 12 realizaciones.5. En Europa no se consigue: la inigualable Triple CoronaEn los demás países, todos los campeonatos tienen topes de handicap, de modo de hacer equilibrados los partidos y permitir que puedan jugar los patrones, o sea, los dueños de organizaciones que contratan a los jugadores rentados. También Argentina tiene esa clase de torneos, con ventaja, más por la primera razón (paridad) que por la segunda (profesionalismo). Pero hay una serie de certámenes que no tienen más límite que el matemático, el de 40 goles de valorización.En Estados Unidos se juega polo de hasta 26 de manera extraoficial, fuera del paraguas organizativo de la Asociación (USPA), que pone un máximo de 22 en las competencias que reconoce. En Brasil hay alguno que otro certamen de 26, algún conjunto en Chile llega a 24 y el Abierto Uruguayo alcanza los 18, pero la actividad es escasa en ese nivel. Inglaterra, lo más fuerte de Europa, posee una temporada muy fuerte, pero de hasta 22 goles. La de España está restringida a 20, al igual que la de Emiratos Árabes Unidos, y ése es el borde superior que tenía hasta hace unos años lo mejor de Francia, donde ahora no hay equipos de más de 16. En Pakistán hay polo de a lo sumo 14, como en el Mundial.La Copa Emilio de Anchorena, del Abierto de Tortugas; The Championship Cup, del Argentino, y The Ayrshire Cup, del Abierto de Hurlingham, símbolos de la cima del polo mundial. (LA NACION/Fabián Marelli/)Además de que Argentina no se pone un techo en sus campeonatos premium, se pone un piso muy alto. La Triple Corona, su joya, encuentra su frontera de arriba en los 40 y se autoimpone un mínimo de 28. Es decir que los cuartetos más flojos que protagonizan los abiertos de Tortugas, Hurlingham y Palermo son dos tantos de handicap superiores a los mejores que existen en el resto del planeta. Los peores de la elite albiceleste son –al menos en los papeles– más poderosos que los más calificados que hay fuera de Argentina.6. El número de grandes torneos…La Triple Corona no está sola en las alturas del polo argentino. No es una excepción, una serie armada como show con lo mejor de estructuras permanentes, un Juego de las Estrellas de la NBA. Es una competencia en sí misma, con organizaciones que se preparan todo un año para rendir lo mejor posible en la exigencia mayor. Pero está rodeada por varios certámenes que, a pesar de ser eclipsados por ella, son muy buenos. Excelentes.Uno es el Abierto de Jockey Club, que tampoco se restringe en handicap. Como prolegómeno de la tríada Tortugas-Hurlingham-Argentino, viene bien como preparativo y por eso cuenta con muchas figuras y con equipazos, que suelen tener treinta y pico de goles. Otro gran certamen es el abierto por la Copa Cámara de Diputados, un Palermo B, con mínimo de 24 tantos y varias formaciones que por poco no logran clasificarse para el mejor campeonato del planeta. En el mismo nivel están el torneo por la Copa Pilar (24+), y apenas por debajo, los de las copas Juan B. Miles (23/24) y Campaña del Desierto (21/24), el Metropolitano de Alto Handicap (21/24) y el Nacional por la Copa República Argentina, la única competencia de polo del planeta que no tiene límites de handicap más que los aritméticos (0/40).El Abierto del Jockey Club es uno de los grandes campeonatos que circundan a la Triple Corona; en 2022 fue ganado por tres estrellas del polo argentino: Bartolomé Castagnola (h.), Adolfo “Poroto” Cambiaso y Camilo Castagnola, junto al patrón David Paradice. (LANACION/Santiago Filipuzzi/)Hay otras que pueden rivalizar con las mejores del exterior, incluidas varias para patrones, pero la enumeración es demasiado extensa. No hay en otra nación tanto muy buen polo como en Provincias Unidas del Río de la Plata.7. … y la cantidad de grandes polistasA muchos campeonatos buenos, muchos jugadores buenos. Los polistas nacidos en las pampas son mayoría en los grandes certámenes del exterior, donde se desempeñan como profesionales, usualmente en conjuntos que completan el patrón (extranjero) y un cuarto integrante de menor valía (local o argentino). Y por supuesto, también lo son en su propio territorio, donde el polo es de mucho más alto nivel en promedio.Adolfo Cambiaso se encontró muchas veces con la reina Isabel II para recibir de ella un trofeo en Inglaterra; un símbolo de la nutrida y dominante presencia celeste y blanca en el polo del exterior. (Foto: Alejandro Querol/)A los números: sobre 97 polistas activos de alto handicap registrados en la Asociación Argentina de Polo, 83 son locales y 14 son foráneos. Y la proporción de albicelestes es mayor entre los mejores. Entre los de 7 goles de valorización hay 46 argentinos y 9 oriundos de otros países. Entre los de 8, 19 son nacionales y 2 son fuereños. Entre los de 9, las cifras son 12 y 2, respectivamente. Y en el escalón superior, el icónico 10 de handicap, se agrupan 6 argentinos y 1 extranjero, David Stirling, protagonista de la Triple Corona desde 2099. Pelón es vecino de nacimiento, como uruguayo, y vecino más cercano como residente: vive varios meses por año en Cañuelas.Además, la nómina de los que han llegado al 10 en el mundo muestra una composición llamativa: hasta el año 1940, entre 29 jugadores, hubo 16 estadounidenses, 9 británicos, 2 indios y 2 argentinos; entre ese año y 1987, sobre 23 polistas, hubo 2 australianos, 2 mexicanos, 1 estadounidense y… 18 argentinos. Y a partir de 1988, 27 albicelestes accedieron al máximo handicap individual.El Abierto de Palermo en particular y la Triple Corona reúnen una constelación de figuras, argentinas en una gran mayoría.En su propio país, la lista histórica contiene 50 jugadores de 10 tantos: 47 son locales, más allá de que algunos (John Traill, Lewis Lacey, Milo Fernández Araujo) nacieron en otras tierras. Las tres “excepciones” son los mexicanos Guillermo y Carlos Gracida y el uruguayo Stirling.8. Los dos supercracks del poloEn esas listas de jugadorazos, llenas de cracks, sobresalen dos, los más grandes de todas las épocas. Cuentan que Lacey, el de la gira de 1922, era un “distinto”; que nadie había jugado como Tommy Hitchcock, el estadounidense que brillaba en los veintes y los treintas, años olímpicos y de albores de la Copa de las Américas. Pero faltaba que aparecieran el Pelé y el Maradona del polo. O el Pelé y el Messi, o el Maradona y el Messi, según los gustos.Una de las pocas veces en que coincidieron en un lugar los dos más grandes: Adolfo Cambiaso (1) y Juan Carlos Harriott (h.; centro); en noviembre de 2015 en Palermo hubo un homenaje a los 10 goles de handicap, que compartieron con otros jugadores históricos. (@RusoHeguy/)En el fútbol son varios los que entran a la discusión sobre el más grande, pero en el deporte de los caballos, los tacos y las bochas son dos, claramente. Uno, de apellido inglés; el otro, de apellido italiano. Pero más argentinos no se consigue: Juan Carlos Harriott (h.), oriundo de Coronel Suárez, y Adolfo Cambiaso (h.), un icono de Cañuelas, son próceres del polo nacional. Juancarlitos, hombre de campo y amateur del polo entre los cincuentas y los ochentas, anduvo varias veces por el exterior, pero a pesar de su apodo “El Inglés” se manejaba en un español muy castizo de las chacras bonaerenses. Adolfito es un fanático de los grandes deportistas y los seleccionados albicelestes –recibió al de fútbol en La Dolfina en 2019–, y no ve la hora de volver a su casa de Alejandro Petión o la de Washington (Córdoba) cuando por compromisos profesionales pasa buena parte del año fronteras afuera.Juancarlitos Harriott vistió en cuatro series por la Copa de las Américas la camiseta argentina; la de Palermo 1979 fue su última en el país, y en ese año el número 3 se retiró de la Triple Corona, desbordado de triunfos y récords.Harriott conquistó 20 veces el Argentino Abierto y tuvo 20 años seguidos 10 goles de handicap, aunque decían que jugaba 12. Montaba estupendos caballos y era muy bueno con la bocha, pero era mejor en lo mental: una anticipación a la jugada como no se ha visto en otros jugadores de este deporte, en el que ver antes lo que pasará es fundamental. También jugaba 12 el todavía activo Cambiaso, que a sus 47 años está mejor provisto de máquinas que nunca pero ya no es el mago que solía maravillar en los noventas y principios de los dos mil, con un estilo muy distinto al de su predecesor: juego individual, destreza asombrosa con el taco. Pero sigue ganando y su currículum no da más de copas y récords: 18 abiertos de Palermo, más de 1000 goles en ese torneo, más 28 años sucesivos con 10 de valorización, innumerables trofeos en el país y en el exterior. No por nada Juan Carlos y Adolfo son los únicos polistas de la historia que recibieron el premio Olimpia de Oro entre decenas de deportistas de otras disciplinas.Dolfi Cambiaso apareció en 1992 en la Triple Corona y tres décadas más tarde conquistó Palermo por 18ª vez; en 2023 jugará en la elite a los 48 años. (Santiago Filipuzzi/)Harriott vistió en cuatro series (ocho partidos por Copa de las Américas) la camiseta celeste y blanca en grandes ocasiones. Cambiaso no tuvo tantas ni tan importantes chances en el seleccionado, pero lleva esos colores en su propio casco, y hasta los legó a su hijo. Los dos mejores de todos los tiempos son del mismo país.9. La Catedral y un predio “público” únicoEntre los ¡268! clubes afiliados a la Asociación Argentina de Polo, se cuelan dos predios que son simbólicos de este deporte en el país: el Campo Argentino de Polo y el Alfredo Lalor. Por distintas causas, no hay como ellos en el resto del planeta.El Campo Argentino, o la Catedral de Palermo, es único por su historia, por el nivel de juego que alberga y por la masividad del público al que aloja. Propiedad del Estado nacional concesionada a la AAP, y sede del Campeonato Argentino Abierto, el mejor torneo del polo, es el escenario más importante. Era el predio de la Sociedad Sportiva Argentina y en 1928 pasó a ser exclusivo para el polo, con dos canchas de medidas cercanas a las máximas del reglamento y con capacidad como ningún otro estadio tiene en la actualidad. Es cierto que en los años veintes y los treintas podían acudir decenas de miles de espectadores a los partidos más convocantes en otras naciones –apuntan que hubo 50.000 para ver algún Estados Unidos vs. Argentina, y estuvieron aquellos aproximadamente 30.000 de la definición de Berlín ’36–, pero aquella popularidad luego declinó y hoy las finales más relevantes del exterior no reúnen más de 7000 personas. En sus épocas de más amplitud, las tribunas de la cancha 1 de Libertador y Dorrego recibieron unos 13.100 concurrentes, más algunos extras en estructuras de ocasión, y cupieron unos 3000 en las gradas de la cancha 2. Hoy esos números son menores, pero Palermo sigue siendo el lugar a donde más aficionados asisten.El Alfredo Lalor es el predio de Pilar de la AAP, que honra a quien tuvo la decisión de comprar el terreno en 1969, cuando aquella zona era puro campo. La entidad adquirió la estancia Carabassa y construyó ocho canchas. Lalor fue un visionario: hoy Pilar, en una suerte de conglomerado con su vecino General Rodríguez, es la capital del polo nacional, porque la zona tiene alrededor de 100 canchas, una densidad como no existe en otro punto del orbe. Y de ellas, 12 son del predio Lalor, porque a las ocho iniciales fueron agregadas otras cuatro en la última presidencia de Francisco Dorignac, en 2017. Hoy el sitio tiene muchísima actividad, de innumerables campeonatos, y contribuye enormemente al desarrollo del polo argentino.En el extranjero hay lugares fastuosos, imponentes, como los clubes Guards, de la familia real británica en Windsor, y Cowdray, con las ruinas de su castillo; como las instalaciones de Ellerston, en Australia, y como las propiedades de patrones, sultanes y jeques en varios países. Pero predios “públicos” en este deporte –en el sentido de no privados, no en el de estatales–, como los dos argentinos mencionados, no hay en otros lares. Son instalaciones que están al servicio de la comunidad del polo en general, que pueden utilizar los jugadores en determinadas competencias abiertas a todos. Y que son de altísima calidad y tienen su historia. Patrimonio exclusivo no de un dueño particular, sino del polo argentino.10. Los caballos: del debate a la raza propiaUn punto que incluye algunas opiniones encontradas por parte de grandes figuras: ¿son los caballos argentinos los mejores en el polo? Hay dos ítem por evaluar: la calidad, y la cantidad en la calidad, o sea, cuántos excelentes ejemplares corren en este suelo. En un tema tan técnico, conviene dar la palabra a especialistas.“Caballos buenos hay en todo el mundo. En Australia, en Francia, en Inglaterra, en Estados Unidos hay caballos extraordinarios. Hoy en Argentina, con la cantidad de embriones y criadores que hay, puede haber mayor cantidad de caballos buenos. Eso, seguro: mayor cantidad. Pero yo he jugado con caballos extraordinarios en distintos países”, advierte ante LA NACION Adolfo Cambiaso. “La cría argentina ha mejorado mucho, mucho, gracias a las yeguas del exterior. Neozelandesas, australianas, inglesas, francesas… Han llegado a jugar el Abierto [de Palermo] y han hecho que la cría argentina mejorara. La cría argentina de calidad se basa en una mayoría de yeguas extranjeras. Principalmente, de Estados Unidos, Reino Unido y Australia”, amplía el capitán de La Dolfina. ¿Y desde cuándo se dio esa mejora local, según su visión? “Desde que [Kerry] Packer empezó a llevarlas a Argentina. Él y [Gonzalo] Pieres mejoraron la cría argentina con yeguas extranjeras”, alude al patrón australiano, un mecenas del polo nacional, y al otro creador de Ellerstina.Para uno de los dos mejores polistas de la historia, entonces, los mejores caballos de Argentina son tan buenos como los mejores de otros lugares, pero son más. Y son tan buenos y son más, gracias a que vinieron muchos del exterior en los años noventas.Hay que ver qué piensa un extranjero. Uno que conozca bien el ambiente argentino. David Stirling, por ejemplo. “Argentina es el lugar donde son hechos más caballos de polo, por lejos. Mucho de la descendencia de la cría argentina viene de yeguas australianas, neozelandesas, inglesas y puras de Estados Unidos”, coincide con Adolfito, compañero en La Dolfina. Y se anima a ir un poco más allá: “Está mucho más claro que el polista argentino es el mejor del mundo; en cuanto a las yeguas argentinas hay un debate. Yo puedo decir que no; que ha habido y hay yeguas de afuera muy, muy buenas. Que han ido a jugar a Argentina y han sacado premio en la final de Palermo. Y diría que muchas de las crías principales, como La Dolfina y Ellerstina, empezaron con yeguas buenas del exterior”.Bien. Dos opiniones en un sentido. A ver qué se dice de diferente. “En el país puntualmente aparecieron ejemplares superiores de cualquier parte del mundo, pero la cría, la selección y la genética argentinas son muy dominantes, después de 130 años de producción en los que se fue seleccionando por aptitud. Además de los mejores jugadores, Argentina tiene los mejores caballos y logró la raza Polo Argentino”, destaca Alberto Pedro Heguy, ex 10 goles, 17 veces campeón argentino y fundador de la Asociación Argentina de Criadores de Caballos de Polo (AACCP), que registra y tipifica los ejemplares de este deporte. La entidad “creó” esa raza, Polo Argentino, como un modelo de ejemplares ideales para este deporte según el tipo (características físicas) que es el óptimo para la aptitud (cualidades de juego, como la agilidad, la velocidad, la facilidad de conducción).En tanto, Guillermo Caset hace una suerte de síntesis de todo eso, pero con un pensamiento decididamente volcado hacia la supremacía equina albiceleste. “Sin dudas, Argentina tiene los mejores caballos de polo del mundo, por la cantidad y la calidad. Y es el único país que tiene una raza de polo, un tipo específico de caballo. Se fue licuando la genética durante muchos años, y un 95% de los mejores caballos del mundo termina jugando el Abierto de Palermo. Y después esas yeguas son las madres de todas las crías importantes de Argentina. Así que sin dudas Argentina es el máximo productor de caballos del mundo, en cantidad y calidad”, sostiene Sapo.En todo caso, en algo coinciden todos: el mayor número de excelentes equinos de polo está en Argentina.La realidad supera a la creenciaLa gira de 1922 puso al país en el mapa polístico internacional. Los éxitos olímpicos y la Copa de las Américas lo hicieron ascender y terminaron estableciéndolo en la cúspide. Los mundiales, contemporáneos, ratificaron su superioridad aun en condiciones igualadoras de potencial. Dos escenarios sin par en otro punto del globo muestran la jerarquía y contribuyen a sostenerla. La cantidad de torneos excelentes, de jugadores de alto nivel y de caballos formidables no tiene paragón más allá de las fronteras. Y hasta los dos mejores polistas de todos los tiempos coinciden en su tierra de origen.Números, récords, datos, opiniones autorizadas no dejan lugar a dudas: desde 1936, aquel año de la medalla dorada en los Juegos de Berlín y de la primera obtención de la Copa de las Américas, en Meadow Brook (cerca de Nueva York), el polo argentino es el líder mundial. Y por mucha, muchísima distancia. ¿Puede haber otro país que sea mejor en esto y cuya superioridad no haya trascendido? Tal vez. En otro planeta, claro.

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