Como André Citroën, 100 años después: la travesía de un grupo de argentinos que cruzaron el Sahara a bordo de dos Citroën 3CV

escuchar>LA NACION>Revista LugaresOcho aventureros decidieron recrear la hazaña del creador de la marca de automóviles y recorrieron 5.900 km por las entrañas de Argelia. 23 de enero de 202303:00Franco SpinettaPARA LA NACIONescucharHace ocho años, José Izquierdo se topó con una bitácora del alucinante cruce del Sahara que había protagonizado André Citroën en 1922 sobre territorio argelino. El fundador de la marca de automóviles que lleva su apellido fue el primero en cruzar el desierto en cinco vehículos a motor encadenado: hasta entonces, la travesía se realizaba sobre camellos. José quedó embelesado con la historia y tuvo una idea que, entonces, sonaba a una utopía: recrear el viaje de André, pero a bordo de dos Citroën 3CV fabricados en la Argentina.El grupo de argentinos, protagonista de una aventura entrañable.Un siglo después de aquella proeza aventurera, ocho argentinos lograron cumplir el sueño de José. Atravesaron 5.900 km en dos vehículos bautizados como “Mafalda” y “El Principito”, ploteados con los colores argentinos e imágenes de Messi, Maradona y Las Malvinas. Un periplo que comenzó el 18 de diciembre de 2022 y terminó el 8 de enero de 2023, y que los llevó por las entrañas de Sahara argelino: ciudades, pueblos, parajes, el contacto con la amabilidad musulmana, historias emocionantes de altruismo en el camino y una experiencia que llevarán en su memoria para siempre. Desde la ciudad de Ghazaouet, adonde arribaron los autos, partieron hacia la lejana Tamanrasset, pasando luego por la mítica Touggourt, puerta del desierto argelino, también por Biskra, para regresar por las estribaciones del Atlas africano, con escala en la ciudad capital de Argel y Orán.Uno de los paisajes habituales que se encontraron en Argelia.Los comienzos de la aventuraClaro que el sueño estaba revestido de mucha experiencia previa. José y su amigo Martín Franzosi comenzaron a recorrer geografías desafiantes en 2008. La primera travesía fue atravesar por completo la Ruta 40, en tres tramos. Luego siguieron Bolivia, Perú, Paraguay y Uruguay, siempre con el icónico 3CV como protagonista, un auto que José le había regalado a su hijo Agustín cuando cumplió 18 años.El primer viaje fue la Ruta 40.“Con las dificultades y la fuerza de los primeros pasos logramos hacerlo y aprender a viajar con estos autos, a disfrutar de ellos y de la huella que dejo en mucha gente. Muchos nos han dicho a lo largo del camino ‘este fue nuestro primer auto’ y nosotros respondíamos que para nosotros será nuestro último. Y así va siendo”, describe orgulloso José.Lo que había comenzado como una simple aventura, se transformó en un verdadero motivo y motor de vida. En cada viaje iban surgiendo nuevos amigos y horizontes que se abrían imantados por el encanto de los 3CV. “Por los terrenos tan variados y desafiantes por los que estuvimos, llegamos a denominar a estos vehículos como ‘Todo Terreno Ultra Livianos’”, explica José. Así lograron sortear rutas, caminos consolidados, cornisas de altas cumbres, pantanos, salares, arenales, desiertos, selvas… nada los detuvo.Con esa potencia seductora, la aventura fue llamando a familiares y amigos, a quienes José llama “coequipers”. Así se formó el equipo que emprendió el viaje hasta Argelia, detrás de las huellas que marcaron los “autocadenas” de André Citroën: además de José y Martín, se sumaron Ricardo Franzosi (54 años, médico), Néstor González (50 años, emprendedor), Clemente Goyeneche (54 años, guía de turismo), Juan Izquierdo Zamorano (22 años, diseñador gráfico), Juan Manuel Fernández (35 años, administrativo contable), y Agustín Izquierdo (33 años, Licenciado en Turismo).Un alto en el camino.“José y Martín fueron los iniciadores de esta locura”, dice Agustín hoy desde Argelia, con el viaje ya culminado. Tantas cosas pasaron por sus ojos de fotógrafo aficionado que pide un tiempo para ordenar las ideas, pero no duda en destacar de entrada la hospitalidad de la gente que los invitaba a comer y a dormir a sus casas, les llevaban comida y agua, y hasta se ofrecían a darles una mano con las reparaciones mecánicas. Agustín se encargó de aceitar previamente los contactos con locales. Lo hizo a través de diversas plataformas, como Couchsurfing. “Resultó un aspecto clave, porque necesitás entender qué está pasando todo el tiempo, con el idioma, con la policía y demás”, dice.Los vehículos “encadenados” de Citroën que cruzaron el desierto hace 100 años.Tras la huella de André CitroënHace 100 años, cinco autocadenas Citroën (Scarabée d’Or, Croissant d’Argent, Tortue Volante, Bœuf Apis y Chenille Rampante) enfilaron por el Sahara en una travesía digna de la imaginación, el misterio y la aventura. Desde el 19 de diciembre de 1922 al 7 de enero de 1923, bajo el doble mando de Georges-Marie Haardt, jefe de expedición, y de Louis Audouin-Dubreuil, el grupo recorrió más de 3.200 km. Y si bien el regreso no estaba previsto, el buen desempeño de los vehículos los convenció de volver a surcar las arenas del desierto.La travesía ideada por André Citroën.André Citroën supo capitalizar el logro de su ingeniería. La expedición abrió el camino a los posteriores desarrollos de los Cruceros Citroën (Negro, Amarillo) y cubrió de un halo de prestigio aventurero a la marca que había fundado. Tanto fue así que el viaje fue llevada al cine y se contó de generación en generación a través de relatos y libros, que incluían siempre una historia de color: la presencia de Flossie, un perrito que el historietista Hergé tomó como inspiración para el célebre Milú, compañero de Tintín.Flossie, la perrita que inspiró al historietista Hergé.Burocracia, papeles y mecánicaLa preparación de la travesía comenzó hace tres años, justo antes de la pandemia, cuando se acercaron a la Embajada de Argelia en Buenos Aires para comentarles sobre el proyecto. Los funcionarios argelinos se mostraron interesados y entonces empezó un proceso burocrático para la obtención de las visas, que llevó más tiempo de lo que pensaban.En el camino, tuvieron que modificar la idea original que era partir desde Timbuktú, Malí, ya que el país se encuentra cerrado para el ingreso de turistas desde Argelia. “El plan fue entonces partir desde Touggourt hacia el sur, a la ciudad de Tamanrasset, sin salir del país”, explica Agustín.El embarque de los vehículos en Buenos Aires.“Como preparación, lo que hicimos fue revisar los autos por completo mecánicamente en su versión estándar; siempre entendimos que es una mecánica minimalista y es ahí donde radica su versatilidad y flexibilidad para adaptarse a los distintos terrenos”, señala José. Lo que sí decidieron fue agregar un segundo tanque de combustible, que les permitió tener una autonomía de 700 km. Además, les instalaron un faro delantero y otro trasero auxiliar, colocaron aislante térmico en el techo para el frío en este caso (tuvieron amplitudes térmicas de entre 4 y 25 grados) y un cubre radiador para asegurarse de contar con una buena calefacción.En noviembre del 2022, despacharon los autos -junto a una buena cantidad de repuestos- desde Buenos Aires hasta Valencia. Allí se encontrarían con el primer escollo: un problema de papeles no les permitió sacar todo lo que habían llevado. “Sólo nos dejaron sacar unas cubiertas, además de los autos”, cuenta Agustín. Entonces se contactaron con el club de Citroën de Valencia, que les facilitó unos cuantos repuestos y herramientas. Desde ahí, cruzaron en ferry hasta el puerto de Ghazaouet, casi al límite con Marruecos. Comenzaba entonces la aventura.José Izquierdo y su hijo, Agustín.“Los autos se portaron de manera perfecta: subimos montañas, atravesamos rutas totalmente destruidas, la suspensión se portó de manera impecable. La velocidad promedio fue de 60/70 km/h, es decir, fue un viaje slow. La verdad fue emocionante ver estos autos fabricados en Argentina cruzando el Sahara”, dice Agustín.Con expectativa y cierto nerviosismo, el contingente de aventureros argentinos comenzó su viaje. Enseguida entendieron que los contratiempos iban a formar parte del camino, que viajar en países no tan acostumbrados a la presencia de turistas podría traducirse en mayores inconvenientes. Nada que no supieran José y Martín, dos avezados en este tema.Una niña argelina con la bandera argentina.La hospitalidad musulmanaSi bien Argelia fue colonia francesa y se suelen ven muchos Citroën y Peugeot en sus calles, de este modelo (que allí se llama 2cv) sólo cruzaron cuatro. “En Tamanrasset nos encontramos con un señor mayor que nos pidió subirse al auto y empezó a besar el tablero y el volante. No entendíamos qué pasaba. Después nos contó llorando que ese era el auto que tenían sus padres y que entonces le hacía acordar a cuando él era chico”, cuenta Agustín.”Lo que más nos sorprendió fue la amabilidad y la hospitalidad de la gente”.Historias como esta se iban repitiendo pueblo tras pueblo. Frente a paisajes desolados y atrapantes, montañas, caminos de arena espesa, atardeceres de colores que se fusionaban con la tierra, los viajeros argentinos se encontraban una hospitalidad desbordante, algo que suplía la falta de infraestructura y de comodidades.”Fue emocionante ver a estos autos fabricados en la Argentina cruzando el Sahara”“Lo que más nos llamó la atención fue la amabilidad de la gente. Fue impresionante. Como el auto está ploteado con imágenes de Argentina y justo salimos campeones del mundo, nos paraban en todos lados para sacarse fotos con nosotros”, relatan entre risas.En Ghardaia, una ciudad que tiene mucha tradición musulmana y donde vieron a mujeres vestidas con túnicas que sólo dejaban ver uno de sus ojos, se dispusieron a hacer una revisión de rutina de uno de los Citroën. Estaban con el capot levantado, parados al costado de un camino. Alrededor se empezó a acumular gente para saludar y charlar. “De repente viene una persona con herramientas y que era mecánico. Venía a ayudar. Y otra persona con una bolsa con mucho pan, agua y dátiles, que en Argelia son increíbles. Sin pedir nada a cambio”, cuenta Agustín, asombrado.La travesía se extendió por más de 5.900 km.Así iban pasando otras historias de personas anónimas que los invitaban a comer y a dormir en sus casas, les preparaban el desayuno y les ofrecían ayuda para el camino. “Hay muchos prejuicios con esta cultura, por eso es importante contar este viaje para romper ciertas barreras”, explican. En ese sentido, reconocen que el hecho de ser argentinos significó un plus. “El impacto del fútbol es tremendo: en cualquier pueblito perdido en el desierto, cuando decíamos que éramos argentinos, lo primero que surgía era: ‘Messi, Maradona’”.El paisaje argelino.De a poco, ciertas advertencias que pesaban sobre Argelia se fueron desvaneciendo. Y si bien tuvieron que hacer gran parte del trayecto escoltados por la policía (“ellos temían que nos pasara algo y hubiera mala prensa sobre su país”), en ningún momento se sintieron inseguros o que corrieran peligro.Desde que comenzaron a viajar, José y Martín -amigos inseparables- establecieron una suerte de tradición: imponerse slogans motivadores para definir el “temple del viaje”. Así se sucedieron frases como “las regatas se ganan en la tierra”, “quién te quita lo esperado”, “dejate sorprender” o “lo mejor está por venir”. En esta oportunidad fue “todo va a estar bien”. Así lo explica José: “Es la alegría en el descanso de lo hecho; frente a la adversidad nos fortalecemos y esto nos ayuda en la transformación personal que necesitamos para atravesar esta travesía cultural de viajeros por las arenas”.La troupe de la “travesía Sahara”. Franco SpinettaSeguí leyendoEl Cairo hoy. 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