El miércoles 7 de diciembre a mediodía, 40 minutos después de que el expresidente peruano Pedro Castillo anunciara la disolución del Congreso, el politólogo Alberto Vergara aceptó una entrevista con EL PAÍS para esa misma tarde. Estaba de viaje en Washington, tapado de obligaciones laborales y familiares, pero su disposición respondía a un doble compromiso, como analista y como ciudadano: denunciar sin ambigüedades un golpe de Estado. “Creo que es muy importante que no quede la menor duda sobre la naturaleza del acto”, dijo entonces.Seguir leyendo