Faltó poco, pero faltó. Lula da Silva está ya muy cerca de ser el próximo presidente de Brasil, pero no puede entretenerse a saludar al público mientras todavía no ha cruzado la meta. No es la primera vez que un atleta pierde en la línea de cuadros antes de romper la cinta. Queda una eternidad: cuatro semanas que son durísimas para cualquier campaña. El dilema para el vencedor de hoy es: ¿Seguir con la misma campaña, hasta doblegar las últimas resistencias electorales, o adecuarla a una ejercicio de seducción inteligente sobre los electores sin candidato y para los abstencionistas todavía movilizables?Seguir leyendo
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