Rara vez un deportista que llega a la elite en su disciplina tiene una carrera lineal y exenta de dificultades. Aun cuando haya talento innato y un entorno familiar favorable para desarrollarse, tarde o temprano aparecen los obstáculos. Vaya si Estanislao Goya sabe de contramarchas. Sin embargo, se recuperó de numerosos tropiezos y alcanzó el sueño de todo golfista: ser miembro del PGA Tour. Después de 15 años de carrera, tanto en Europa como en los Estados Unidos, Sudáfrica y América Latina, recibió la tarjeta del máximo circuito en la ceremonia que organizó el Korn Ferry el domingo 4 de septiembre en Newburgh, Indiana. Allí se graduó entre los mejores 25 tras haber concluido 19º en el listado de puntos del circuito, después de tres finales que les siguieron a la temporada regular. Entonces, festejó y rió de felicidad ante el público que lo aplaudía. Misión cumplida y a soñar con trepar otra cumbre.“En lo primero que pienso, mirando todo mi camino, es orgullo, por todo lo que seguí creyendo en mí a pesar de que los resultados no se me daban. En que cada vez que me caí, aprendí algo nuevo y empecé a conocerme mejor. Esa actitud de levantarme hizo que pudiera cumplir mi sueño después de tantos años de trabajo duro”, le confesaba el cordobés a LA NACION hace un par de días, mientras se aprestaba a recibir las charlas del staff del PGA Tour preparatorias para la temporada que comenzará este jueves en Napa, California. Además de Goya (34 años), allí jugarán el tucumano Augusto Núñez, el otro argentino egresado del KFT, y Emiliano Grillo, ganador de este certamen en 2015 y que se mantiene firme en el máximo círculo desde aquel año.Estanislao Goya recibe la membresía del PGA TourGoya nació en Alta Gracia, una ciudad cordobesa de 50.000 habitantes, en el seno de una familia de clase media y de golfistas. Su padre, Carlos, jugó al golf toda su vida, mientras que su abuelo Ricardo había sido capitán de la cancha del Alta Gracia Golf Club, que funcionó como el “patio trasero” de la casa de Estanislao. La cercanía con ese elegante trazado de 9 hoyos, representativo del lugar, colaboró decididamente para que se criara en este deporte desde muy chico. Y la escuela de menores de la entidad sirvió para que intensificara las prácticas desde una edad temprana, así que todo ayudó para la construcción del golfista que es hoy. No podía fallar: el mix perfecto entre la influencia familiar de su infancia y un ámbito donde se respiraba golf las 24 horas.Estanislao iba al colegio a la tarde. Los días que no tenía inglés a la mañana, se iba con los palitos rumbo a la cancha. Debía volver al mediodía, ya que su madre necesitaba darle de almorzar y prepararlo para ir a la escuela. Pero debido a su pasión por el juego, repetidas veces había que ir a buscarlo por los fairways y traerlo de regreso. Se hizo costumbre que un peón tuviera que “rescatarlo” de algún hoyo y subirlo al tractor para emprender la vuelta. Pero además, los amenazantes teros que sobrevolaban el campo lo dejaban paralizado. “Me escapaba al club todo el tiempo y me tenían que ir a buscar porque le tenía miedo a los teros; estaba repleto de ellos en la cancha. Mi infancia fue hermosa, tengo los mejores recuerdos y la mayoría en la cancha de golf disfrutando con mis amigos y mi papá, que me inició en este juego. Somos una familia muy unida y siempre tuve un apoyo muy grande de todos. Es lo que también me mantuvo tanto tiempo persiguiendo mis sueños”.El pequeño Estanislao, con un palo en la mano adaptado por su padreEl último año del secundario lo rindió libre por recomendación del colegio. Los estudios le generaban un estrés importante, porque ya en aquella época competía en Sudamericanos y Mundiales amateurs en representación de la Asociación Argentina de Golf, siempre con el objetivo de ascender en los rankings de menores, juveniles o amateurs. “Como padres le dimos un apoyo incondicional. De chico, Estanislao siempre fue muy inquieto e independiente. Se compenetraba en todo lo que hacía: le daba y le daba, era una maravilla. También le gustaba jugar al fútbol y llevarlo para mí era un incordio; la verdad es que siempre intenté inclinarlo para el lado del golf, una idea que nos dio buen resultado. Ya de pequeño empezó a viajar y la escuela de la AAG cumplió un rol muy importante”, explica su padre Carlos desde Alta Gracia, que habla del apoyo: “Hicimos un gran esfuerzo en la parte económica y hubo mucha ayuda de familia y amigos que valoramos mucho. Eso colaboró para que él tuviera más comodidad presupuestaria para viajar y tener su equipamiento. De eso no nos podemos quejar. Ya desde chico se le veía el potencial y todo su círculo alrededor estuvo muy pendiente y atento a solucionarles los problemas, así que el respaldo siempre existió para que hiciera lo que tuviera que hacer”.Tano Goya con su abuela, María Luisa GarrahanEra un distinto. Rápidamente, cuando empezó a jugar entre los juniors o en el circuito Drive Golf, ya veía que podía ganar y los resultados se le daban. Entonces, Goya formó una cabeza competitiva desde muy joven, bajo la dirección técnica de Rubén Llanes. Triunfó mucho en juniors y como juvenil en campeonatos argentinos; también en algunos abiertos como aficionado. Se lo veía muy motivado y compenetrado, sabiendo que podía triunfar. Se hizo profesional en 2007, y su primer triunfo en el campo rentado en el Abierto del Centro 2008 se dio tan rápido que quizás no llegó a dimensionarlo en aquel momento de la manera correcta. Fue como un relámpago: tras haberse consagrado en Villa Allende, en aquel torneo co-sancionado con el Challenge Tour Europeo, viajó el lunes a Buenos Aires, después a Colombia y enseguida a Europa. Ni él ni su familia se detuvieron un instante para reflexionar, porque ese título lo catapultó a un tour grande como el de Europa, un paso que resultó clave porque le dio continuidad de juego e ingresos económicos de sponsors. “En aquella época asimilé todo de la mejor forma que pude, con las herramientas que tenía entonces. Mirándolo hoy, pienso que no estaba preparado para tanto en tan poco tiempo, pero fueron las cartas que me tocaron y hoy agradezco todos los desafíos que se me presentaron”.Con toda su familia, tras ganar el Abierto de Centro en 2008, en Villa AllendeEl golf argentino se ilusionó definitivamente cuando Goya se adjudicó en marzo de 2009 el torneo de Madeira, Portugal, que lo asentó en el Tour Europeo. Era una realidad a los 20 años y todos hablaban de aquel pibe talentoso y valiente, pero esa conquista le movió la estantería: le hizo cuestionar aspectos de su swing –que luego cambiaría-, su confianza y el hecho de jugar bajo presión. Fue la época en que hizo un cambio de profesor y decidió irse a vivir a Madrid; sintió que lo ideal era residir en la capital española porque contaba con todo a disposición: un lugar de práctica y un coach (Alan Philip), además de poder seguir el circuito a cortas distancias en kilómetros. Aquella victoria en Portugal, también, fue un momento bisagra en su cabeza de cómo tenía que seguir su carrera en el golf. Estaba resignificando su futuro. “Mi hijo siempre me decía: ‘Viejo, cuando estemos en el PGA…’ Era un tema que él ya lo tenía en la cabeza”, recuerda Carlos Goya.Después de un año de estadía en Madrid, por su cercanía con el instructor, Estanislao se mudó en 2010 a Estépona, una ciudad en la Costa del Sol, en el sur de España. Ahí tenía mejor logística para que sus padres lo fueran a visitar durante los agostos, en los veranos europeos. El acompañamiento de los más queridos estaba siempre presente, e incluso se dio el gusto de jugar aquel año su primer major, nada menos que el British Open en Saint Andrews, en donde no logró avanzar al fin de semana. Pero ya desde ese momento, con algunas malas decisiones, su golf se empezó a diluir y comenzó su declive de rendimiento.Los resultados deficientes lo estancaron y lo llevaron a la pérdida de la tarjeta del Tour Europeo en 2013, un retroceso doloroso para cualquier golfista. Sobre todo porque a partir de entonces, la falta de recursos económicos empezó a ahogarlo. Así y todo, ese año pudo clasificarse para dos majors, el US Open y el British Open, en los que no superó el corte. “Creo que todo se da en el momento que se tiene que dar, por eso llegó ahora esta clasificación al PGA Tour. Quizá conseguí buenos resultados al principio de mi carrera, pero cuando estuve en mis peores momentos fue cuando entendí mucho más sobre mí y empecé a trabajar desde otro lado, que fue lo que hizo la diferencia hoy”, opina Goya.El Korn Ferry fue la última escala de Goya hasta llegar al PGA Tour (Mike Mulholland/)Lejos de la solidez de sus primeros años en el profesionalismo, su carrera golfística se volvió más ecléctica e “intuitiva” en cuanto al armado del calendario. Entonces probó jugar en 2014 en el Sunshine Tour, un circuito que recorre canchas de Sudáfrica. La apuesta le salió bien, porque ganó en el primer torneo que disputó en esa gira y se llevó un premio de unos 55.000 dólares tras imponerse en el Montagu Golf Course, de la ciudad de George. Que incluso, le dio el pase para un torneo del World Golf Championship, donde actuaron las grandes figuras del PGA Tour. De todas maneras, no tardó en volver a sufrir la inestabilidad de su juego y al año siguiente se frustró una y otra vez en el Challenge Tour Europeo. Los números de aquel 2015 tan opaco lo dicen todo: 12 torneos jugados, solos dos cortes superados y una ganancia mínima de 1420 euros, con un alto promedio de score por vuelta de 72,64 golpes. Pero al mismo tiempo, su vida personal le traería novedades, al casarse con la golfista inglesa Henni Zuël, de quien se divorciaría tres años después.Su nueva vida matrimonial lo condujo a vivir desde 2016 en Inglaterra, coincidentemente con su etapa más vacía en lo deportivo, sin una membresía fija en algún circuito. “Realmente pensé en dejar al golf por primera vez en esa época; empecé a trabajar en la recepción y en el bar de un gimnasio londinense donde me entrenaba. Estuve inactivo desde agosto de 2016 y febrero de 2017″, confiesa el cordobés, cuyo horizonte se haría cada vez más difuso. Sin embargo, siempre tuvo algún as en la manga para mantener su status de golfista. Al punto que después de juntarse y empezar a trabajar junto con el instructor y caddie José “Pepa” Campra, a mediados de 2017, ganó una cita en Suecia del Challenge Tour. View this post on Instagram A post shared by Tano Goya (@tanogoya)No duraría tanto aquel envión. La separación de su mujer en 2018 y una serie de fuertes replanteos -con las presiones del juego siempre sobrevolando- le hicieron tomar una decisión insospechada a sus 30 años: volver a su Alta Gracia natal para tomar aire, barajar y dar de nuevo. “Esa fue la segunda vez que amagué con abandonar. Fue cuando volví a mi casa y conecté con mi familia, que siempre fue mi cable a tierra. Pero en ese entonces, algo me dijo que aún no era el momento, que quedaba más todavía para sacar adelante mi carrera”. La nueva chance vendría en forma de invitación para participar en el PGA Tour Latinoamérica, la primera escala de un sendero que conduce al PGA Tour al final del camino. Y las primeras sensaciones fueron buenas, porque en su segundo torneo terminó escolta del campeón en el Abierto de Chile, en octubre de 2018, y siguió con resultados destacados hasta fin de ese año. Pero algo más importante todavía: ya había consolidado un nuevo grupo de trabajo nuevo, con el caddie Facundo Delapenna, el preparador físico Bernardo Bonnet, el psicólogo Agustín Hope, la manager Sofía Toccafondi y el sponsor Patricio Rosental, además de la supervisión de Campra afinando detalles de su swing.Ya tenía un lugar fijo de pertenencia en la gira latina en 2019. Era su plataforma de lanzamiento. Y más allá del efecto perjudicial de la pandemia por la falta de competencia, ese parate lo ayudó porque imprimió un cambio importante en su swing, además de practicar mucho y con un gran compromiso en el jardín de su casa. “La idea era hacer cambios para generar más regularidad: la capacidad de reducir lo que se llama el ‘cono de dispersión’, tanto desde los hierros como en la salida. El objetivo era que dominara el vuelo de pelota, pero que supiera pegar ambos efectos, tanto el draw y fade”, explica el instructor Campra, que suma: “Pero por sobre todas las cosas, buscamos aumentar la velocidad del palo, que cuando arrancamos era de 112 o 113 millas por hora, y en la actualidad alcanza las 122. En mi historia como coach, nunca me pasó de un jugador que aumentara 10 millas por hora en tan poco tiempo. Sabíamos que todo se le iba a facilitar porque es un jugador que está muy bien físicamente, sin lesiones”. View this post on Instagram A post shared by Korn Ferry Tour (@kornferrytour)Después, la historia más fresca: su ascenso al Korn Ferry y su pasaje para el PGA Tour, desde un nuevo lugar de residencia: Ponte Vedra Beach, un suburbio de Jacksonville, en Florida. “Aquella experiencia de vivir en Europa fue increíble. Haber vivido en diferentes culturas me abrió la cabeza de maneras que me doy cuenta lo mucho que influye en mi vida hoy. Por eso, cuando volví a Argentina, si bien lo más conveniente en aquel momento era estar en casa, no dudé ni un segundo en irme para Ponte Vedra en búsqueda de un lugar en el PGA Tour”. Y describe: “Es un lugar donde me puedo relajar y a la vez tengo uno de los mejores clubes de golf a mi disposición, el TPC Sawgrass, algo ideal para mí”.Ahora que viene lo más desafiante, Goya confía en el aplomo adquirido después de alegrías y sinsabores: “Soy una persona bastante relajada. Los años y la madurez me pusieron de un lugar más tranquilo, con un ‘mindset’ desde el disfrute y la entrada total. Cada vez que entro a la cancha estoy dispuesto a darlo todo hasta el final. ¿La presión? La manejo usándola como algo positivo, porque hace poner el foco mucho más agudo. Para eso uso mucho el frío, la meditación y los ejercicios de respiración”. View this post on Instagram A post shared by Korn Ferry Tour (@kornferrytour)Con el permiso de Goya para revelar algunos detalles de las sesiones, Agustín Hope relató cómo condujo el aspecto psicológico del jugador: “En la primera sesión me encontré con una persona que estaba abandonada de sí misma; casi nada de lo que hacía era suyo. En aquel momento se estaba yendo a un torneo de golf en Colorado y le pregunté qué sueños tenía por cumplir fuera de este deporte, y me dijo que le gustaría hacer un viaje de mochilero a Machu Picchu. Le propuse dejar de lado el certamen y que se fuera a Perú; le comenté que ese viaje le iba a ahorrar cien sesiones conmigo. Así que días después sacó el pasaje y viajó. A su regreso, ya había conectado mucho consigo mismo”, relató el profesional, que amplió: “Estos jugadores, cuando son muy buenos de chicos y tienen que cumplir con las expectativas de los demás, por lo general se dejan mucho de lado. Y Estanislao se había dejado tanto de lado que ya no disfrutaba lo que más le gustaba hacer, que era jugar al golf. Después empezó a realizar procesos de maduración, que por las características de las vidas de estos jugadores, a veces no terminan de darse”.En ese trabajo clínico que apuntó al disfrute del jugador, a conocerse a sí mismo y a destrabar muchas cosas internas que nunca había trabajado, Hope trazó un perfil de Goya: “Es muy responsable, ordenado y disciplinado. Es determinado y va para adelante hasta conseguir el objetivo. Su evolución en lo mental fue muy grande; hoy me sorprende el lugar al que llegamos. Es un golfista que ahora es mucho más dueño de todo su juego, más cómodo con él mismo, más genuino. No se enoja dentro de una cancha ni se frustra. Vive mucho más plenamente su día a día más allá de su deporte”.El psicólogo Hope lo ayudó a encontrar el disfrute dentro de la cancha de golf (Mike Mulholland/)El cordobés cree que el nivel competitivo del Korn Ferry lo preparó muy bien para lo que viene: “La temporada del PGA Tour la voy a encarar jugando todos los torneos a los que pueda entrar en principio; sería ideal meter buenos puntos de movida para poder asegurarme todo el año completo y así asegurar la tarjeta, que es el primer objetivo”. En este sentido, Campra, actual caddie del colombiano Sebastián Muñoz, tiene una visión diferente: “El Korn Ferry no prepara del todo bien a los jugadores que llegan a la gira más grande porque los campos son completamente distintos. En el KFT, los scores son de -25 en la semana y los cortes, de 5 menos. En cambio, si en el PGA Tour llegás a unos 9 o 10 bajo el par total quedás entre los top 15. Y para llegar a esos números hay que pegar bien desde el tee, pero hay que ser más conservador de lo que uno cree y minimizar los errores no forzados. La meta es quedar entre los 125 y llegar a los playoffs”. De todas maneras, Campra sabe que su pupilo no tendrá problemas en la adaptación al Gran Circo del golf: “Muchos jugadores novatos quizás se marean cuando llegan al tour debido a los contratos nuevos, la chance de probar palos y ver de cerca a las superestrellas. El Tano ya superó todo eso a lo largo de su carrera. No se va a marear ni mirará tanto a los costados, sino que será consciente de su carrera; eso va a ser clave”.Todo tiene sabor a una primera meta alcanzada, con la esperanza bien en alto: “Mi sueño siempre fue jugar competitivamente al máximo nivel. Hoy tengo esa oportunidad y estoy dispuesto a trabajar más duro que nunca para llegar a ganar torneos y un major. No puedo esperar para arrancar”, jura Goya, que ya se imagina en el tee del 1 de su primer torneo como miembro del máximo tour.
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