Sabía contar billetes. Su padre había sido banquero, como también lo fue su hermano. Y fue a través de ese oficio sin glamour y sin épica, que el holandés Walraven van Hall, a quien los suyos llamaban Wally, se ganó su lugar en la historia como el héroe que salvó miles de vidas y combatió la ocupación nazi con la magia de los números.Esta especie de Schindler holandés no era un magnate que rescataba de la muerte a trabajadores judíos contratándolos en sus fábricas. Pero, igual que el empresario alemán, puso su cuerpo y su alma en la línea de fuego, desafiando a los ocupantes nazis con un sistema de financiación clandestino con el que recaudaba millones para la resistencia.Lo hizo bajo las mismas narices de los ocupantes alemanes y sus colaboradores locales, que también los hubo, como enseña la historia de la época y lo ilustra El banquero de la resistencia, el drama bélico de 2018 -disponible en Netflix- que describe cómo Wally, al frente de una enorme red de voluntarios, montó el esquema subterráneo que enloqueció a los nazis.Cerca de 45.000 personas tomaron parte de la resistencia holandesa, organizados en distintos grupos y especialidades (Archivo/)Entre 1943 y 1945, cuando las fuerzas alemanas finalmente lo capturaron, Wally recaudó el equivalente al día de hoy de 500 millones de euros, entre préstamos de poderosos hombres de negocios y otras fuentes alternativas.“Walraven van Hall fue la persona más importante de la resistencia holandesa. A la resistencia le faltaba casi todo, pero gracias a Wally no le faltó dinero”, dijo a LA NACION Erik Schaap, un prominente historiador de la resistencia holandesa que escribió un libro sobre Van Hall, entre otras obras vinculadas a esos años.Además de su función de banquero, dijo Schaap, conforme avanzaba la lucha contra los ocupantes “Wally hizo que los grupos más importantes de la resistencia trabajaran juntos y dejaran de lado sus propias opiniones y conflictos religiosos y políticos. Gracias a eso la lucha contra los nazis mejoró de manera considerable”.Wally y su hermano Gijs, su mano derecha, venían de un linaje aristocrático. La suya era una vida acomodada, próspera y confiada. Eran de la elite. Nadie los perseguía, los molestaba ni los presionaba. Pero el llamado de la hora pedía más que la complacencia y el bienestar.Para Wally, el llamado fue literal. De muy joven había sido un marino entusiasta y tocaron una fibra sensible: fue contactado para ayudar a reunir dinero, dentro de la comunidad de negocios, para un fondo de pensiones destinado a las familias de los marinos holandeses que no habían regresado luego de la invasión alemana. Quizás ayudar a quienes sentía sus pares, y por extensión a su país, era una invitación que su sensibilidad patriótica y humanitaria, que pronto cobraría un vuelo inusitado, no encontró manera razonable de rechazar.“Walraven en realidad no quería ser un banquero como su padre. Quería ser marino y de hecho navegó por el mundo como timonel en grandes barcos. Pero su vista no era lo bastante buena y no pudo unirse a la Armada”, dijo en una entrevista el director de la película, Joram Lürsen.Wally van Hall (Archivo/)Su trabajo dio resultado y comenzó a soñar en grande. Una confianza ciega en sus propias dotes lo fueron llevando a encarar proyectos más audaces.Wally y su hermano Gijs trabajaron en tándem con el gobierno holandés en el exilio, que dio su aval desde Londres y garantizó los préstamos. Quienes prestaban sus florines ahora, los tendrían de vuelta con seguridad al final de la guerra, cuando se fueran los nazis.“En este país lo único gratis es la salida del sol”, dice en una escena clave de la película el director del Banco de Holanda, que detectó la existencia de un movimiento de dinero y precisa la ayuda del jefe de la SS para desbaratarlo. En Holanda nadie regala nada, insiste. Y la plata que recibe la resistencia no viene de donaciones, de eso está seguro, sino de préstamos. No por nada Holanda fue una de las cunas de la banca moderna.Los hermanos Wally y Gijs van Hall, en su versión cinematográfica (Netflix/)La hazaña de Wally se dio en un contexto donde a cada logro, cada vez más osado, con más billetes en juego y más vidas en peligro, le seguía un contragolpe en la cacería humana que lanzó entonces la SS para descubrir quién movía los hilos del sistema, rastrearlo y detenerlo.Los brutales métodos la SS parecían ajenos a una investigación que, según la lógica, correspondía más bien el trabajo de contadores y expertos en fraudes bancarios. Pero su conocido sistema de espionaje, amenazas, promesas, torturas y delaciones, sembrado en distintas dosis con frío profesionalismo, fue dando lentamente resultado.El destino del dinero¿Quiénes se beneficiaban del fondo? También lo recrea la película de Lürsen. “¡No tienen idea! ¡Pagamos por todo!”, se exaspera el hermano de Wally ante una especie de junta de directorio clandestina, sentados en torno a una elegante mesa ovalada, con financistas que comienzan a dudar del proyecto y a flaquear en su compromiso.Y luego explica, enumerando cada cosa con los dedos, dónde va a parar el dinero: “La resistencia, los grupos de asalto, la huelga ferroviaria, la prensa ilegal, las imprentas clandestinas, los centros de identificación, los grupos de espías, los grupos de sabotaje… Y sin mencionar el peligro que enfrentamos, el hambre y el frío”.Los Van Hall falsificaron bonos del Tesoro holandés en el mayor fraude bancario de la historia del país (Netflix/)En esa sola frase quedó en claro la fabulosa cantidad de holandeses que tomaron parte del movimiento de resistencia, jugándose la vida a cada instante en diferentes áreas de especialización. Según los historiadores, cerca de 45.000 personas resistieron activamente la ocupación. Entre dos y tres mil fueron ejecutados por los invasores, y otros 4400 murieron en prisiones y campos de concentración.Conforme se extendían las organizaciones, grupos e individuos que desafiaban el poderío alemán, también crecían los riesgos de ser atrapados. Wally, al frente de una de las principales organizaciones, se movía al comienzo a la luz del día, como un ciudadano respetuoso de la ley y de los nuevos amos extranjeros, que no conocían su segunda vida. Pero debió extremar los cuidados.“La resistencia holandesa era la más rica de los movimientos de resistencia en la Segunda Guerra Mundial. Walraven van Hall conocía a todos en la resistencia, pero a él nadie lo conocía porque utilizaba diferentes alias”, recordó el director de la película.El banquero de la resistencia se estrenó en 2018 y fue la elegida por Holanda para representarla en los Premios Oscar (Netflix/)El éxito más significativo de su carrera como banquero subterráneo tuvo que ver con una huelga que debía paralizar el sistema de trenes para detener el avance nazi. Ante la renuente cooperación de los empresarios ferroviarios, alguien debía pagar los sueldos de los 30.000 operarios. Wally, por supuesto. Y volvió a frotar la lámpara.“Junto con su hermano cometieron el mayor fraude de la historia bancaria”, dijo Erik Schaap. La movida consistió en falsificar millones de florines en bonos del tesoro, llevarse los verdaderos de la caja de seguridad del Banco de Holanda y usar los originales para préstamos. Por supuesto que la maniobra fue exitosa, como cada una de las que se le ocurrían a Wally. El marino devenido banquero tenía el toque de Midas y en esos años concibió unas 17 estrategias distintas de recaudación ilegal.Los últimos díasDurante los últimos meses de la guerra, la resistencia creció a la par de la opresión. La huelga ferroviaria complicó a los nazis, pero no a los voluntarios del fondo clandestino, que iban y venían en bicicleta recolectando y repartiendo el dinero allá donde hiciera falta.A la SS le tomó bastante tiempo detener a Wally. Lo hizo cuando faltaban solo unas semanas para la liberación. Los aliados avanzaban de manera inexorable, pero no lo bastante rápido para él y muchos otros que tanto habían hecho por minar el esfuerzo bélico de los ocupantes. Fue ejecutado en la localidad de Haarlem, tres días después de cumplir treinta y nueve años. Tenía mujer y tres hijos.El monumento en homenaje a Wally van Hall, en forma de árbol caído, frente al Banco de Holanda en Amsterdam (Archivo/)Lo que siguió desde entonces fue un recorrido entrecortado de memoria y desmemoria sobre el banquero y su obra.“Entre 1945 y 1950 Wally fue reconocido como un luchador único de la resistencia –dijo Schaap-. Después de 1950 fue olvidado durante mucho tiempo. Los bancos que alguna vez «robó» no lo conmemoraron. La elite económica y espiritual a la que pertenecía no quería «jactarse» de sus acciones ilegales durante la Segunda Guerra Mundial. Y su familia sentía modestia para hablar de su padre o su marido”.Recibió títulos póstumos de Estados Unidos, Israel y del gobierno holandés. Pero la verdadera puesta en valor de su gesta tuvo lugar en 2010, cuando se le dedicó una exposición y se erigió un monumento frente al Banco de Holanda en forma de árbol caído. Según explicó el autor de la obra, representaba al gigante caído que había sido Wally van Hall, ese marino que saltó a tierra firme, aprendió a contar billetes y dio la vida por su país.“Basado en hechos reales” es una serie de notas que describe el contexto histórico detrás de ficciones internacionales. En este link podrás acceder a todos los artículos.
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