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Llegó la realidad del segundo semestre

El mes de julio fue caótico para la economía real. Se perdieron todas las referencias. Los precios enloquecieron y nadie sabía muy bien dónde estaba parado. En el shock emergió la conducta defensiva más primaria: sálvese quien pueda. El vértigo nos puede hacer olvidar que el 30 de mayo el dólar blue cotizaba a $207. El viernes 22 de julio cerró a $338, es decir, un 63% más. Esa desbocada carrera ascendente nos va a costar muy cara. Más allá de que el valor ahora haya caído hasta los $296, una reducción significativa del 13%, lo hecho hecho está. El mercado “ya corrigió” y trasladó a precios el tsunami de incertidumbre. Aun con la reciente moderación, el valor actual sigue siendo 43% más alto que el de hace dos meses.Si miramos los datos del IPC Meli, el efecto es contundente: los precios subieron 28% en los últimos 29 días. Obviamente, este indicador privado que monitorea día a día los precios públicos y comparables de lo que se vende en Mercado Libre no mide todo, pero sí muchos bienes relevantes para la clase media –desde tecnología y electrodomésticos hasta indumentaria, decoración, bazar, herramientas, insumos médicos y de oficina, etc.–, por citar solo algunos sectores. Como bien lo indica el nombre del gran market place latinoamericano, ahí no hay cepos ni controles ni subsidios: ahí habla la verdadera voz de un libre mercado que expresa la natural tensión entre la oferta y la demanda.Las proyecciones de las principales consultoras macroeconómicas señalan que, a nivel total, dentro de 10 días se informará la inflación más alta del año: entre 7% y 8%. Si eso se confirma, también predicen que ya resultará muy difícil que el año termine por debajo del 85%/90%, si todo sale bien. Ese es el escenario optimista. El peor indicador de las últimas tres décadas.Inflación y salariosRevisando las últimas cifras oficiales del Indec, podemos intuir con claridad el desafío que tenemos por delante. Al mes de mayo, comparando la dinámica del último año entre los sueldos y los precios, se aprecia que los salarios reales se recuperaban 2%. Hasta entonces corrían más rápido que la inflación. La pregunta que se cae de madura es: ¿podrán seguir haciéndolo en un escenario ya no del 60% de inflación anual, como era el de mayo, sino del 90%, como es el que nos dejó el turbulento julio? ¿Esos “sueldos gacela” podrán seguir escapando de una suba de precios que ahora se transformó en una “inflación chita”?En un análisis más preciso, el interrogante se agiganta. En mayo el diferencial positivo ya no era homogéneo. Ingresos vs. precios en el sector público, +7%; sector privado registrado, +1,5%; sector informal, -5%.La catarata de pesos que inundó la calle distorsionó la imagen. La nueva propensión a consumir pospandémica –”ahora quiero vivir, no me importa nada”– terminó de ocultar que mientras el sistema aceleraba forzando la máquina, en algunos eslabones estaba crujiendo. Los eslabones macroeconómicos que chirriaban los conocemos: falta de dólares y de energía, exceso de gastos y de pesos. Los microeconómicos quedaron más disimulados.Pero si agudizamos el enfoque, es necesario advertir que aun en la “minifiesta” del primer semestre ya se incubaba un problema en el consumo de los productos más básicos en los sectores más frágiles.Las ventas de productos de consumo masivo –alimentos, bebidas, cosmética y limpieza– crecieron 4,4% en los primeros seis meses del año comparando con el mismo período del año anterior. Primer dato: esa velocidad de expansión se viene moderando abruptamente. En enero se expandían al 7%; en junio, al 1%.Segundo dato: en los pequeños supermercados de barrio y autoservicios de la zona metropolitana, donde obviamente tiene una gran incidencia el conurbano bonaerense, las ventas no solo no crecieron en ningún mes, sino que en junio cayeron 8%. La información es medida y publicada por Scentia.Condice con lo que vemos en nuestro monitor cualitativo de humor social. El deseo por el bienestar es homogéneo, las posibilidades están crecientemente fragmentadas. En los estratos superiores de la pirámide social se logró un disfrute personal, y cauto –no hubo euforia–, como antídoto para el estrés insoportable que provocaron la pandemia y la cuarentena.En la salida se sumaron la guerra y la percepción de un descontrol económico. Todo eso junto generó un consumo exacerbado de “ansiolíticos varios”, desde golosinas y bebidas con alcohol (sus ventas crecieron 21% y 13% respectivamente en el primer semestre) hasta shoppings (+41%), restaurantes (+35%), bares, cines, teatros, recitales y viajes. Está a la vista.Por otro lado, en la base de la pirámide, las ganas eran las mismas, porque el fenómeno es humano y trasciende las clases sociales, no así los recursos. Si bien la vara estaba más baja porque después de tanto sufrimiento de manera inconsciente, y hasta consciente, muchos estaban dispuestos a conformarse con menos, la necesidad de extremar al máximo las estrategias y los artilugios para tener alguna dosis de ese bienestar sanador generaba más que nada frustración e impotencia.En una economía que gozó de cierta calma cambiaria, donde había pesos por doquier, las tasas de interés estaban bien por debajo de la inflación, los salarios le peleaban mano a mano a la suba de precios y “se vendía”, la sociedad cristalizó una configuración dual: para algunos el placer fue mandatorio, para otros, una aspiración accesible con cuentagotas.Insisto: eso ocurrió en el marco de una cierta ilusión donde la sociedad decidió hacerse trampa al solitario porque le resultaba imprescindible reponerse y sanar. Al menos para estar mejor preparados para lo que fuera a ocurrir, si es que efectivamente eso que se decía, y se temía, finalmente los obligaba a salir de las pequeñas islas de confort que habían logrado inventarse.Como preanuncio de lo que viene, el pasado jueves el Banco Central decidió subir fuertemente las tasas de interés. Algo que está ocurriendo también en Estados Unidos y en Europa. El objetivo de todos es el mismo: tratar de moderar la inflación. La consecuencia: el dinero es más caro para la población y las empresas. Esa es una de las cucharadas de aceite de ricino que hay que tomar para calmar un poco los precios y recalibrar la propensión a consumir vs. la propensión a ahorrar. Traducido a cosas muy concretas del mercado: ya hay muchos comercios donde se acabaron las cuotas “sin interés”. Antes tenían un interés encubierto en el precio.Un pacto implícitoEl pacto entre los vendedores y los compradores era claro, y exitoso: “Yo sé que vos sabes que yo sé. Dame 12 cuotas, total, las últimas las paga la inflación”. Bueno, ahora se está reconfigurando aceleradamente a una versión 2.0, más pragmática: “Este interés contra la inflación proyectada igual conviene”. ¿Tendrán estas “cuotas con interés” el mismo poder que hasta ahora? Habrá que verlo.En Twitter, con la sorna y la ironía que caracterizan a esta red social, se llegó a decir durante el fatídico mes de julio que las cosas iban tan rápido que no daban ni tiempo a hacer los memes. El grito sordo de todos los actores del sistema económico y social era “hagan algo”. Finalmente, se hizo. El próximo miércoles, de la mano del nuevo equipo económico, se anunciarán las esperadas medidas.El escenario es delicado. Los precios suben mucho más rápido de lo que bajan. Por experiencia histórica, en este país los dólares se suelen comprar con compulsión y venderse con moderación. Los riesgos que se corrieron quedaron expuestos de manera explícita.La gente sabe muy bien que la situación es muy difícil. Anhela una tranquilidad que no encuentra para seguir fortaleciéndose. Viene de toparse cara a cara con la vulnerabilidad. Mira el sentido y la dirección de los acontecimientos y, con razón, siente miedo por lo que pudiera pasar. Se protege con lo que encuentra y navega como puede entre la angustia y las pequeñas alegrías.Sobre este complejo y frágil ecosistema económico, social y psicológico deberá desplegarse lo que viene. Llegó la realidad.Guillermo OlivetoTemasNota de OpinionNewsletter columnistasComunidad de NegociosConsumoSergio MassaSupermercadosShoppingsConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Nota de OpinionManuscrito. Paddy Chayefsky, el profeta de la televisiónAnálisis. Sergio Massa: medidas y viajes en busca de confianza y de dólaresLas raíces culturales más profundas de la decadencia argentina

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