Hace poco más de 24 horas, la Argentina tiene vacante el Ministerio de Economía. Lo más grave del asunto no es desconocer el nombre de quién será el sucesor del tuitero Martín Guzmán, sino que hay algo mucho más preocupante. Después de un día de carísimas indefiniciones es imposible entender cómo se reconstruirá el poder presidencial, imprescindible para ungir a la nueva gestión económica, después de haber sometido durante meses a una demolición certera.En estas horas frenéticas no sucede otra cosa que lo que la propia coalición de Gobierno buscó desde hace tiempo. El ala kirchnerista del oficialismo no solo apuntó y pegó duro a la figura Alberto Fernández, su elegido hace dos años y medio, sino que también demolió la investidura presidencial con la que vació de poder al Jefe de Estado.Del otro lado, Fernández se dedicó a culpar a la prensa o al gobierno anterior o a cualquiera que pasara por ahí para explicar su irremediable declive. Prefirió negar ese bombardeo al que lo sometieron los suyos para culpar a los ajenos.Lo que sucedió en estas 24 horas es ni más ni menos que lo que logró esta forma de gobernar, en la que cada uno intenta instalarse lo mejor que puede en su pequeña parcela. El Presidente no tiene el poder necesario como para imponer su política económica, si es que alguna vez la tuvo. Y, en ese punto, es lógico que cada uno de los candidatos que fueron tentados pidieron una condición imposible de conseguir en horas: apoyo político como para emprender una tarea muy dura.La situación lleva a un laberinto del que es difícil salir. A la falta de liderazgo del Presidente se suma otro elemento que complica. El propio Alberto Fernández se encargó de devaluar su palabra presidencial. Hace poco tiempo, en un diálogo con un industrial, este cronista le preguntó qué significaba llevarse de una reunión un “sí” presidencial. El hombre, un peso pesado de la agroindustria, pensó y, luego, contesto. “Poco. Mejor dicho, casi nada”, amplió.A esta palabra devaluada se suma otra, la de Cristina Kirchner. Los sectores políticos, los económicos y los sindicales consideran que, finalmente, los antecedentes la condenan. Sucede que, por más que prometa apoyo irrestricto, todos especulan con que ella decidirá de acuerdo a lo que le convenga. Es una mujer que no acepta los no, que no perdona y que recuerda.Los candidatos que escucharon la oferta por teléfono pidieron, justamente, eso: certezas. Nadie puede entregarlas. El Presidente no puede reconstruir la confianza en su persona y en la investidura que representa en tan poco tiempo.Para el final, el tiempo. Guzmán estampó su renuncia en redes sociales un sábado. Sólo esa circunstancia evitó que empezara una apuesta de inversores, pequeños o grandes, corran a sus refugios. Pero ese tiempo se agota con la llegada del lunes hábil. Sin definiciones y sin nombres propios, cada minuto acerca más al Gobierno a un lunes complicado.En medio de la crisis, la Argentina se da el lujo de no tener un ministro de Economía. Pero el desafío no es la nominalidad del titular del Palacio de Hacienda, sino que es mucho más profundo. Se trata de encontrar algo de poder, apoyo y tiempo como para aplicar políticas que no pasarán desapercibidas.Diego CabotTemasMartín GuzmánAlberto FernándezCristina KirchnerComunidad de NegociosConforme a los criterios deConocé The Trust ProjectOtras noticias de Martín GuzmánAnálisis. La lucha por la supervivencia de un presidente que se resiste a hablar con CristinaDefinición clave. Quiénes son los posibles reemplazantes de Guzmán y quiénes ya rechazaron el cargo”¿Cómo va a ser golpista?”. La drástica medida que planteó Guillermo Moreno tras la renuncia de Guzmán
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