Por Raúl Carioli
Judith Schalansky elige sus islas, remotas, esas en las que nunca estuvo y a las que nunca irá. Islas grandes y pequeñas, islas volcánicas y repletas de árboles, islas solitarias, islas bajas y al nivel del mar, como Kiribati, la del presidente que da discursos con el agua a las rodillas. Islas magras o regordetas, de amplias playas o asoladas por vientos voraces, islas de nubes bajas o soles eternos; desoladas, perdidas. Islas como moscas.
Noruega, sin ir más lejos, tiene 239.057 islas, sin peñones ni islotes.
Noruega tiene 239.057 islas, sin peñones ni islotes.
El mundo nos regala 47 países que no son continentales; todo un mundo, ¿no?, los hay grandes, como el Reino Unido, mayúsculos como Australia o Groenlandia, y mínimos como Tuvalu, el país con menos turistas del mundo. Países de islas, islotes y salientes.
Volcanes que emergen como pipas humeantes, montañas que lamen las aguas transparentes y desiertas, mares infinitos y soledades. Muchas. Más, a veces, de las que es aconsejable imaginar.
Para muestra basta un Crusoe, y si no, pregúntenle a su perro Viernes.
¿Qué es una isla? debería ser una masa de tierra permanentemente sobre el nivel del agua, pero sería una definición demasiado cerrada, austera, mentirosa. Hay islas que fueron tierra firme alguna vez, y otras que lo son solo a veces; ¿que sería la Isla de los Pájaros, en Chubut, que es isla solo cuando la pleamar se hace presente? ¿y Ceylan, antiguamente unida a la India por un corredor de tierra? ¿Qué islas serían las del Guano del Pacífico peruano, o las de los Uros en el Titicaca, juncos, plantas y deshechos varios que navegan suavemente a 4000 metros de altura?
Islas a las que Judith Schalansky dota de identidad. Al menos a algunas de ellas, porque elige un itinerario, selecciona, y marca con su dedo en el mapa las que le parecen remotas, casi inalcanzables. una selección, como tantas otras posibles, como se la desee.
También el mapa es una definición política, estética e ideológica, ¿cuál es el centro y la periferia para cualquiera de los 264 habitantes de la Isla de Tristán de Acuña? ¿el centro del mundo será el mismo que para los 600 habitantes de los 3 km cuadrados de Pukapuka?
Pukapuka, una de las elegidas del libro, donde el sexo es un juego, los celos no tienen lugar y hay canciones para antes y después del coito y un acuerdo universal: no se canta entre el inicio y el final de la fiesta sexual. Después, hombres y mujeres se bañan juntos en el mar.
En Pukapuka el sexo es un juego, los celos no tienen lugar y hay canciones para antes y después del coito y un acuerdo universal: no se canta entre el inicio y el final de la fiesta sexual.
Hay una fascinación por estos lugares: “isla” remite a arenas blancas, palmeras, suaves aguas que bañan los troncos blancos de árboles desgajados, paz. Otra construcción. Basta con remitirse a Atlasov, parte de las Kuriles del norte de Rusia, que solo es una montaña solitaria, más bella que el Monte Fuji, pero que flota sola, sin destino, en el Estrecho de Bering. O qué decir de la Isla Decepción, cercana a las Malvinas, refugio de balleneros noruegos, y abandonada después.
Islas duras, repulsivas y, a veces, lindantes con lo terrible: Tikopía, donde se practica el infanticidio, Clipperton donde la violación no es penada, o San Pablo, donde el canibalismo es práctica posible. Islas que abren historias posibles, muchas de las cuales ponen en entredicho costumbres y normas.
Otras vacaciones de playa lejos del ruido
Fangataufa o Muroroa, donde las prácticas atómicas de los países ricos dañaron el ecosistema para siempre.
Tantas islas como historias posibles, porque son la fantasía infantil, el sueño de un mundo propio, sin reglas ni exigencias. Tantas como historias posibles. La Isla del Tesoro, que nos regaló Stevenson con un tesoro incluido; Pingelap y sus 250 habitantes daltónicos, que no logran distinguir los colores del arco iris ni deslumbrarse por las puestas de sol. Floreana, en las Galápagos, adonde escapan Dore Strauch, Eloise de Bosquet y Friedrich Ritter, profesora, baronesa y dentista ellos, fascinados con la idea de inventar un mundo nuevo (mundo que termina con un asesinato y un cadáver y un asesino que nunca aparecen).
Tantas islas como mundos posibles ¿o acaso no fue un mundo el de las prisiones de Alcatraz, la de la Isla de los Estados o, incluso, Tasmania, con demonio incluido?
Las más de ellas deshabitadas, condenadas al fracaso de la vida humana y, por ellos, dueñas absolutas de sus soledades.
Tantas Islas como sueños, decepciones, imaginarios y mundos puedan construirse.
Judith Schalansky creó su Atlas; ¿cuál es el tuyo?
Atlas de Islas Remotas. Cincuenta islas en las que nunca estuve y a las que nunca iré
Judith Schalansky
Barcelona, Capitán Swing-Nórdica Ediciones, 2013.
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