Emilio Pérsico lleva más de 50 años haciendo política. Siempre en el peronismo de izquierda, fue parte de Montoneros y fundador de Quebracho, la organización piquetera que se caracterizaba por sus palos y máscaras. En el medio, tuvo una verdulería, una huerta, un tambo, vivió en una villa platense y tuvo 10 hijos, el último de los cuales se llama Néstor.
Recién en los 2000, con el gobierno de Kirchner, ingresó al estado. Organizó, durante años, la pata territorial del kirchnerismo, hasta que el Movimiento Evita, la organización que dirige, debió empezar a disputar esos espacios con La Cámpora y Kolina, que responde a Alicia Kirchner. Fue uno de los arquitectos de la UTEP, la coordinadora que aglutina a las organizaciones sociales más importantes de Argentina.
Hoy es secretario de Economía Social del ministerio de Desarrollo Social. Su organización es la más grande del país, con alrededor de 300.000 militantes y trabajadores, y sus posiciones están alineadas con el “albertismo” dentro de la interna oficialista.
—¿Cuándo arrancaste a hacer política?
—Era la parte final de la dictadura de Lanusse, y había mucha militancia en los colegios. Empecé en mi escuela, con un grupo de compañeros, yendo a una parroquia y cerca del guevarismo, aunque era un guevarismo más emocional que otra cosa. Nunca estuve en el PRT, por ejemplo.
Un día, pasé cerca de mi casa por un lugar que decía “Centro de Estudios Rosas”. A mí me encantaba el revisionismo histórico, el rosismo, entonces entré. Pero resultó que adentro no había ningún libro, era un local política de una agrupación peronista. Me metí a militar ahí, con los compañeros que después armaron la Unión de Estudiantes Secundarios (UES) y las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR).
—¿Entraste a Montoneros o eras de la Juventud Peronista?
—Es muy difícil diferenciar una cosa de la otra. Hay algunos que quieren decir que siempre fueron de la JP. Bueno, será porque nunca llegaste a un nivel importante dentro de la JP, porque si llegabas a niveles de conducción, eras montonero. Yo fui montonero, llegué a niveles de conducción dentro de la UES.
—¿Qué opinaba tu abuelo, el fundador de las heladerías Persicco, de que vos militaras?
—Mi abuelo era un tano muy tano, nunca supo lo que era la militancia. Mi padre era un nacionalista peronista. Con él estuvo todo bien hasta que nos peleamos con Perón, ahí me tuve que ir de mi casa. Además, empezó el enfrentamiento dentro de la misma agrupación. Hubo compañeros con tendencia a las FAR, a la izquierda peronista, y otros con tendencia a la Concentración Nacional Universitaria, la derecha, que después terminó siendo la Triple A. No se podía convivir. Y éramos amigos encima, entonces sabíamos dónde vivíamos todos los demás: te podían ir a buscar. Por eso me fui de mi casa.
Con mi papá, un peronista nacionalista, estuvo todo bien hasta que los montoneros nos peleamos con Perón: ahí me tuve que ir de mi casa.
—¿Adónde?
—Con una compañera de la UES, me mudé a una villa de Los Hornos, La Plata. Esa fue mi primera casa. Antes vivimos juntos en mi verdulería. Yo empecé a trabajar en la verdura muy jovencito, siempre me gustaron el campo y la horticultura. Mi abuelo tenía una tierra, y un día la sembré de papa y otro de chaucha. Era un solo producto, competía conmigo mismo, y llevaba tanta chaucha que no la podía vender.
También hice un tambo. No me gusta el tambo, pero como mi viejo la usaba para una heladería, yo le vendía la leche. La famosa, la de mi abuelo, él la dejó porque era mucho trabajo. El que la continuó era el hermano de mi abuelo, que después hizo Freddo en Buenos Aires. Mi viejo, en la dictadura, abrió una heladería. Aunque yo prácticamente no lo vi en esos años, hasta bastante después de la democracia en realidad, porque nos seguían persiguiendo.
—¿Bajo el gobierno de Alfonsín seguían persiguiendo a los exmontoneros?
–Sí, claro. A Ricardo Oregón Cano, a Rodolfo Puiggrós, que seguía exiliado y yo lo iba a ver a México, a Óscar Bidegain, y al viejito Jorge Cepernic, muy amigo de Néstor Kirchner, que vivía escondido en mi casa.
—¿Cepernic es el exgobernador de Santa Cruz al que vos le discutías que había sido el mejor de la historia de la provincia y él te decía que no?
–Sí, él decía que fue Néstor. Cepernic quiso expropiar la Menendez Betty, yo le decía ´vos querías hacer eso y Néstor votó la expropiación de YPF´. Pero al final tenía razón el viejito.
—¿Por qué?
–Porque Néstor era una persona muy capaz para la construcción de poder y para la gestión del estado. Muy capaz.
—En su gobierno, vos empezaste como opositor.
—No lo voté, pero desde el principio entré en contacto con él. A partir de lo que me decía Cepernic, yo fui a verlo. Tenía un puesto en el mercado de Varela, cerca de donde vivía Carlos Kunkel, que ya laburaba con Néstor. Estábamos desilusionados de la política, entonces la consigna era “gane quien gane, pierde el pueblo”. A muchos de los movimientos sociales o de desocupados nos convenció y nos hizo parte. El día que asumió Néstor, entre los distintos movimientos discutimos y decidimos no ir a la plaza. Pero de repente llegamos a la Plaza y nos encontramos todos. Y el discurso de asunción de Néstor nos enamoró.
“Nunca rompimos con el kirchnerismo”
—¿Cómo pasaste de ahí a ser funcionario?
—Néstor nos plantea a todos que nos incorporamos al gobierno. Al Movimiento Evita con cooperativas, a Barrios de Pie con educación popular, a Luis D’elía en el tema de tierras. Primero fui subsecretario del ministerio de Desarrollo Social, con Mary Sanchez, que se encargaba del programa Ellas Hacen. Ahí empecé a discutir con Néstor la idea de que teníamos que armar un plan de trabajo para que los compañeros laburen en cooperativas. De ahí nació el Argentina Trabaja. El macrismo lo llamó de otra manera y después vino el Potenciar Trabajo. Ya en los últimos años del gobierno de Cristina Kirchner planteamos que la mayoría de los trabajadores no están en la economía formal, que el capitalismo ya no genera trabajo con patrón. La gente se inventó su propio trabajo, y este gobierno tomó la decisión de reconocerlo.
—¿Fue ese el momento en que rompieron con el kirchnerismo?
—Nunca rompimos con el kirchnerismo. En todo caso, empezamos a ver las limitaciones de ese modelo de derrame inducido. Cristina no rompe con el capitalismo, ella reivindica el sistema. Yo creo que este capitalismo es peor que el que había antes, porque no se lo puede amansar. Es una idea equivocada, la de amansarlo.
Si no arreglás con el FMI, el mundo te destruye, porque la gente quiere celulares.
—¿Y qué hay que hacer?
—Otra cosa, hay que construir otra cosa. Antes al capitalismo se lo podía amansar porque existía la URSS, había un enfrentamiento. Entonces los gobiernos, como el de Perón o el estado de bienestar europeo, fueron posibles como contrapeso para que los trabajadores no se vayan al socialismo: una defensa del capitalismo. Hoy, cuando querés construir un modelo en los márgenes, contradecís las leyes del capitalismo y te terminás aislando. El mundo te destruye, porque la gente quiere celulares. Se van los capitales y terminás muy mal. Hay muchos ejemplos en el mundo (no quiero darlos), entonces la única manera es construir otro modelo.
—¿Cómo sería ese otro modelo?
—Al capitalismo ya no le interesa el conjunto de la población. Te deja al 80% para hacer otra cosa. Lo están intentando China, Cuba, Vietnam, y otros países como Bolivia con Evo Morales, que manejó muy bien la economía de mercado. Si te ponés en la idea de amansar, terminás sin hacer ni una cosa ni la otra. La economía de mercado hay que dejarla que se desarrolle, y de ahí sacar recursos para desarrollar otra economía: nosotros le decimos “popular”. Llamala como quieras, pero es una economía que tiene que crecer de abajo hacia arriba y de las periferias al centro.
—¿De ahí viene su posición de arreglar con el FMI? ¿De dejar que la economía de mercado se desarrolle para construir otra economía?
–No había otra que arreglar. Lo otro es la marginación, caer en eso. Los trabajadores en el mundo no tenemos fuerza para decirle que no al Fondo. No lo tuvimos en otro momento, mucho menos ahora.
—¿Y cómo interpretas que haya organizaciones como La Cámpora, que van por el otro camino?
—No van por el camino contrario, seamos honestos. Es una disputa política. Si fueran por el camino contrario, en la plataforma del Frente de Todos habría estado no arreglar con el FMI. Si lo hacés, quedás aislado y el mundo te destruye. El error de La Cámpora es querer amansar al capitalismo. Hay que construir otra cosa, hay un espacio para construir un modelo alternativo que puede convivir: el capitalismo no te cierra la puerta.
El capitalismo neoliberal no viene y te dice: “che, no hagan la reforma agraria y produzcan verduras para los pueblos”. Grobocopatel está planteando por todos lados que hay que hacer cinturones productivos para autoabastecerse, y es Grobocopatel. El tema es cuando le decís “me voy a subir arriba tuyo como si fueras un caballo y te voy a amansar”. Te voltea, quedás en los márgenes y te va a ir muy mal a vos y al pueblo.
—Hace un rato hablaste de un “derrame inducido”. ¿A qué te referís?
—La primera idea de los capitalistas y los progresistas es el subsidio, el derrame inducido, porque es agarrar plata de un lugar y tirarla a otro con la mano del estado. Eso no sirve para nada, solo para involucrar a la persona como consumidor. Cuando se fue Cristina teníamos 3,5% del PBI en subsidios, cuando se fue Macri teníamos 8 puntos, hoy casi 13: una locura. Tenemos el nivel de subsidios de Suecia pero el nivel de pobreza de África, o así podemos terminar. Hay que hacer otra cosa.
Tenemos el nivel de subsidios de Suecia pero el nivel de pobreza de África.
—¿Cuáles eran la mayor virtud y el mayor defecto de Néstor Kirchner?
–Él era un encantador de serpientes, y a mí me encantó. Mi hijo se llama Néstor, es muy difícil criticarlo. Nos enseñó muchísimas cosas, a nosotros y al movimiento popular. El tema de no reprimir, que en la protesta hay que dialogar y resolver el problema, que siempre hay algo que discutir, ya es un cambio de paradigma enorme, porque antes nos daban palos. Néstor vio en esa situación que estaban fallando desde el estado, y que no nos podía echar la culpa a los compañeros. Tal vez su peor defecto, si tengo que decirte uno, era su visión de poder.
—¿Y de Alberto?
—Es muy buena persona.
—¿Ese es el defecto o la virtud?
—Eso es una virtud, ¡¿cómo va a ser un defecto?! Además, me entiende mucho, y entendió mucho lo de la economía popular, y no encontrás a otro de ese nivel que lo entienda. Porque entenderlo es reconocer su fracaso, su incapacidad de amansar al capitalismo. Y Alberto lo reconoce, en una actitud de valentía, de entender el mundo, el capitalismo.
—¿Cómo es ese capitalismo que entiende Alberto?
—El nuevo capitalismo, donde de cada 11 dólares que se generan, 10 vienen de la especulación y uno del trabajo, entonces los trabajadores ya no son lo esencial, sino el capital. El trabajador está devaluado, y el que está afuera no está ni reconocido.
—¿Qué querés decir con “el que está afuera”?
–Mirá, hay 3 millones de personas trabajando en el estado, 6 con patrón, 1 millón y pico de monotributistas y 500.000 compañeras de trabajadoras domésticas. Debería haber 27 millones de trabajadores, ¿dónde está el resto? Hay 2 millones que ya no buscan trabajo, dos desocupados, pero 23 millones trabajando. Con el IFE se demostró que hay 11 millones de personas, al menos, en la economía popular: afuera. El ministerio de Trabajo decía que iban a ser 7, nosotros que iban a ser 12. El estado que no ve la realidad fue la mayor vergüenza. Y ahora también se van a equivocar con el bono.
—¿Y de Cristina Kirchner?
–Cristina también tiene una gran capacidad de enamorar, pero su mayor defecto, el de todo el reformismo en realidad, es no creer en la intermediación entre las organizaciones libres del pueblo –las organizaciones sociales y los sindicatos, como decía Juan Domingo Perón– y el estado.
El peronismo, la revolución, es dar el poder a quien no lo tiene. Cuando una compañera va al barrio a enseñarle a leer a los pibes, está compartiendo parte del poder que le dio esa sociedad para que esos pibes se defiendan en la vida. Cuando una compañera arma un jardín comunitario, una guardería, una cooperativa, estamos transfiriendo el poder a la gente, porque lo hacemos con ellos. El problema es cuando los dirigentes piensan que ellos tienen la solución de los problemas, cuando los problemas los resuelven los compañeros de los barrios. Y son millones: lo van a ver el 1 de mayo.
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