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Pagaron por ella en dólares bajo una condición: el horror detrás de la compra y la “manzana podrida” que engañó a todos

Romina Soltak tiene 43 años y lleva la mitad de su vida buscando la verdad sobre su origenA Romina no le llevó demasiado tiempo darse cuenta de que no era hija biológica de la mujer a la que llamaba mamá. Lo que sí le llevó décadas fue separar, pelo por pelo, la verdad de la mentira. No sólo porque a lo largo de los años su madre y su padre de crianza fueron cambiando las versiones sobre su origen, también porque detrás de su historia particular existía una trama que no había imaginado ni en el más absurdo de sus desvelos.Romina Soltak -43 años, licenciada en Comercio Exterior- enciende su cámara en Ashkelon, Israel, donde vive desde hace siete años, y cuenta a Infobae su historia. “Yo empecé a preguntar de muy chica dónde había fotos del embarazo, a los tres o cuatro años. Mis padres de crianza lo estiraron hasta que se volvió inmanejable y la narrativa fue la típica: ‘la madre del corazón’, etcétera, etcétera”, arranca mientras mece al menor de sus tres hijos.Romina junto a sus padres de crianzaHabía nacido en 1978 por lo que sólo bastó empezar el colegio y estudiar sobre la última dictadura para que las sospechas engordaran.“Era menor pero me propuse arrancar una búsqueda activa cuando cumpliera los 21 años y así fue. Lo primero que hice fue relevar el relato completo de padre y madre de crianza, ahí me di cuenta de que no coincidían en lo absoluto. Era claro que iba a estar heavy, que iba a tener varios obstáculos para llegar a la verdad pero no me imaginé nunca la dimensión de lo que después sucedió”.Sus padres de crianza -así los llama ella- se habían separado “de una forma conflictiva” cuando Romina tenía 2 años y no se habían puesto de acuerdo en cuál iba a ser la historia oficial:“Él dijo que yo sí era su hija biológica, no dio más detalles pero caía de maduro que hablaba de una hija extramatrimonial. Ella primero me dijo que yo era hija de una francesa, después de una mujer de la AMIA, después que me habían adoptado a través del Templo de Libertad”, que es la primera sinagoga de la Ciudad de Buenos Aires.De bebé“Era muy difícil para mí discernir qué parte era verdad y qué parte no, entonces siempre trabajé de la misma manera: agarré el relato completo y empecé a tratar de comprobar dato por dato”. Así, devenida en una investigadora privada de su propia historia, Romina comprobó que todas eran pistas falsas.El camino de la verdadDos estudios de ADN en el Banco Nacional de Datos Genéticos confirmaron que Romina tampoco era hija de desaparecidos. Su padre de crianza finalmente confesó que había mentido: dijo que la habían “adoptado” y aportó una ficha nueva, solo una de todo el tablero: “El nombre del ‘contacto’, la mujer que les había recomendado adoptar un bebé donde ella había adoptado a sus dos hijos. Digo adoptar entre comillas, porque la palabra es ‘apropiar’”.Romina consiguió el teléfono y la llamó. La mujer le contestó: “Ah, sí, ya te digo que sos judía. Sé feliz con lo que tenés”. Romina no terminó de entender: ¿Qué tenía que ver aquello de ser judía? ¿Cómo sabía que lo era? El dato terminó siendo otra ficha del tablero.Le costó décadas separar la verdad de las mentirasSi había un “contacto”, la dirección de un departamento particular en Belgrano y tanto secreto era evidente que aquello no había sido una adopción legal. Romina se enfocó en el nombre de la partera que había firmado en su partida de nacimiento y empezó a hacer deducciones lógicas:“Yo pensaba: ‘Si la partera Emilia Torres ponía su firma por plata es imposible que yo sea la única’. Tiene que haber más chicos nacidos así”.Siguieron cuatro años de penumbras hasta que, en 2013, un joven leyó la historia de Romina en las páginas de búsqueda de identidad y le escribió: su partida de nacimiento estaba coronada por la firma de la misma partera. “Fue un gran hito, porque lo que yo pensaba empezó a tener forma. No eran casos sueltos”.El departamento de la calle O’Higgins 1827Para ese entonces Romina había adoptado un lema: “La verdad ante todo”. Con esa bandera fue que se atrevió a sortear el dilema moral de hablar con los hijos de aquella mujer que había oficiado de “contacto” y consiguió sus partidas de nacimiento para comprobar quién la había firmado. Lo que encontró abrió un mundo:“Ernesta Ferrari. No era la misma partera que firmaba mi partida. Ya estaba claro que había, por lo pronto, una mini red de sustracción, venta y apropiación de bebés”.Alguien sabe demasiadoEn el año 2015 alguien de la familia de Romina le hizo llegar un mensaje con la condición de que jamás podía revelar la fuente: “Decía que mi padre y mi abuela de crianza sabían mucho más de lo que me habían contado”. Romina llamó a su padre de crianza y fue terminal:Romina Soltak es licenciada en Comercio Exterior y madre de tres hijos“Le dije ‘mirá, tenés dos opciones: o me decís lo que falta o no me ves nunca más’. Bueno, se tomó dos años para hablar. Lo que siguió fueron otros dos años de silencio puro”.En 2017, cuando Romina ya tenía 37 años, el hombre le mandó un mensaje. “Decía que estaba dispuesto a hablar”. Romina ya no confiaba en nadie y le contestó que iba a volver a ver a sus nietos sólo si la información era lo suficientemente significativa.“Y vino. Me contó que a través de ese contacto había ido a un departamento de la calle O’Higgins, en Belgrano. Que había pedido expresamente un bebé de tez blanca y de vientre judío, esa fue la condición, y que había pagado 3.000 dólares”.Junto a su marido y sus hijos viven en IsraelComo quien va a comprar un auto acompañado de un mecánico para que dé el visto bueno, “fueron a retirarme con un pediatra. Una especie de garantía de que le estaban dando un chico en condiciones”, agrega.A medida que se fueron sumando más casos vinculados a esas dos profesionales, Romina observó un patrón que se repetía: “Todos los apropiados eran de la comunidad judía”. Ahora bien: “En la religión judía tenés algo que se llama la Halajá que indica, entre otras cosas, que una persona es judía cuando nace de vientre judío. Mi papá pidió que el bebé fuera de vientre judío, pero eso es como entrar a un negocio y decir ‘¿ésta mercadería es buena?’, ¿qué te van a decir? ¿que no? No tenés manera de chequearlo”.Con su familia El llamado que les hizo avanzar 10 casilleros a esos pocos buscadores llegó en 2019: “Una mujer que también buscaba su identidad me avisó que tenía una carta escrita de puño y letra por la partera que firmaba en su partida, Marta Rosignoli. En la carta nombra a todas las parteras con las que trabajaba, y dice que también había médicos”.La partera del acta de Romina estaba en la lista. “Quedó claro que estábamos hablando de una red de parteras con intermediarios, no de una persona suelta”, sigue. “Mujeres que trabajaban bajo algún tipo de sociedad ilícita en complicidad con médicos, hospitales públicos y privados, registros civiles, comisarías, entre otros”, explican en la presentación del grupo que formaron entre los buscadores.La carta que marcó un hitoUn sistema de venta de bebés “con otra estructura, otro nivel de organización”, describe Romina. “Ubicate en cualquier rubro económico: no es lo mismo un emprendedor solo que la cooperación entre profesionales, para bien o para mal. Acá tenés las parteras que intervenían en el parto, las que firmaban las partidas y las que entregaban a los bebés”.De siete buscadores agrupados alrededor de dos parteras pasaron a ser más de 200 buscadores alrededor de una red de 17 profesionales. Formaron un grupo llamado “Víctimas Red de Parteras- Unidos” y observaron que muchas de las historias eran calcadas:El grupo que formaron alrededor de las parteras que figuran en sus partidas“A todos los padres de crianza se les dijo que eran bebés de vientres judíos, se les pidió una donación de dinero y la mayoría fue a retirar a los bebés con pediatras de confianza”, cuenta Romina. “En muchos de los relatos, además, aparece una mujer llamada Paulina Garfunkel, también llamada Paulina Goldstein. Tardamos en entender la significancia que había tenido en la historia”.Según la investigación del grupo, esa mujer fue hasta 1980 directora del Departamento de Asistencia Social de la AMIA “y aprovechaba la estructura de la institución para reubicar a estos bebés”, por eso Romina la llama “la manzana podrida” de la entidad.Su marido y dos de sus hijos“A todos los padres de crianza les decía que los bebés venían de vientre judío, pero la verdad es que ninguno de nosotros viene de vientre judío, los engañó a todos. Por eso muchos apropiados de la comunidad judía no visibilizan estas historias, porque pasás a ser una especie de judío de segunda”.Cerca de la verdad totalRomina sabe que no nació de vientre judío por varias razones, una es que en 2015 se hizo varios estudios de ADN ancestrales (Family tree, my Heritage) para ver si encontraba a alguien de su árbol genealógico.Se trata de tests que muchas personas no pueden pagar y que el Estado argentino no cubre, por lo que todo depende de los buscadores. El mes pasado, por ejemplo, la ONG Nuestra Primera Página lanzó una iniciativa única: donó 200 pruebas de ADN para madres a las que les dijeron que sus hijos habían nacido muertos o que se vieron obligadas por sus familias a entregarlos. Pronto, lo saben, habrá reencuentros.Durante uno de sus embarazosEse mismo test fue el que guió el camino de Romina. Primero le salió una coincidencia con un primo lejanísimo. Le escribió y con una paciencia descomunal, fueron armando juntos el mapa de sus ancestros. Compartieron certificados migratorios, de nacimiento, de casamiento durante siete años hasta que lograron identificar una rama familiar que había llegado a la Argentina: bingo.Hace 3 meses, entonces, Romina encontró a una prima más cercana en Argentina: la llamó, le contó su historia y la mujer aceptó hacerse un hisopado. “Salió que yo era hija de un primo de ella. Fue un gol de media cancha. De una población de 45 millones de personas en Argentina había logrado reducir la búsqueda a una sola familia”.”Ya no busco más”, publicó ella en sus redes cuando encontró a sus raíces biológicasLos resultados de los siguientes ADN llegaron la semana pasada: Romina tiene un padre biológico y está vivo. “Ya lo llamé”, se despide, y deja una puerta abierta.“Estaba en shock, dijo que no sabía de mi existencia”. El hombre no reveló, por ahora, el nombre de la madre biológica de Romina: dijo que no la recuerda, que nunca una mujer le había dicho que estuviera embarazada de él. Pero pidió tiempo para digerir, tal vez el tiempo que falte para que Romina pueda llegar a ella y terminar de entender cómo fue que esa recién nacida se convirtió en un objeto de compra- venta.SEGUI LEYENDO:La pregunta de sus hijas que le reveló una verdad oculta: “Má, ¿estás segura de que sos hija de Noni y el Abuelo?”“Mamá te busco”: una partida de nacimiento falsa, un llamado inesperado y pacto de silencio que se rompió después de 42 añosUna adolescente atada, un pequeño ataúd cerrado y el instante en que se dio cuenta de que le habían robado a su bebé

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